Con la venia

fERNANDO / SANTIAGO

Invocar lo que no existe

HACES días Rafael Garófano me obsequió una cita de Paul Valery: "¿Qué sería, pues, de nosotros sin la ayuda de lo que no existe?" a cuenta de la religión y de la empatía que deberíamos tener con los creyentes. Me vino a la memoria un documento enviado a la Cámara de los Lores por Rowan Atkinson en el que defendía que la religión no debería enseñarse en las escuelas y sustentaba el derecho a criticar todas las religiones. Algunas de las frases de ese Memorando son excelentes: "Criticar a una persona por su raza es manifiestamente irracional y ridículo pero criticar su religión es un derecho. La libertad de criticar ideas es una de las libertades fundamentales de la sociedad". Venía a cuento del juego que sostienen los cofrades entre religión y espectáculo para sus salidas profesionales. Cuando conviene es un acto religioso dentro de la libertad para profesar todo tipo de cultos y cuando conviene es una tradición para solaz de la ciudadanía. Esa confusión lleva a miles de controversias, a que no se acepte la crítica a cualquier decisión adoptada por las hermandades o a cualquier ceremonia de culto religioso que se desarrolla en la calle. Todas las ideas no merecen respeto, tuviera que ver. El racismo y la xenofobia son ideas que nuestra sociedad no acepta y que a nadie le merecen respeto. Ni siquiera se respeta a las personas que defienden tales ideas. Así que la religión está sometida al escrutinio público, a la opinión de la gente. Cuanto más aquello que se desarrolla en la vía pública bajo el auspicio de la religión, como son las procesiones. Estos días una cofradía ha decidido no salir en la Semana Santa. No entiendo muy bien sus razones pero alcanzo a comprender que los Servitas no quieren formar parte de un espectáculo sino que pretenden rezar a su dios o a quien sea que se dirijan en su desfile. Todo lo demás que se desarrolla estos días en las calles forma parte de un espectáculo repetido cada año y que algunos pretenden sacralizar como una tradición en sus formas y otros pretenden renovar. Como ocurre con todo espectáculo y con toda tradición. Lo normal del folklore popular a lo largo de la historia. El caso es que todos, creyentes y no creyentes, seguidores de estos desfiles y quienes no le vemos la gracia, tenemos que ceder las calles de nuestra ciudad para que se desarrollen. Encima que no nos pidan que no opinemos. Si no quedara otro remedio me haría del Ecce Homo: es la única hermandad cuyos penitentes van de rojo y blanco.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios