A los que vais a salir elegidos por primera vez concejales: que no os pueda el miedo escénico ni la jactancia escénica. Ser concejal es especial y no es especial. Es ser concejal. Ser concejal no te convierte en superhombre ni en supermujer, no te convierte en un hombre de Estado, no te convierte en animal político, ni siquiera te convierte en político: eres un vecino haciendo política. Ser concejal no cambia nada en tu vida a no ser que se te vaya la cabeza. Pero a ti no se te va a ir la cabeza porque los concejales a los que les va la cabeza son tontos. Y tú no eres tonto ni tonta. Ser concejal no te va a arreglar ningún problema. Te va a traer problemas. Y lo sabes. Ser concejal no consiste en arreglarte la vida ni en arreglar la vida de los demás, sino en arreglar pequeñas cosas de los demás y complicar pequeñas cosas tuyas. El concejal se mueve en lo minúsculo. Y habrá vecinos muy pesados que te pongan la cabeza loca. También puede llegar a ser muy bonito si lo haces bien. Y tú lo vas a hacer bien. Porque tú quieres ser concejal para que los vecinos digan qué buen concejal fuiste y cuántas cosas hiciste por el pueblo. Y esa pequeña vanidad es necesaria.