“Podéis contar conmigo”. “Decidme en qué puedo ayudar”… Todos los días, en un mundo materialista, donde el individualismo es la doctrina imperante, siguen sorprendiéndome un grupo importante de personas que con frases como esta se acercan a nuestra organización  ofreciendo un bien impagable, no solo su tiempo, sino su compromiso, su implicación y su fuerza.

En un primer momento, el voluntario expresa simplemente un deseo que necesita materializar, al que necesita dar forma , al que necesita integrar en una acción voluntaria que haga coincidir sus posibilidades de aportación, sus conocimientos y habilidades y su tiempo disponible.

La mayoría de las sociedades y por tanto de las personas que viven en una sociedad concreta tienen una idea del voluntariado profundamente arraigada en su historia y sus tradiciones y que refleja en gran medida sus valores culturales, lo que implica que el voluntariado y el modo en que se organiza depende de la situación económica del país y del momento social  y cultural en que esta inmerso.

Los permanentes cambios en la dinámica de las sociedades, exigen una adecuación simultánea del planteamiento de la acción voluntaria para asegurar su utilidad y eficacia. Esta exigencia es más oportuna en un momento en el que, afortunadamente, aumentan las incorporaciones al voluntariado, fruto de una creciente conciencia solidaria sobre las graves e injustas situaciones de muchas personas, tanto en los entornos más próximos como más lejanos a nuestra ubicación  geográfica y social.

Lo cierto es que millones de personas padecen la  vulneración de sus derechos más básicos. Es imprescindible desde cualquier punto de vista ético, que toda la comunidad internacional concilie intereses y converja en un esfuerzo común para que la Declaración Universal de Derechos Humanos cobije a todos, para que no sólo una parte de la humanidad, la menor parte, tenga acceso al desarrollo y bienestar, personal y comunitario, que esos derechos fundamentales garantiza.

El voluntariado, que se manifiesta cada vez más, como factor imprescindible en la transformación y corrección definitiva de estas  indeseables e inhumanas realidades.

 Naciones Unidas y gobiernos de todo el mundo han reconocido que los Objetivos de Desarrollo para el Milenio no podrán lograrse sin la movilización y el compromiso masivo de la ciudadanía; está claro que una de las mejores maneras de lograrlo es implicando al movimiento voluntario en todos los sectores de actuación y en acciones para erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la educación primaria universal; promover la igualdad de género; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar la asociación para el desarrollo.

 Quisiera destacar que la Unión Interparlamentaria Mundial se ha comprometido a estimular el desarrollo de leyes de voluntariado en todos los parlamentos del mundo, compromiso que la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja ha apoyado.

Todas las personas tenemos la posibilidad de tomar parte activa en el desarrollo de nuestra comunidad: esto es a lo que normalmente nos referimos cuando hablamos de Participación Ciudadana.

 Como sabemos, las formas de expresión de esta participación ciudadana son muy diversas. Aquí se podrían incluir un sinfín de iniciativas: votar, ir a donar sangre en un momento determinado, manifestarse, llevarle la compra a la vecina, colaborar en asociaciones, escribir una carta al director, denunciar por ejemplo una mala práctica o producto, formar parte de consejos u organismos locales de representación ciudadana, etcétera.

 Todas estas formas se pueden agrupar en: iniciativas individuales no organizadas; o iniciativas colectivas y organizadas;  o incluso actividades espontáneas y no organizadas. Sin duda, una de las fórmulas de participación ciudadana más elegidas es la incorporación del voluntariado de las diversas ONG’s.

Pero, ¿qué características son las qué diferencian al voluntariado del resto de manifestaciones de participación ciudadana?  El voluntariado surge de la espontaneidad de la persona, que es participativo, comprometido, altruista, solidario, transformador, organizado y grupal, motivado y capacitado.

 Los voluntarios contribuyen con su acción solidaria a concienciar y a sensibilizar sobre salud, derechos humanos, Derecho Internacional Humanitario, sobre medio ambiente y consumo responsable.  También nos ayudan a conocer mejor la situación y cultura de otros países mediante campañas de educación para el desarrollo. Rompen barreras acompañando a quienes lo necesitan y contribuyen a la capacitación de los más vulnerables. En definitiva, están asumiendo un papel crucial, cada vez más crucial, en un contexto cada vez más descentralizado, en el que la sociedad civil va asumiendo progresivamente un rol cada vez más protagonista.

El voluntariado constituye una enorme reserva de capacidades, energía y conocimiento en lo específico y local, que está prestando una enorme colaboración en el diseño y ejecución de las políticas sociales y humanitarias públicas de las administraciones, y a las que puede seguir aportando su experiencia y transparencia.

 La experiencia de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja nos ha enseñado cómo, en numerosos escenarios del mundo, donde hay precariedad en los recursos de atención y ausencia de estructuras administrativas, son, precisamente, los voluntarios y su acción solidaria los que, prácticamente en solitario, afrontan  la atención humanitaria y emprenden, en la medida de lo posible, el proceso de desarrollo de sus comunidades.

 Hoy se puede afirmar, con hechos demostrables, que el voluntariado es un agente activo de cambio, además de un modo de participación social, y va a tener un papel crucial en nuestro futuro.