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"El secreto era la gente porque yo solo tenía unas olivitas"

  • José Gómez Díaz. Pepe 'el de Los Pabellones' se ha jubilado tras las obras de seguridad en la finca que obligaron al cierre del mítico bar de la esquina entre San Juan de Dios y la calle Plocia

MORET divisa el horizonte del muelle desde su atalaya de la plaza de San Juan de Dios. Bajo su momento, se da cita diariamente la clientela que acudía al bar Los Pabellones. En el pasado mes de agosto, este mítico bache gaditano cerró sus puertas por unas obras de seguridad en la finca. Era solo por unos meses, pero, finalmente, este rincón no volverá a abrir. Aun así, José Gómez Díaz, Pepe 'el de Los Pabellones' sigue manteniendo una fiel amistad con sus compañeros de copas. En una charla distendida en el salón de juegos de la calle Plocia, hace un repaso a su vida acompañado de su inseparable Miguel Clares.

-¿Que siente cuando pasa por Los Pabellones y piensa que no va a volver a abrir?

-Yo cada día que paso me pongo malo. Me he llevado muchas noches sin dormir. Los vecinos hemos tenido sus más y sus menos. Ahora está la cosa ya bien, pero yo he pasado lo mío. Yo creía que la obra se iba a hacer primero un pedazo, luego otro y luego otro, y yo podría trabajar porque el bar es grande. El primer día de la obra, que era un lunes, empezaron a las siete de la mañana y a las diez de la mañana el mostrador ya estaba en una cuba de escombros. Me salí para fuera y yo ya no sabía ni qué hacer. Ahí lo pasé muy mal.

-En lo sentimental, ¿cómo lleva no volver a ponerse detrás de la barra?

-Yo pensaba seguir, como mínimo, tres años. Una prueba la tienes en que poco antes de Carnaval se pintó por fuera Los Pabellones. Por echarle un cable a los que trabajaron ahí, se pintaron las puertas y todo, cuando en agosto se empezó con la obra. Los mismos vecinos me lo tenían que haber dicho. Las puertas las pinté de verde, las cerraduras todas nuevas, me costó un dinero. Emilio López escribió varios artículos sobre eso de cachondeo. "Se está preparando Los Pabellones para el Carnaval que viene. Está quedando estupendo". No pedimos ni licencia para hacer eso. Era una obra pequeña, pero era una obra. Yo estaba hasta cagado y los policías locales se reían. Miguelito Clares no dejaba a esta gente "ni una cerveza" y un montón de gente por allí diciéndole cosas a Miguelito.

-¿Cuándo toma la decisión de cerrar Los Pabellones y por qué la toma?

-Porque me iba a costar un dineral. Yo tengo Los Pabellones y el piso. Ahí hemos pagado todos los vecinos por coeficiente y el mío es muy alto. Ahora tenía que coger y remodelarlo, por lo que hubiera sido otro dineral. Eso ya lo hará el que lo coge. Yo tengo 65 años y ahora tenía que gastarme ese dinero más el que ya me he gastado. ¿Cuándo repones tú ese dinero? Sin embargo, esto lo hace el que me lo alquila y, encima, me paga.

-¿No podía afrontar el gasto de la obra y era el momento de la retirada?

-No era no poder afrontarlo, sino que no me compensaba por la edad. Si a mí me hubiera cogido con 50 años, lo sigo yo. Seguro. Pero con 65 años...

-¿Cuál es el futuro de Los Pabellones?

-Yo ahora mismo no sé lo que van a hacer, como un ultramarinos o una cosa así. Yo ya no soy nadie allí. El otro día, Nicolás Lucero, cuando lo estuvimos firmando, le preguntó a Guadalupe Manrique -mujer de Mikel Elorza- por el nombre que le iban a poner. Le dijo que estaban barajando varios nombres y le dice Nicolás: "Yo le seguiría poniendo Los Pabellones o Los Pabellones de algo, pero que el nombre de Los Pabellones no se perdiera". Y entonces, Guadalupe le dijo: "Pues no sé lo que haremos". Allí en La Marea ella lo ha dicho y me dijo que no sabía que Los Pabellones era tan conocido en Cádiz.

-¿Le gustaría que se mantuviera el nombre de Los Pabellones?

-A mí sí. De todas maneras, para la gente siempre será Los Pabellones.

-Desde que se jubiló, ¿cómo es su nueva vida?

-Mi nueva vida es desde donde vivo, en Varela, hasta San Juan de Dios y desde San Juan de Dios a Varela. Vengo casi todos los días. El 90% de los días estoy aquí porque allí no me encuentro. Para mí, el Río Saja es una venta de carretera.

-¿Se siente extraño en Puertatierra?

-Sin embargo, mi mujer no. Que si aquí está esto, que si está lo otro, que si la playa... y yo le digo: "Pues allí está Moret".

-¿Está deseando que se acabe la obra para venirse a vivir, de nuevo, a San Juan de Dios?

-Yo sí, lo que pasa es que la mujer es la que manda. Andando, yo estoy en San Juan de Dios en un cuarto de hora. Vengo todos los días y me sirve para estar en forma. Damos una vuelta todos los días. Yo salgo de allí y al llegar al centro me encuentro con unos cuantos, entre ellos Pepe el Caja. Seguimos dando la vuelta por la Alameda hasta aquí, en Moret. Vamos a tomar café al Bar Brim y a Moret otra vez.

-Un puntal del bar es la antología de Los Pabellones.

-El año pasado hicimos la antología de Los Pabellones porque hicieron una Noche de Los Pabellones en el Baluarte de la Candelaria. Después, la antología ha ido a cantar a varios sitios, pero sin competir. En cualquier cosa que sea benéfica y en donde nos han requerido que se necesitaba, íbamos a cantar. Por dinero en ningún lado hemos cantado y creo que se va a seguir haciendo la antología. Los que estaban, están locos con que se haga.

-¿Qué es lo que le llama la atención a la gente para acudir a la antología de Los Pabellones?

-Los ratos que pasamos en los ensayos, aunque Pepe el Caja es un tío duro, pero sabe. Lo pasamos muy bien, hacemos reuniones, quedamos los sábados, nos tomamos nuestra copita, charlamos, con el señor presidente Miguel Clares nos hartamos de reír. Es gracioso sin hacerse el gracioso. Es natural.

-Le tienen mucho cariño a Miguel Clares. ¿Es el alma de Los Pabellones?

-Ahora mismo, sí. El día de su santo estábamos en Moret. ¿Dónde vamos a estar? Unos cuantos allí le dicen: "Miguel, hoy es tu santo. Tienes que convidar". Y él les dice que sí. Fueron a La Cepa Gallega, hablaron con Félix y se lo contaron, que lo iban a pagar ellos. Le dijeron que cuando viera a Miguel que le dijera que debía jamón y eso. Al día siguiente, estábamos por allí y aparece Félix y le dice: "Hombre, don Miguel. Con usted tengo yo que hablar porque tiene usted una cuenta pendiente". Y Miguel, como siempre, le dice: "¿Y eso?". "Pues llegaron ayer unos señores -no nombró a nadie- que bebieron tanto, comieron jamón...". Y Miguel le contestó: "¿Y eso a nombre de quién?". "Pues Miguel Clares. ¿Usted no es Miguel Clares?". Y dice: "¿Clares con s o con t?" Y le dice Félix: "Con t". Y le contesta Miguel: "Entonces lo puedes borrar porque el mío es con s". La forma de la que se libró de la conviá...

-¿Le ha echado Miguel en cara que no vuelva a abrir Los Pabellones?

-Miguel no lo sabe todavía. No se le puede decir. El otro día, el Congui me estaba hablando allí sentado en Moret y Miguel estaba al lado, aunque parece que no está. Se vuelve Miguel y le dice: "Te quieres callar la boca y no calentarlo más, que este tiene que volver a abrir Los Pabellones. Tú eres un chufla". Él se va enterando poco a poco, pero todavía no lo sabe. Tú le preguntas por cuándo va a abrir Los Pabellones y te dice: "Estamos en ello".

-Él le llama Gómez Díaz...

-Pepe nunca y no sé por qué. Él conoce a todo el mundo por su nombre y apellidos. Tiene un ordenador como memoria. Cuando hay que hacer cosas, se echa mano de Miguel. Yo me acuerdo que Antonio Martín presentó un libro en la Diputación y vino Curro Romero con la mujer. Entonces, Miguel le dice "hombre Curro", como si lo conociera de toda la vida. El hombre vio a Miguel y yo que estaba allí le dije que era una gran carnavalesco y que le podía decir un año cualquiera y te decía los premios. Le dijo 1976 y le dijo Carnaval 76 y le nombró a la comparsa entera.

-El Rincón del Veneno se ha trasladado ya a Moret. La tertulia no se ha perdido.

-Allí hay varias discusiones y en este Carnaval, no veas. Ahí se han dado los premios. A las dos nos vamos a tomar las cerveza a varios sitios de por aquí: a La Montanera, a La Cepa...

-Otro trance importante habrá sido el propio Carnaval por las fiestas que se hacían en Los Pabellones.

-Yo el segundo fin de semana de Carnaval bajé y me fui para arriba a la 1. No podía aguantarlo y eso que vino mi hermano Rafael de Santander. Me fui muy mal. Se me vino a la cabeza de todo, la gente, las agrupaciones, lo que era esto...

-Se intentó hacer en otro lugar...

-Eso decía la gente, pero yo dije que no. Yo no me metía en esos terrenos. Yo allí me lo montaba bien. Cantaba una agrupación y salía por la cocina, que yo ya lo tenía todo preparado. Y otra ya estaba esperando. Y había gente que me decía a mí el día anterior que cuál era el plan que había. Yo ni lo sabía. Y eso era milagroso de las buenas agrupaciones que cantaban.

-Todo empezó con la comparsa de Antonio Martín.

-Ahí nació eso. Paraban Martín y Pepe el Caja. Y Paco Alba. En el Rincón del Veneno había una serie de gente buenísima. Venía el payaso Popey a Los Pabellones para enterarse de los últimos chascarrillos y luego los soltaba en el circo. Paraban el Ratón, el Malia, Rovira, que era masajista del Cádiz, el Lapi, que era muy amigo de él. Yo tenía una nevera de estas anchas, pero de nieve. Tú entrabas allí y tenían unos vasitos de cristal y las medias limetas. Llegaban y se ponían su vaso y te decían: "Pepe, pon ahí media ya". Las tenían en cola las medias limetas. Con el tiempo caluroso te decían que pusiera las botellas en la nevera, que ahí no se ponían frías, sino que se mezclaban porque ellos el vino frío decían que era "para los ingleses". Además, siempre te decían que lo querían del barril del centro.

-Nunca cobró ninguna agrupación en Los Pabellones.

-Y, además, cantando. Que no venían y te cantaban dos pasodobles. Algunas agrupaciones han tenido peleas entre ellos porque estaban esperando.

-Con toda la relación que ha tenido Los Pabellones con el Carnaval, ¿no le hubiera gustado salir?

-Yo no podía salir. Me gusta escuchar mucho y yo he vivido muchísimos ensayos. En el mes de octubre, estaba el concurso de antologías de la peña Paco Alba, que se hacía o en el Andalucía o en el Falla. Los Pabellones ganábamos casi todos los años. La última vez que fue en el Falla, antes de remodelarlo, no nos querían dejar entrar porque llevábamos una bandera. Hacíamos un pasacalles de aquí al Falla y por cojones entró eso. Llevábamos hasta un perol de fino. Y los ensayos que hacíamos. Yo tenía las huevas y las bocas pequeñas, ya que no se vendían y nos las traían regaladas. Calculábamos cuándo hacíamos los ensayos y cuándo venían los barcos de Senegal o Mauritania y encargábamos las bocas. Me traían sacos. Hicimos un ensayo con Pedro Romero debajo del Pemán con 'Encuentro árabe andaluz'. Estaba el que tenía la venta del Chato, que llegó a ser jurado del Falla. Ese vio las cosas que llevábamos y me dijo: "Qué arte tenéis para hacer estas cosas". Y yo le dije: "Arte no, lo que hay que tener es ganas de hacerlo y tú puedes hacerlo mejor que yo".

-Hay un comentario que dice que la clientela de Los Pabellones ha negociado con el resto de bares para mantener los precios. ¿Es verdad?

-Con este, por ejemplo. No tenía botellines de Cruzcampo y, mira, ya tienen Cruzcampo. Pregúntale lo contentos que están. Paramos en el salón de juegos, en La Cepa Gallega, La Montanera, en el bar Terraza algunas veces... Nos respetan los precios.

-¿Cuál era el secreto de Los Pabellones?

-El secreto de Los Pabellones era la gente de Los Pabellones porque yo nada más que tenía unas olivitas. Luego, cualquiera traía comida. Podías traer lo que quisieras.

-¿Es un tipo de taberna que puede perderse?

-Yo creo que sí. El otro día estuve en La Cepa con Ildefonso Marqués y me presentó al presidente del Casino, Miguel Nuche. Este hombre me dejó impresionado de la opinión que tiene de sitios así y que no se podían perder estas cosas.

-¿Le molesta las opiniones de desprestigio sobre este tipo de tabernas?

-Yo he visto que la gente de los bares de por aquí no me conocían. Ahora me conocen y me dicen que no pensaban que Pepe y su clientela era así. Hay sitios donde no te dejan cantar porque hay gente a la que no le gusta. Porque te tomas unas copitas y unas tapitas, y eso requiere un cantecito.

-Los Pabellones tiene hasta el nombre de una agrupación y le dedicaron un tango.

-Nosotros allí en el Falla lo pasamos de categoría. Se terminó la bebida en medio del popurrí. Yo estaba en el mostrador y menos mal que el coro tenía treinta y pocos tíos. A mí mismo me inscribieron, así que ya me puedo apuntar para pedir el Antifaz de Oro. Allí no había quien callara a la gente en el mismo escenario. Mi hijo Roberto, que era un chiquillo, y Juan el Manco, que vende números, estuvieron echando la bronca y yo diciéndoles que "estamos en Los Pabellones".

-¿Cómo puede definir a su clientela?

-Son pabellonistas de toda la vida. Ellos lo están echando de menos igual que yo. Nos seguimos viendo, pero ya no es lo mismo.

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