crónicas urbanas

Dos años de gobierno y no la eternidad

  • El gobierno de coalición está a punto de cumplir la primera mitad de su mandato, aunque muchos le exigen como si llevara toda la vida

El alcalde de Cádiz, José María González

El alcalde de Cádiz, José María González / Julio González

El 24 de mayo de 2015 se daba el primer paso para el mayor cambio político en la ciudad de Cádiz desde el retorno de los ayuntamientos democráticos en 1979. Tras dos décadas de gobierno, el Partido Popular volvía a ganar las elecciones municipales pero con una pérdida notable de concejales, siete, que le hacían quedarse lejos de la mayoría de gobierno. La izquierda veía llegar con fuerza a una formación de nuevo cuño, Por Cádiz Sí Se Puede, que unida a Ganar Cádiz En Común y con el apoyo obligado del PSOE obtuvo los suficientes votos para poner a José María González al frente de la Alcaldía, en un multitudinario acto ciudadano celebrado un mes más tarde en San Juan de Dios.

De todo esto hace dos años. Apenas dos años.

Dos años y parece que llevamos un siglo con González y los suyos al frente de la ciudad. Una eternidad con tan poco tiempo. Esa es la clave esencial a la hora de analizar con una cierta objetividad, siempre tan complicado de conseguir, el trabajo realizado hasta ahora por la coalición de izquierdas y lo que aún tiene pendiente por hacer atendiendo a sus compromisos electorales. Apenas dos años de gestión que choca con quienes exigen al gobierno local unos resultados cuya efectiva realización por lógica va siempre más allá en el tiempo.

Es cierto, y tal vez ha sido uno de los ingenuos errores de este equipo, que en el discurso de investidura del alcalde, ya en el mes de junio, se lanzaron numerosos compromisos a ejecutar, decían, en apenas unos meses. La realidad de la situación financiera del Ayuntamiento, la realidad de un equipo entonces escasamente preparado para la gestión pública (algunos siguen igual) junto a la sesgada visión que se tenía de una parte de los funcionarios sobre los que se sustentaba el día a día de la vida municipal, incidió en la labor del gobierno en sus primeros meses. Hasta que, con el tiempo, se han ido adaptando al nuevo trabajo y reconociendo, de forma pública o particular, los errores cometidos con la defenestración de determinados técnicos y que provocó la paralización en unos casos y la descomposición en otros de concejalías consideradas vitales en la política social de la coalición de izquierdas.

Pero ha sido el crítico estado de las arcas municipales el que de verdad ha marcado la primera mitad del mandato que ahora está a punto de cumplirse.

Gobernar con una deuda de 250 millones dificulta, por no decir que hace imposible, sacar adelante cualquier programa electoral, ya sea el de Podemos, Ganemos, el PP o el presentado por los socialistas. Sólo cabe tapar parches y asumir una política de guerra, lo cual en una ciudad como la de Cádiz aún con tantas necesidades de carácter social es una mala noticia.

Lejos de quienes auguraban la quiebra municipal y el incumplimiento por parte de un Ayuntamiento de izquierdas de sus compromisos financieros, el gobierno de Podemos y Ganemos ha cumplido a rajatabla con la devolución de la deuda. Y ha ido más allá pues ha sido capaz de poner a cero los pagos debidos a proveedores, normalmente pequeños y medianos empresarios de la ciudad a quienes este dinero les habrá sabido a gloria. A cambio, desde el gobierno local se reconoce que han tenido que aplazar algunas de sus políticas más progresistas al tener un coste económico difícil de asumir.

La falta de dinero está incidiendo también en el cumplimiento de unas de las grandes promesas electorales: la remunicipalización de numerosos servicios ciudadanos. Lo que resulta muy sencillo en los panfletos o en las asambleas públicas no lo es tanto cuando se hacen las cuentas. Y asumir los costes de la limpieza urbana o los autobuses, por poner dos ejemplos de gran calado ciudadano, no está hoy al alcance de un Ayuntamiento tan endeudado.

Si a todo ello unimos los traspiés que se han ido cometiendo en la gestión de actuaciones como la remunicipalización de los servicios de la playa, es este uno de los compromisos electorales que más dolores de cabeza está provocando a José María González y los suyos.

Otro de los déficit acumulados en estos dos años de trabajo estrechamente unido a la ausencia de dinero es el parón en las obras públicas, tan activas durante la pasada gestión del PP. Aunque se han puesto sobre la mesa proyectos para reactivar actuaciones paradas desde hace años, como el Teatro Pemán o el Pabellón Portillo, su ejecución no acaba de ponerse en marcha. Pero tal vez sea más grave para la ciudad la evidente falta de inversión en el mantenimiento de lo ya realizado. Urge poner un plan de arreglo de los numerosos desperfectos que el día a día se ocasionan en los espacios públicos.

Sí se han dado pasos de relevancia en proyectos como el Plan Plaza de Sevilla, donde el gobierno de izquierdas ha emprendido movimientos decisivos para reactivar obras paradas desde hace años. Lo mismo pasa en la transformación del viejo cementerio en un parque público, aunque aquí los plazos pendientes aún se cuentan por años debido a la lentitud en la recuperación de los restos que aún descansan bajo el cemento del camposanto de San José.

Resulta especialmente interesante la apuesta del nuevo Ayuntamiento por reforzar la peatonalización del casco antiguo, iniciada con los anteriores gobiernos. La operación prevista en la plaza de España es valiente y si se ejecuta de forma adecuada por parte del área de Urbanismo dará valor a la recuperación de todo el centro.

Esta última operación está estrechamente unida a la consecución de una ciudad más saludable. La elaboración de normas urbanísticas centradas en la ocupación de la vía pública por parte de la hostelería y el control de futuros locales hoteleros nos ayudan a preparar a Cádiz a un modelo de crecimiento sostenible, capaz de atraer a un turismo de calidad y de elevados recursos económico: turismo, cultura, modernidad, ocio de calidad... Todo es un uno esencial para la ciudad y sobre los que se están dando pasos ya trascendentales.

En todo este proceso, se sigue chocando con los dos grandes problemas que tiene Cádiz: un desempleo desorbitado y la falta de vivienda.

Respecto a lo primero, se crea empleo porque vamos en la misma ola que en el resto del país, pero el sector servicios no lo hace en número suficiente a pesar de los buenos resultados que está logrando en estos últimos años. Y, lo peor es que el motor que debía ser la Zona Franca sigue paralizado y sin perspectivas de ponerse en marcha. Aquí el papel municipal siempre ha resultado complicado.

Esta falta de trabajo incide directamente en el problema de la vivienda, pues a pesar de las medidas que ha adoptado el Ayuntamiento, muy limitado también en sus posibilidades de actuación pues la Junta sigue manteniendo casi todos los resortes para activar los nuevos proyectos de vivienda social, los alquileres siguen siendo muy caros y no se afrontan promociones públicas.

Hablamos de dos pilares esenciales en la política de la coalición, pero directamente relacionados con ambos aparece un tercero: las acciones en materia de servicios sociales.

Hoy, dos años más tarde, es una de las concejalías que soporta un mayor número de críticas. Y éstas no llegan de la casta, proceden de uno de los colectivos ciudadanos más implicados en el bienestar social y que más apoyó en su momento el cambio de gobierno: la Asociación ProDerechos Humanos, que ha lamentado con dureza la falta de acción del gobierno de izquierda en este campo. Críticas que son recibidas con dulzura por concejalas que no dudan en lanzar campañas en la redes sociales cuando comentarios similares salen de la boca de los otros. Es, sin duda, uno de los grandes fracasos del gobierno de González, allí donde curiosamente se criticó tanto al PP manteniendo ahora las mismas políticas de los conservadores. Fracaso al que se une el Área de la Mujer, concejalía que está en plena ebullición y a punto de estallar.

Si el gobierno de González ha sabido entenderse con las entidades financieras, también ha tenido mano con colectivos ciudadanos que en un primer momento temían que irían a por ellos por una mera cuestión puramente ideológico. Más allá de divergencias internas y de la defensa del Estado laico, el Ayuntamiento sigue mimando la Semana Santa, especialmente por su referente turístico para la ciudad, a la vez que el alcalde ha sido sensible a las creencias de un elevado porcentaje de nuestra población.

En otras fiestas de referencia, como el Carnaval, se han dado avances y evidentes éxitos, mientras que sigue siendo un tema pendiente la apuesta por las fiestas de Navidad y Reyes Magos, con cuya asociación hay una colaboración ostensiblemente más estrecha que en tiempos del PP, como reconoce este colectivo.

El equipo de José María González apenas lleva dos años en el gobierno. Sólo dos años. Ahora afronta la recta final de su primer mandato asumiendo que debe agilizar planes y proyectos, estudios y contratos de servicios para poder ofrecer más realidades de las que hasta ahora se cuentan. Tiene en su favor, entre otras cosas, que ya se han asentado como gestores municipales y, si nada se tuerce, contarán con el plus de los compromisos que están en manos de la Junta de Andalucía, lenta en todo lo que hace, y la inversión europea procedente de la Edusi, tras el inexplicable fracaso de la primera iniciativa, tocada por los cambios de los técnicos.

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