La Viña vivió ayer un maremoto cofrade, con el epicentro en la iglesia de la Palma, desde la que un mar de azahar inundó el barrio en una nueva jornada de Lunes Santo.

Cinco minutos antes de la salida procesional el párroco y director espiritual de la hermandad, Rafael Fernández, tomaba la palabra a los pies de la Virgen de la Palma para pedir “por la vida de todos nuestros hermanos, por los que están en peligro de ser abortados o por otra forma de ser asesinados”, y demandó que la estación penitencial fuera “un signo de fe, signo de vida contra la cultura de muerte”, para rezar seguidamente el Padrenuestro y el Ave María.

En la reducida capilla se daban cita la alcaldesa Teófila Martínez, con miembros de su equipo de gobierno, entre ellos la concejala Carmen Obregón.

La citada edil formó parte de la presidencia del cortejo y lucía, además de la medalla de la Corporación Municipal, el lazo de dama hospitalaria de San Juan Bautista.  También formó parte de la presidencia el sacerdote Marco Antonio Huelga de la Luz, así como el pregonero de la Virgen de las Penas, Andrés García, que vestía chaqué para la ocasión.

No faltaron hermanos de siempre, como Jesús Díaz y Francisco Pérez, ni los últimos hermanos mayores, Manuel Cerezo, Antonio y Francisco Javier Lucero, a los que se sumó José Manuel Silva, hermano mayor de las Aguas.

Manuel Rodríguez, en su primer Lunes Santo como hermano mayor, se sumó una responsabilidad más, darle la bienvenida a todos, a la vez que el mayordomo, José Rodríguez, cuidaba los últimos detalles para la salida. Cinco minutos antes de las cuatro de la tarde los cargadores de Francisco y Tomás Martín ponían en la calle el paso con la imagen del Cristo de la Misericordia y ya a y media la dirigida por Ramón Velázquez realizaba la primera levantá del palio de la Virgen de las Penas. El olor a azahar inundó la calle de la Palma.