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"El hombre pierde el norte si no conoce las Humanidades"

  • José María Vinardell, profesor jubilado de filosofía y exdirector del IES Alberti, considera que "La figura del profesor ha perdido autoridad: se ha dado mucho poder al alumno y a los padres".

Todos tenemos un profesor que nos ha marcado. El que despertó en nosotros la vocación dormida, el que nos facilitó la elección entre letras o ciencias o el que simplemente nos dejaba con la boca abierta y nos despertaba del letargo con cada clase. Todos ellos parecen ser José María Vinardell Crespo. Al menos así lo recuerdan muchos de sus antiguos alumnos, a los que dio clases de Filosofía en el Instituto de Enseñanza Secundaria Rafael Alberti. No es extraño que su nombre despierte tanto cariño y admiración, porque aún hoy, a sus 82 años, es capaz de sorprender con su curiosidad, sus ganas de seguir aprendiendo y su amor por la música, la filosofía y las letras clásicas.

-Su apellido no es muy común en Andalucía. ¿Cuáles son sus orígenes?

"No me sentaba en toda la hora, siempre daba las clases andando y haciendo que los alumnos intervinieran""La figura del profesor ha perdido autoridad: se ha dado mucho poder al alumno y a los padres""La mente de los estudiantes se está oxidando. La tecnología es un arma buena pero peligrosa"

-Mi apellido es catalán, pero yo nací en El Puerto de Santa María en 1934, aunque enseguida me vine a Cádiz. Estuve en el colegio La Viña y luego entré en el Seminario de San Bartolomé. Allí tuve la ocasión de conocer las letras clásicas, de lo cual nunca me arrepentiré, y sobre todo la música, lo que me ha servido para toda la vida. Salí de allí con una edad algo avanzada porque me di cuenta de que no era lo mío, aunque me hizo decantarme por la Filosofía, que junto a la Estética y la Antropología eran mis asignaturas favoritas.

Oficialmente no tenía estudios, pero tuve la suerte de que me conmutaron el bachiller y el curso preuniversitario, por lo que sólo hice la reválida. Estudié la carrera de Filosofía y para subsistir me dediqué a dar clases particulares, hasta que entré en el célebre colegio de don Miguel Torres Gómez, en Puerto Real, donde coincidieron hasta 700 alumnos de todas partes. Recuerdo que cada día llegaban autobuses con estudiantes de varias localidades. Un día me dijo don Miguel que tenía que dar clases de alemán y me puse a ello. Me sirvió mucho y he seguido estudiando esa lengua durante toda mi vida.

Tras estar en el colegio hice oposiciones y me mandaron a un instituto de San Fernando un año, de ahí pasé al IES Alberti hasta que me jubilé.

-Si le digo "Calícrates el cretense dice que todos los cretenses mienten", ¿qué me responde?

-(Ríe). Esa frase la ponía en clase de Filosofía, tenía a los alumnos todo el tiempo debatiendo y al final no sabían cuál era la verdad, pero eso les hacía pensar y discutir, que era lo interesante.

-¿Cómo recuerda sus clases?

-Recuerdo que no me sentaba en toda la hora, siempre daba las clases andando y haciendo que los alumnos intervinieran. Cuando se podía fumar, veía cómo muchos estudiantes estaban atentos a la ceniza que caía. Las grandes perolatas nunca me han gustado, tenía los libros de texto marginados.

-Esa metodología sería fundamental para hacer la materia amena.

-Claro, es que si la Filofosía es aburrida se convierte en algo terrible. Un día vi que mis alumnos estaban un poco adormilados y les dije: "Cerrad un poco las persianas e imaginaos que estáis despertando ahora y que por alguna razón tropezásteis con la mesa anoche o tuvísteis un mal golpe. Habéis perdido la noción del tiempo y no tenéis memoria de nada. Entonces os asomáis al mundo y escucháis ruidos que son familiares pero que para vosotros ahora son desconocidos. Escucháis el camión de la basura, las puertas que se abren, a vuestra madre levantarse y preparar las tostadas. ¿Cómo empezáis a vivir en el mundo?" Discutíamos toda la clase acerca de cómo era venir de la nada y asomarse al mundo y tener sensaciones. Los alumnos respondían encantados.

También les ponía películas como El séptimo sello o Hair, que me pedían una y otra vez, y que servía para abrir un debate sobre lo que era el mundo hippie, la libertad, el militarismo, la guerra... La asignatura necesitaba dinámicas así.

-Ocupó varios cargos directivos en el IES Alberti. ¿Tenía usted inquietudes en este campo?

-Fui jefe de estudios, vicedirector y director durante varios años, pero no porque yo lo eligiera, si no porque había movimientos que te encauzaban y el claustro estaba de acuerdo. Pero no era lo mío porque suscitaba rivalidades e intereses y te distraían, sobre todo, de tu vocación. Se convierte uno en un administrativo de papeleo y a mí lo que me gustaba era dar clases.

-Esa pasión por la docencia ha marcado a muchos de sus alumnos, quienes incluso se confiesan 'vinardellistas'. ¿Qué siente usted al escuchar esta afirmación?

-Ese recuerdo de mis alumnos desagradable no es, pero al mismo tiempo siento que esperan demasiado de mí y yo soy una simple persona, no más, solo que con unos determinados gustos en los que he tenido la suerte, además, de que me acompañe mi mujer. Sí es verdad que cuando veo a alumnos míos por la calle me saludan con cariño, con algunos mantengo una relación cercana y sé que hay una página de Facebook con muchísimos comentarios sobre mí, pero repito que quizá estén tomando una dimensión demasiado grande sobre mi figura.

-Su mujer también era profesora. Imagino que eso crearía un clima de interés por aprender en su casa.

-Tanto a mis hijos como a mis nietos les hemos dado en casa materias como francés, alemán, lengua y literatura, música, matemáticas... Mis hijos han seguido nuestra vocación docente y los tres son profesores: el mayor es profesor titular de Microbiología en Sevilla, la segunda da clases de Lengua y Clásicas en el Centro Inglés y la tercera imparte Bellas Artes en la Universidad de Málaga.

-¿Nunca pensó en dar clases en la Universidad?

-Tengo que desmentir a mi amigo José Antonio Hernández porque no soy Catedrático de Filosofía, como mucha gente piensa. Me parece que dar clases en la Universidad es una cosa muy comprometida y para la que hay que estar muy preparado. Aún así siempre me he quedado a las puertas de los baremos y eso que he hecho publicaciones, cursos, he acumulado años de cargos directivos... Mi mujer dice que eso se debe a que he estado siempre en contra de la Logse y quizá por ello la Junta me castigó.

-¿Por qué era usted tan beligerante contra esa ley educativa?

-Me parecía que era una especie de mamarrachada, con mucha palabrería altisonante pero que en el fondo no funcionaba. Me acuerdo que se hablaba de 'objetivos actitudinales y procedimentales' y que al recreo le llamaban 'segmento lúdico'... Cuando disfrazan con tanta palabra algo es que hay mucho vacío. Tuve muchos problemas porque lo dije públicamente, en los claustros, delante de inspectores, en prensa...

-¿Y que opinión tiene acerca de la Lomce?

- La Lomce la conozco menos, pero me parece que está hecha a la ligera, que tiene que cuajar. Lo que no me gusta es que hayan quitado la Filosofía y que no le den tanta importancia a las letras clásicas. Tal y como están planteados los estudios las letras tienen menos importancia y menos peso, quizá porque la vida de hoy se impone de cierta manera y la tecnología ocupa un mayor espacio.

-¿Cómo cree que afectará eso a las futuras generaciones?

-El hombre pierde el norte si no conoce bien las humanidades. Llego a pensar que la mente de los alumnos se está oxidando. Desde la aparición de las calculadores se ha perdido agilidad, algo que se nota aún más con la implantación de las nuevas tecnologías. La tecnología frena de alguna forma el desarrollo de las personas. Es un arma buena pero peligrosa.

-La figura del profesor también ha perdido peso con el paso del tiempo y de las sucesivas leyes educativas. ¿Está usted de acuerdo?

-Así es. Creo que la figura del profesor ha perdido algo de autoridad y la culpable ha sido la Logse. Ha dado demasiado poder al alumno, lo que no es malo, pero es que no se ha sabido usar, y sobre todo a los padres. A veces los padres cuando van a hablar con los profesores son terribles. Lo mismo ocurre con los médicos, que son amenazados en su trabajo. Eso no pasaba en mi época.

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