En mi cabeza, y no lo puedo remediar, suenan tambores de guerra cada vez que el Decano no supera a un filial, aunque hay circunstancias y circunstancias: si no puede con el equipo B de un megamillonario conjunto que está que se sale y con un plantel excepcional los tambores retumban suavemente, pero si a mi equipo le baila, como le bailó varios momentos en Los Cármenes, un cuadro descendido hace un mes, que no se jugaba nada y yendo incluso con el marcador a favor mi mente eso lo carbura poco. Sí, que al Córdoba también le endosó no sé cuántos, que esto es fútbol -si se juega con los pies no va a ser bádminton, no-, que puede pasar de todo y tal y cual; claro que puede pasar de todo: tanto que contra los últimos de la tabla hemos hecho el canelo en esta recta final desperdiciando una oportunidad preciosa de jugar otro ‘playoff’, opción vital por mil factores. Y eso no entraba en ningún guion por muy cascados que estuvieran los nuestros.

Hay quien se toma la exigencia de pelear por ascender como una exigencia por arruinarnos: Caparrós, De la Villa, Peguero, Rivera o Alcaraz, por nombrar sólo algunos, demostraron varias veces que no tiene por qué ser así en absoluto, pero allá cada cual con el nivel de mediocridad que asuma, en lo deportivo, para el Decano del fútbol español. A mí nunca me calmará ver al Recre pululando por la tercera salvo honrosas excepciones (aquellas míticas y místicas luchas por la supervivencia y poco más). Este año, sin ser ‘obligado’, ha peleado por la parte alta de forma notable y yo aplaudo a rabiar el habernos hecho disfrutar y casi ilusionarnos hasta el final. No soporto, sin embargo, esa cobardía reiterada frente a un colectivo arbitral que nos machaca desde hace años y que en Granada, casualmente, volvió a dejar su firmita: bien merecido está. Tampoco fue el Club precisamente valiente para exigir reparaciones de afrentas y asustan ciertas asunciones, ahí dentro, de mentiras históricas, hoy harina de otro costal aunque no lo olvidaremos jamás, claro que no. Y de fondo, por supuesto, esa calamidad andante, un gafe que desde que saltó provocó el bajón global; eso tampoco es azar y lo saben. La maldición anda suelta y cercana: o lo aleja quien lo trajo o marcado estarán para siempre ellos y marcados estaremos todos como lo estará nuestro Recre, que es lo grave; esa condena eterna es para echarse a temblar. Nos vemos en agosto… si es que todo vuelve a ser ‘normal’.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios