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Eduardo Pérez Pérez Awita clara

Dice Eduardo Pérez Pérez, 32 años, natural de El Saucejo, provincia de Sevilla, de profesión cocinero de un lao pa otro (ambulante) y vecino de la ciudad de Cádiz Norte (lo que era antes el casco antiguo) que de chico en el barrio lo conocían como "El destapaollas".

Dicho sobrenombre se lo adjudicaron porque era su costumbre, cuando aún vestía pantalón a media pierna ir por las casas de las vecinas preguntando "que hay de comé" y si la oferta le convencía pedía sitio en la mesa sin corte alguno.

Ya viste pantalón largo pero sigue luciendo desparpajo. Tiene la autenticidad del tío que ha nacio en un pueblo y la sabiduría que da viajar por el mundo. Siegue siendo un "destapaollas". Su último descubrimiento fue en la Venta "Cuatro Mojones" , un santuario ventero a medio camino entre Villamartín y Algodonales "donde ponen un menuo, Pepe, que no vea".

Pero Eduardo ya no destapa ollas para sí mismo, las destapa para los demás en un singular proyecto que bautizo como "Awita, la taberna ambulante" y que se basa en un remolque de vivos colores que se desplaza por España dándole a conocer al mundo cartuchitos de pavías de bacalao, croquetas del puchero, hamburguesas de carne de retinto y los molletes de Puerto Serrano rellenos de cosas güenas.

Su cocina la define como "aflamencá", "flamencook" dicho en el lenguaje de moda, el pijiinglis, que consiste en decir lo mismo de toda la vida pero en inglés que es como más guaisplais.

La cosa no va mal. Ya participa en el negocio hasta su hermano y la agenda de bodas y eventos a los que asistirá para repartir molletes rellenos de cosas buenas durante 2016 está más abultá que una pared con humedad.

En su remolque, un antigua casacampaña de los años 70 trasnformada en bar ambulante con barra por el diseñador gaditano Raúl Gómez, Eduardo viste "guayabera" de color blanco. Se la vio a un mejicano cuando era estudiante y desde entonces la ha querido convertir en su prenda oficial de trabajo. Con la guayabera puesta, Eduardo, que es blanquito de piel, tiene pinta de gallego de los que despachan en el freidor, porque los gallegos de los freidores siempre han sido de poco color, como si lo más cercano a la playa que han visto fuera el calor del vaho que echan los chocos recién bañados en la freidora.

Eduardo tiene cara de despacharte cuarto y octavo. Es de sonrisa socarrona, de los que desprenden ilusión cuando hablan. No ha perdido su acento de El Saucejo a pesar de que estuvo varios años en el País Vasco donde conoció la cocina de vanguardia y como se hacen los chuletones de ternera en los asadores.

El aflamencao no está solo en sus molletes. Le gusta la música "Rigui" (ya sé que se escribe de otra forma pero no tengo ganas de mirarlo en el google) y el flamenco, el rancio y el de fusión. Lo mismo muere con Enrique Morente y Rancapino que con una copla medio de cachondeo que a ritmo de palmas dice "Me lo como tó".

Devoto de los huevos fritos, solos, sin papas, con puntillas y con la yema poco hecha, no olvida los que le preparaba su abuela "Vitoria" allá en El Saucejo.

Habla con devoción de su éxito de ventas en su taberna ambulante, un mollete relleno de lonchas de carne mechá cocinada en lento con un poquito de manteca colorá. Al principio reconoce que lo vendía poco, cuando lo presentaba como mollete de carné mechá con manteca colorá. Confiesa que le echó marketing y un poquito de la sociología que estudió de joven, antes de decidir que su vida estaría dedicada a "tapaollas". Cogí los carteles y en vez de poner mollete de carne mechá con manteca colorá, bautice al bocaillo con el sofisticado título de "Andalussian Pulled Pork"…desde entonces me lo quitan de las manos.

Sueña con viajar por el mundo con su remolque lleno de molletes de Puerto Serrano, con enseñar su cocina aflamencá y con qué las papas fritas se arranquen por alegrías en Benicarló. Eduardo Pérez Pérez es "awita clara" como aquella comparsa de Antonio Martín que te emocionaba por su melodía auténtica, sin pamplinismo. ¡Vivan los molletes de Puerto Serrano!

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