EFECTO MOLESKINE

Ana Sofía / Pérez / Bustamante

Lo peor

El mundo es complicado. Asistimos a los últimos atentados suicidas de lobos solitarios que se inmolan en cualquier sitio, se llevan por delante a todos los que pueden, y al final resulta que su acción le suma puntos de estrategia a los extremistas musulmanes y al Estado Islámico. Leo algunas columnas de intelectuales (más bien antiintelectuales) que despotrican contra nuestra falta de valores, nuestro materialismo hedonista y nuestra cobardía por no reaccionar contra quienes están violando nuestro espacio y poniendo en evidencia nuestra enorme fragilidad. Son columnistas que proponen como solución "recristianizar" la sociedad. Creen que lo único que se puede oponer a la Media Luna que esgrimen los islamo-terroristas es la Cruz. No es por faltar, pero hay que ser bobo para pensar que ahora, en occidente, queramos ponernos a la altura de un fanático religioso manipulado por una elite oscura de clérigos reaccionarios, sandokanes amontunados, jeques petroleros, multinacionales maquiavélicas, servicios de inteligencia conniventes con el capital, y capos del tráfico de armas y de narcóticos. ¿Estamos locos? Lo curioso, y lamentable, es que siga habiendo quien sostenga aquí esa confusión entre las esferas y poderes espirituales y temporales. Que siga habiendo quien no quiere darse cuenta de que nuestro pegamento cívico, ahora, no es Dios, sino el Estado de derecho. Que nuestros valores son la libertad (dentro de la ley), la igualdad (de oportunidades) y la fraternidad entendida como respeto y solidaridad con el otro. No salimos a las calles con una metralleta en nombre de Cristo para salvaguardar los privilegios de una oligarquía local. No. Insistimos en la necesidad de impartir aquella asignatura de Educación para la ciudadanía. Hace falta educar a las nuevas generaciones en lo que significa la ética, en la historia de las conquistas sociales, en lo que la convivencia requiere de compromiso, en el difícil equilibrio entre derechos y deberes. Claro que somos frágiles, pero el reconocimiento de nuestra fragilidad no se traduce en que sucumbamos sin resistencia a la violencia y al terror. No somos héroes, pero sí tenemos claro que, para nosotros, pensar, vivir y actuar como ellos sería lo peor.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios