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De poco un todo

enrique / garcía / mÁiquez /

La bikini y otras operaciones

Qué gratificante que tus intuiciones reciban la sanción de un filósofo. Escribí que "los abdominales predisponen al adulterio", y eso, dicho por mí, podría leerse como una oratio pro domo sua o como lo de las uvas y la zorra. Pero abro el último libro de Higinio Marín, titulado "El hombre y sus alrededores", y encuentro toda una fundamentación antropológica de mi aforismo.

El filósofo explica que zoólogos y etólogos llaman "dimorfismo sexual" al conjunto de las diferencias anatómicas entre machos y hembras. El tamaño de los gorilas, la osamenta barroca de los ciervos o el exótico plumaje del pavo real son ejemplos. Más que a la defensa del territorio, se deben a los esfuerzos por tener acceso sexual a las hembras frecuente y en abundancia.

Aunque desde dentro las diferencias entre mujeres y hombres nos parezcan deliciosamente abismales, somos una de las especies menos afectadas por el diformismo sexual. Es una característica de las especies monógamas, sostiene Campillo Álvarez en "La cadera de Eva, El protagonismo de la mujer en la evolución de la especie humana". Higinio Marín observa, pues, "la creciente y cada vez más intensa diferenciación de los jóvenes -y no tan jóvenes- varones mediante el desarrollo hipertrófico de grandes anatomías musculares que resultan particularmente expuestas durante las temporadas veraniegas", a lo que habría que añadir las operaciones bikinis y otras operaciones que desarrollan hipertróficamente las características femeninas, y se pregunta, medio en broma, medio en serio, si la cada vez menor estabilidad de las parejas, que provoca que los cortejos sean cíclicos o continuos, no estará provocando un diformismo sexual inducido. Eso explicaría la fiebre por la vigorexia, la cirugía estética y la cosmética, y también o la dismorfofobia o el narcisismo, dos caras de la misma moneda.

La estabilidad sentimental, en cambio, espiritualiza: el cuerpo va pasando a un segundo plano, alcanzando a veces cierta invisibilidad, aunque, por fortuna, siempre vuelve. No sólo conviene huir de las generalizaciones, trabajo que en este artículo dejo a la inteligencia de mis lectores, sino también de los extremos. Un cuidado natural del cuerpo, por salud y buen gusto, está bien; pero su exceso debe alarmarnos. Antes, convenía sospechar si te regalaban demasiadas flores. Hoy son los abdominales los que (ventrílocuos extravertidos) nos avisan de algo.

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