UNO de los acontecimientos más sorprendentes del pasado fin de semana en Cádiz, con la celebración del Bicentenario de las Cortes, fue contemplar las colas de decenas de personas en las puertas de los museos gaditanos. Es, sin duda, una feliz noticia en una ciudad muy poco habituada a colapsar sus centros de arte y de exposiciones.

Pero hay un dato que conviene no pasar por alto, sobre todo porque resulta significativo del ritmo, muchas veces escaso, al que se mueve la vida cultural de Cádiz. Durante estos tres días, el Museo de las Cortes, por ejemplo, recibió casi el mismo número de visitantes, alrededor de 12.000, que durante dos meses la excepcional exposición de los grabados de Goya en el Museo Provincial. Igual cifra alcanzó la Casa Pinillos, aunque en este caso se trata de una exposición nueva, recién inaugurada y cuya estancia en Cádiz será temporal.

Pero el Museo de las Cortes, con su espléndida y restaurada maqueta de la ciudad dieciochesca, lleva más de dos meses abierto después de su rehabilitación, sin que hasta la fecha, que se sepa, sus contenidos expositivos haya concitado tanta expectación. Y los museos públicos, en Cádiz, son gratuitos durante todo el año, no solo durante las aperturas especiales.

La reflexión debe conducirnos a concluir que Cádiz necesita de sus museos, que el gaditano se interesará por ellos si la oferta es atractiva y si, hay que reconocerlo, se le 'pincha' convenientemente. La motivación, en una palabra, aquello que tanto se cuida ahora en el campo educativo.

Afirman que los ciudadanos del Cádiz del Doce eran liberales, cosmopolitas y cultos, y que sobre esas bases surgió la Constitución. Habrá que aspirar a retomar aquel espíritu ante la presencia de algunos intolerantes, chovinistas y cultos de salón.