Andalucía

El discurso de Arenas

  • La inclusión de cargos socialistas en las ayudas a prejubilados refuerza el relato que el líder del PP andaluz prepara para afrontar la campaña electoral de las autonómicas

PARA ganar unas elecciones, es mejor un buen relato que un magnífico programa electoral. En 1982, Felipe González se presentó con un discurso certero y prístino: el cambio era necesario para que la España cutre y aislada de una única marca de papel higiénico funcionase. ¿Y qué es que funcionase? Que los trenes llegasen a su hora, contestó el sevillano. Y llegó hasta un desconocido AVE. El líder del PP andaluz, Javier Arenas, aún no ha explicado cuáles son sus principales proposiciones de gobierno más allá de la reducción del número de consejerías a diez, la eliminación del 50% de delegados en las provincias, más una rebaja de impuestos que obtendrá, entre otros cajones, del recurrente gasto corriente. El chocolate del loro le espetó una vez este periodista al de Olvera, a lo que Arenas, que siempre parece adivinar cuál es la siguiente respuesta, contestó: "Sí, pero es que, en Andalucía, el loro está muy gordo".

Es cierto. Arenas carece aún de programa electoral, entre otras causas porque esperará hasta después de las elecciones municipales del 22 de mayo, pero lo que le está saliendo de maravilla es el relato, y esto es casi crucial para afrontar su difícil, pero no improbable, victoria por mayoría absoluta en Andalucía.

Su relato es el siguiente: el PSOE lleva ya 30 años gobernando en la comunidad autónoma; la Junta ha crecido tanto como un mastodonte que lleva detrás un mamut en forma de "Administración paralela" de empresas y fundaciones donde se colocan a los amigos y "enchufados", y el resultado es un cortijo con un millón de parados.

El vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons -el del pantalón vaquero pulcramente gastado y chalequito de pico-, apuntó esta semana que ahora también se sabe que "el dinero de los parados andaluces ha servido para pagar las jubilaciones millonarias de los socialistas y sus amiguetes". Vaya, el caso Mercasevilla sería, en su opinión, "la mayor trama de podredumbre de la España contemporánea".

Bueno, del mismo modo que los 25.500 trabajadores de las empresas públicas de la Junta no son unos enchufados -que ha sido el eje central con el que el PP abordó el decreto de reordenación del sector público andaluz-, los 695 millones de euros gastados por la Consejería de Empleo para completar las prejubilaciones de trabajadores salidos de empresas en crisis no formaban un "fondo de reptiles". Término certero utilizado, sin embargo, por el ex director general de Trabajo Javier Guerrero en su declaración ante la Policía Judicial. Clavó el titular. Ni que estuviera asesorado.

El relato de Arenas que -sí- está lleno de imprecisiones y exageraciones va resultando coherente, lo está armando bien y los últimos casos, como los de los ERE, le dan verosimilitud. Es decir, Arenas siempre podrá decir que los hechos vienen a darle la razón. Aunque, por ejemplo, el porcentaje del total de funcionarios que hay en la Junta que accedieron por una oposición libre es realmente muy bajo. Hay mucho pata negra de recebo gritando en contra de los supuestos enchufados. Y son estos patas negras quienes, según Arenas, sabrán llevar Andalucía: un mandarinato.

Pero el hecho más demoledor del caso de los ERE no es el procedimiento seguido para pagar unas prejubilaciones que, sin embargo, han salvado a muchas empresas andaluzas de la crisis, sino que entre ellos se hayan colado viejos cargos socialistas que nunca trabajaron en estas compañías. Un ex alcalde de El Pedroso, otro militante de este pueblo sevillano, un ex gobernador civil de Cádiz y algunos regidores más que se conocerán en las próximas semanas. Arenas ha construido un relato, pero las partes más jugosas del guión se las están escribiendo otros.

Lo que sí han aflorado con el caso de los ERE son las carencias en el PSOE andaluz. El relato de Arenas puede ser desmontado, al menos en parte, pero hasta el viernes no fue el consejero de Gobernación, Luis Pizarro, quien centró el asunto: en su opinión, esto es una trama de unos sinvergüenzas, en el que no estaban los anteriores consejeros de Empleo: Guillermo Gutiérrez, Antonio Fernández y José Antonio Viera. Los tres, claramente, abandonados cuando el actual titular, Manuel Recio, mantuvo en los pasillos del Parlamento que ni temía ni dejaba de temer por ellos. Casi envía a la basura los 30 años de los que se queja Arenas. La magnitud del caso, empero, apunta a algo más: cuanto menos, a una trama incrustada como un alien en la Consejería de Empleo desde 1999, año en que entró Javier Guerrero de director general, y éste se hizo amigo de Lanzas en la jiennense Cárnicas Molina.

La actuación del Gobierno andaluz y de la consejera de Presidencia, Mar Moreno, el pasado martes fue impecable desde el punto de colaboración de la Justicia: ahí van todos los ERE hallados irregulares. Pero al Gobierno andaluz le hizo falta, cuanto menos, un contrarrelato que salvase la política de empleo en los últimos años. Y si no es así, que es lo que Pizarro intentó el viernes, la tesis de Arenas irá cobrando fuerza con los hallazgos que la jueza del caso, Mercedes Alaya, puede realizar en las próxima semanas. Con matices o sin ellos, Arenas ya ha conseguido que, desde el final del verano, quien marca la agenda política andaluza es el PP. El relato, de maravilla. Ni Quiñones.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios