Animales de compañía

Nuestras bestias feroces

  • Aunque el concepto de animal doméstico se hunde en la historia, la concienciación respecto al bienestar animal aún se está abriendo paso

Si la inteligencia es la adaptación al medio, los peludos domésticos rozan el cum laude (y muchos de nosotros, sus monos sin pelo, la inutilidad). Hay un largo camino desde ser el basurero que iba recolectando lo que nuestros antepasados dejaban a su rastro, hasta retrepar a nuestro sofá y ver la tele con nosotros. Eso, para los perros: la versión oficial para el mundo de los gatos es que su domesticación se popularizó a la vez que se hizo común el uso de silos para guardar el grano. Si ese qui pro quod no hubiera tenido una parte ventajosa para ellos, no se habría producido.

Los animales domésticos nos buscan, nos encuentran y nos dan las vueltas. Cada uno a su manera, claro está. "Nunca llegaré a ser alfa -podría pensar, si aceptamos el término, un perro-, pero ¡qué cobazos le doy a alfa!". "Soy sólo un cachorrito que maúlla tiernamente, ¿no lo ves, amo? -podría pensar, si aceptamos el término, un gato-. Pero si metes aquí a un competidor, le arrancaré los ojos y me los comeré".

¿Cómo han llegado hasta el mando de la tele? ¿O, como diría un Kipling, hasta el cuenco de leche y el lugar junto al fuego? ¿Ha sido siempre así? "Las cosas han cambiado mucho desde hace unas cuantas generaciones, sobre todo, si pensamos en clave de ámbito rural -comenta desde Cádiz Animal Ismael Gómez-. Antes, quizá era normal tener al perro en el patio, con una cadena, a pan y agua. Eso es maltrato: hay quien se sigue sorprendiendo".

¿Podríamos contar como mascota los gatos divinizados de Egipto, que compiten en altanería con los gatos divinos de hoy? Argos, el buen perro, era sin duda un favorito. No son pocas las tumbas de túmulo con caballo dentro; ni los monumentos funerarios, a lo largo de toda la Edad Media y Edad Moderna, con un fiel chucho a los pies del amo.

Está claro que, sobre todo en el mundo animal, siempre hubo clases. Podías ser un percherón harto de dar vueltas a la noria o el semental favorito de Enrique VIII (aunque lo mismo el semental favorito de Enrique VIII se hubiera cambiado enseguida por el percherón, de verlo aparecer con la armadura). Perro lázaro de ciego de cuerda o galgo cepillado a los pies de un amo con jubón. ¿Fueron los carlinos de María Antonieta quienes inauguraron una larga dinastía de perritos de bolso, hasta llegar a los chihuahua de Paris Hilton y a los corgis de Isabel II?

Y todos esos animales, populares a lo largo de la historia pero que, por distintos motivos, se han quedado por el camino. A los monos titi y familia difícilmente los han podido sacar de ser "el trasto encantador" (para la señora) o el "mimado demonio" (para la criada). Durante siglos, las grajillas (que son muy listas) coparon el lugar que después llenaron los coloridos pájaros tropicales. Y podemos creer que los hurones son una moda hipster, pero no tenemos más que mirar a La dama del armiño para salir de nuestro error. Y luego hay concepciones que han ido cambiando con el tiempo: los bulldog eran considerados en la Inglaterra victoriana excelentes perros niñera (muestran una gran paciencia con los niños).

No son pocos quienes han defendido, a lo largo de la historia, el considerar a los animales, en general, como algo digno de cuidado más allá de un posible beneficio económico. En Occidente, William Wilbeforce (la principal voz del movimiento antiesclavista en Reino Unido) fue uno de los impulsores de la creación de la Sociedad para la prevención de la crueldad contra los animales en 1824 (RSPCA, en inglés): la organización en lucha por el bienestar animal más antigua del mundo.

Digamos que nos estamos centrando en el lado amable. Apuntemos, aunque sea de pasada, el otro lado: que España lidera, por ejemplo, los casos de abandono y maltrato animal a nivel europeo; una realidad que se enfrenta a una normativa que puede parecer demasiado laxa pero que se encuentra dentro de la normativa de la UE -concebida, eso sí, para castigar una excepción, no la regla-.

"Tener un perro lo contemplamos como un impulso, y ahí ya empezamos mal -prosigue Ismael Gómez, que subraya que el el buen querer empieza por un trato responsable y por el registro con chip-. Tenemos que pensar cuáles son sus características y cuáles las de nuestra propia vida. Lo mismo tienes que pensar dos veces si te planteas tener un fox terrier con tres niños hiperactivos. Y fomentar la adopción frente a la compra: si se lo planteas a un niño, no dudará ni un segundo".

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