HOY, a cien días del 19 de marzo, un grupo de ciudadanos de Cádiz está leyendo el texto de la Constitución de 1812. Esa Constitución es mucho más que un texto bicentenario. Es el fruto de un sueño y de un ansia de libertad. Una herencia y un desafío. Al leer su extenso articulado hay que hacerlo con gratitud y reverencia hacia los diputados que lograron poner por escrito mucho de lo que, como pueblo, estábamos necesitando. Pero no nos quedemos en el ayer: de nada sirve esa lectura si no la hacemos desde el presente, y desde los desafíos que nos presenta.

En 1812 se inició un camino de libertad y justicia que hoy a nosotros nos toca recorrer. Herederos del Doce nosotros, y heredera del Doce la Constitución de 1978, tenemos que identificar los problemas de hoy; y, recuperando aquel espíritu de cohesión -¡porque también entonces la Patria estaba en peligro!- unirnos y caminar unidos en la búsqueda de las soluciones que necesitamos.

¡Necesitamos algo más que la estética de ser capaces de leer, a pesar de nuestras diferencias, un texto de hace doscientos años! Además de leer juntos, necesitamos avanzar juntos. Aquella lectura encuentra su sentido solamente si somos capaces de hacer, también, lo segundo.

"Sangre, sudor y lágrimas", prometió Churchill a una Inglaterra en guerra. Y el pueblo respondió y, unido, logró la victoria. Algo así necesitamos nosotros. Un mensaje claro y sin algodones que nos diga que, a corto plazo, lo vamos a pasar mal; pero que, entre todos, vamos a salir adelante. Un mensaje que fije límites a no tocar, como la atención social a los parados y ancianos, por ejemplo. Un mensaje de lucha sin cuartel contra el fraude fiscal, la corrupción, y la falta de transparencia de esos bancos que, tras recibir miles de millones, siguen pidiendo más sin justificar qué han hecho con el dinero recibido. Con mensajes así, también nosotros seremos capaces de unirnos. ¡Y de vencer!

Juntos, leyendo. Juntos, avanzando.