En román paladino

RAFAEL / ROMÁN

Rosas, mosquitos y jacarandas

Cuando corresponde que tengamos plazas y parques con cielo y suelo violáceos por las jacarandas, se nos priva de ese espectáculo poético de la primavera por causa de unas podas rabiosas que dejan a esos árboles escuálidos y con muñones en lugar de con su flor única y característica. Elena Poniatowska hablaba de su marido muerto y, recordando a Manrique, decía en su discurso en la entrega del Cervantes "que observaba durante horas a una jacaranda florecida y me hacía notar "cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando". Esa certeza del estrellero también la he hecho mía, como siento mías las jacarandas que cada año cubren las aceras de México con una alfombra morada que es la de la cuaresma, la muerte y la resurrección". Todo eso nos hemos perdido.

Pero no todo está perdido. Hay placeres sustitutivos. Uno de ellos tiene nombre propio. "Periodista de raza (blanca), nacido en julio de 1963 en Cádiz, Enrique Alcina Echeverría aprendió a leer en voz alta con un Diario, a cuatro patas". Enrique mantiene un blog que destila ingenio y sabiduría, aprendidos en la calle y en las redacciones, en la música y en los libros y pasados por el tamiz de una inteligencia que recorre desde los fenicios hasta el Peña y el Libi, pasando por Alberti, Felipe Benítez y Ruibal. El blog se ha hecho carne y está en papel, que, cuando se produzca el apagón digital, será el medio que guardará la memoria de los que se atrevieron a escribir. Los libros en papel, que ahora tienen su feria en el Baluarte de la Candelaria, se podrán leer después de que el cambio climático arruine nuestra civilización por el agotamiento de los recursos energéticos, la subida de las temperaturas, el avance de los mares y termine por convertir a Grazalema en puerto de mar y a Arcos, Vejer y Medina en islotes de historia venerable. Entonces el libro de Alcina Echeverría -un solo apellido vasco, a la vista- se podrá leer porque a la luz de una vela, el papel resistirá el colapso.

Tras un acto público en el que yo cité a Thomas Jefferson, uno de mis autores favoritos, capaz de defender la preservación de la Constitución federal y darle el derecho a las nuevas generaciones a tener la suya, y tras haber brindado con Alcina con vino de la tierra, el genial Enrique Alcina tituló su crónica como un Gómez de la Serna: "¿Qué tomas Jefferson?" Maestro de la greguería.

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