Sería intento vano y excesivamente pretencioso aspirar a resumir en estas líneas la trayectoria de una de las más prestigiosas dramaturgas, no sólo de Colombia, sino del mundo entero. No obstante, arrojamos unas breves pinceladas de su currículum vítae a través de las cuales se deja constancia de la pasión ilimitada que siente Patricia Ariza por las artes escénicas. Su modus operandi es excepcional tanto a nivel personal como profesional, por lo que no es de extrañar que esta grande de las tablas cuente en su haber con numerosos reconocimientos y galardones tanto a nivel nacional como internacional. Le preguntamos entonces:

-¿Qué supone para usted recibir el Premio Homenaje del FIT?

-Es un estímulo muy grande al trabajo, sobre todo viniendo del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, una cita en la que he participado activamente, y de una forma más especial en el Encuentro de Mujeres, que juega un papel destacado en la reivindicación feminista dentro del teatro, pues el patriarcado no escapa a ninguna práctica cultural.

Así que tengo el placer de conocer la ciudad de Cádiz y su historia, ambas decisivas en el desarrollo de América Latina.

-¿Cuándo empezó a moverse en el mundo teatral?

-Estaba estudiando en la Universidad Nacional de Bellas Artes cuando un grupo de amigos decidimos crear un espacio independiente para desarrollar un grupo teatral. Desde entonces han pasado ya 43 años y puedo asegurar que aún hoy se mantienen varios socios de este colectivo inicial que dio lugar a La Candelaria. Y eso ha sido posible gracias a que hemos seguido creyendo y a que hemos seguido creando. Juntos.

-Es reconocida a nivel internacional la metodología de creación colectiva. ¿En qué consiste?

-Además de un método, la creación colectiva es una filosofía, una actitud que permite crear con el otro para indagar en el subconsciente de la sociedad. Nosotros no trabajamos por dinero, ni por conseguir reconocimientos notorios. Más bien somos un laboratorio que investiga, que trabaja por la pasión de crear. De esta forma conseguimos que el teatro sea capaz de transformar la visión que tiene el público sobre sí mismo y sobre la realidad en la que vive.

-¿Su ardiente compromiso social queda reflejado en sus obras?

-Lo procuro, sobre todo en las performances que llevamos a cabo en la vía pública. Sin ir más lejos, el pasado 27 de agosto realizamos una performance en la Plaza Bolívar de Bogotá con 327 mujeres víctimas de la guerra y la violencia, junto con actrices y bailarinas de gran renombre.

-¿Desde el teatro se puede hacer revolución?

-Sólo desde el teatro, no. Colombia necesita una apertura urgente a la democracia y para ello es preciso la conjunción de varias fuerzas. El teatro posee un rol muy importante en este proceso de cambio, pero no es el único agente implicado.

-¿Qué le diría a una joven promesa que se esté empezando a pasar de puntillas por las tablas?

-Que no se deje convencer por la industria del entretenimiento. El teatro verdadero tiene una función crítica, por eso no siempre es bienvenido. Para poder ejercer esta misión ha de moverse en un espacio libre. Si no hay libertad... no hay nada. Por lo tanto, considero que hay creer y crear con pasión por encima de la fama y del dinero en este mundo tan banalizado por el comercio.

-Trabaja usted en tantos ámbitos que cuesta imaginarla sentada. ¿Le queda algo por hacer?

-Me queda mucho por hacer. No termino un proyecto cuando ya tengo otro entre manos. En cualquier caso, todo lo que he conseguido se lo debo al apoyo de muchas personas e instituciones.

UNA VIDA POR Y PARA EL TEATRO

Fue confundadora del Teatro La Candelaria; fundadora y actual presidenta de la Corporación Colombiana de Teatro (C.C.T.); coautora y autora de numerosas obras; directora de diferentes festivales -entre los que destacan el Festival de Teatro Alternativo, paralelo al FIT de Bogotá, y Mujeres en Escena- así como de otros grupos teatrales como Rapsoda. Además de su labor profesional, forma parte del Movimiento Social que jalona la idea de una salida negociada y política del conflicto armado que vive Colombia, es defensora acérrima de los Derechos Humanos, pacifista y hacedora del movimiento cultural con sectores tradicionalmente marginados.