Con la venia

Fernando Santiago

El veranito

 EL verano es la época de los diminutivos, no sé yo muy bien por qué. Ahora está de moda hablar en liliputiense, no sé si para que aquello de lo que hablamos sea más cool o para restarle importancia. Cuando llega el verano, época ligera y frívola por excelencia, los diminutivos lo inundan todo. No diría yo como el gran Antonio Burgos que hay un tonto de verano de los diminutivos, como extensión de su genial artículo del otro día, porque sería como llamar tontitos a mucha gente. Puede que publique una segunda parte de su artículo y veremos si el tontito de verano forma parte de la fauna de Burgos. Me limito a constatar una costumbre que debería formar parte de las alertas de la Fundación del Español Urgente, esa que te manda al correo todo tipo de consejos que luego nunca se siguen. Así tenemos la playita, la cervecita, el tintito, la terracita, el bañito, los calamarcitos(pero no la ensaladillita de chicharitos, que suena a delantera del Manchester United), la siestecita (pero no la tumboncita ni el protectorcito solar, que el idioma es misterioso). Hay gente que todo el año habla en diminutivos: si se va a tomar una cerveza, es una cervecita, si una tortilla una tortillita y así. No sé si el motivo es la excesiva exposición al sol, el asunto es que todo se empequeñece, salvo las barrigas del personal. Lo que en invierno es moda de algunos en verano se convierte en costumbre de la mayoría. Igual se debe a la insoportable levedad de la estación, la ligereza intelectual de las costumbres o cualquier otro sesudo estudio de la Universidad de Minesota que todavía no se ha hecho público. Quizás Andalucía Tech, la plataforma universitaria  andaluza, podría analizar el fenómeno veraniego ¿a qué se debe que la gente en verano hable como si todos fuéramos pitufos? Si alguien se quiere jincar un vaso, pues adelante, que no nos convenza con el diminutivo como si  de este modo tuviera menos alcohol o menos calorías. Si alguien se quiere pegar un siestón, qué momento más adecuado que las vacaciones de verano para huir del calor de la tarde. Si alguien tiene la peregrina idea de que compartir un trozo de arena con miles de niños maleducados y adultos desaforados es toda una aventura que no nos la quieran colar con el diminutivo. Es la pringue de la playa, no la playita. La gente es asombrosa y tiene las costumbres más extravagantes que imaginarse uno pueda. Pero de ahí a vendernos la moto a todos va un abismo. Es mejor llamar a las cosas por su nombre. Si hay hombres que se ven arrastrados a esa vorágine del sudor y el ruido que es la playa, pero se quieren escaquear un rato, no hace falta que digan que van a tomarse una cervecita o un vinito. Van al chiringuito(este sí que sí, en diminutivo de toda la vida) y se levantan el vaso en tecnicolor , como el cruzado Don Romualdo. Pero que no nos ofrezcan literatura, que no nos hablen maravillas. Como se toma uno la coca cola en casa , en su sillón, con el aire acondicionado y sin que te peguen un clavazo(este también de toda la vida) nada de nada. Gracias Antonio por el préstamo de la idea, que el veranito es época de pocas ideas y a mí apenas me quedan.

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