Cultura

Cerca de dos siglos de música transcrita para dos pianos

  • Los hermanos malagueños Víctor y Luis del Valle interpretaron en el Palacio de Congresos piezas de autores como Antonio Soler, Falla, Lecuona o Mozart

Obras: Antonio Soler, Manuel de Falla, Ernesto Lecuona, Wolfgang Amadeus Mozart y George Gershwin. Lugar y fecha: Palacio de Congresos. Domingo, 22 de Noviembre de 2009. Asistencia: Un cuarto del aforo.

El programa general del VII Festival de Música Española de Cádiz nos proponía el domingo una velada con nombre, En torno a 1812, entradilla que no se entiende muy bien, siendo así que ninguno de los compositores interpretados vivía en 1812; Mozart murió 21 años antes y Falla nació 64 después.

Con la colaboración de la Asociación Qultura, el dúo de pianos formado por los hermanos malagueños Víctor y Luis del Valle ofreció obras de Antonio Soler, Manuel de Falla, Ernesto Lecuona, Wolfgang Amadeus Mozart y George Gershwin, un recorrido musical de 185 años en transcripciones para dos pianos, excepto la Sonata de Mozart. A lo largo de la historia de la música el fenómeno de la transcripción, del arreglo, ha venido siendo moneda corriente, con mayor o menor acierto como es lógico y como quedó patente anoche.

En repertorio dos Conciertos para dos pianos (en realidad "para dos órganos obligados"), en Do Mayor y en Sol Mayor, del Padre Soler, fragmentos de La vida breves y El amor brujo, de Falla, la Malagueña de Lecuona, la Sonata para piano a cuatro manos, KV. 521, de Mozart, y una selección de Porgy and Bess, de Gershwin.

Los 6 conciertos "para dos órganos obligados" que el P. Soler compuso "para la diversión del Serenísimo Infante de España Don Gabriel de Borbón" muestran lo más creativo, galante y festivo de su autor, heredero directo y destacado de Scarlatti como todos los clavecinistas españoles de la época. Si bien los compositores del denominado clasicismo musical evitaban lo subjetivo, pretendían obras muy contenidas en sus emociones, casi geométricas, la lectura de nuestros pianistas me pareció plana, mecánica, atropellada en ocasiones, faltas de inspiración, dentro de una corrección técnica indiscutible. Naturalmente en la versión escuchada se pierde por completo el efecto espacial que probablemente buscó Soler con los dos órganos.

Los arreglos para piano de algunas obras de Falla son frecuentados por muchos intérpretes ávidos del exhibicionismo que procuran estas piezas de efecto irresistible. Falla abominó siempre de este controvertido hecho hasta el punto de caer en auténticas rabietas ante ello, como cuando su amigo Rubinstein las utilizaba como propinas en sus recitales, lo que hacía habitualmente. A mí, el Falla de anoche me pareció poco soportable; martillado, borroso, atropellado, incluso agresivo, descolorido y carente tanto de relieve sonoro como del aire de danza de las composiciones, aunque tocaran todas las notas de las partituras. Algo parecido se puede decir de la Malagueña, de Lecuona, en la que resultó difícil percibir la ternura y la calidez que late entre sus notas.

Las sonatas de Mozart para piano a cuatro manos son vivo exponente de su estilo concertante. La que hoy nos ocupa brilla de manera especial por elegancia y por las dificultades interpretativas que el propio autor consideraba. Llena de brío y virtuosismo, con pasajes en corcheas de auténtico tormento, la versión de anoche, esta sí, resultó espléndida. Diálogo claro entre los dos instrumentos, articulación precisa, gradaciones dinámicas ajustadas, coherencia formal, detallismo tímbrico, convirtieron la obra en la perla de la noche.

La Fantasía para dos pianos sobre Porgy and Bess, de Gershwin, fue realizada por Percy Grainger en 1951 y alcanzó el éxito rápidamente. Aunque se trata de una obra brillante, con ritmos sincopados y escalas propios de Gershwin, bien resuelta como pieza autónoma para los dos instrumentos a cuyos titulares exige una importante solvencia técnica, pierde cuanto de dramático, de "negritud", tiene la ópera original. Con esos mimbres los hermanos del Valle hicieron una traducción de bravura, vigorosa y contrastada, delicada en los pasajes líricos, jazzística cuando así se pide.

Un concierto, en resumen, salvado por la segunda parte.

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