Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Cultura

"Yo me quedé muy muy quietecito"

  • Los testigos relatan los momentos de pánico durante el breve paseo de los toros por el centro de la ciudad · Casi un centenar de personas acudió a verles en el Campo de las Balas

“Pues no me viene un poli todo alterao y me pregunta ‘oiga, ¿ha visto un toro?’ como si me dijera ‘oiga, ¿tiene usted fuego?’. Ahí, la verdad, me empecé a preocupar”. Las historias que se escuchaban en el castillo de Santa Catalina a la una de la tarde, con un fondo de toros silueteados en el mar, eran las de una jornada que sería inscrita, con toda seguridad, en los futuros cuplés. Alrededor del Campo de las Balas, un dispositivo nunca visto. El mejor mirador, en el castillo, cuyo vigilante, durante un instante, no alcanzó a comprender este repentino furor popular por la cultura local. Y en el castillo, algunos de los que habían presenciado el paseo de los martelilla por las calles de Cádiz con el mismo porte que si se estuvieran enseñoreando por Estafeta.

Miguel es de los que vio pasar los toros a su lado por la calle de la Rosa. “Me había dicho un colega ayer que si  quedábamos para ver los toros de la película y yo le dije que qué toros ni ná, que no íbamos a ver ningún toro y que yo no me pasaba cuatro horas como un pasmarote para no ver ná. Y esta mañana salgo recién duchaíto, pero todavía con legañas, y lo primero que veo, la primera imagen del día, son los morlacos esos viniendo pa mí . No es que me diera tiempo a pensar, pero me hice a un lado y me acordé de los reportajes de los tiburones, esos que dicen que hay que quedarse como un muerto. Así, fue, yo me quedé muy muy quietecito y pasaron los toritos sin echarme cuenta y dejándome el susto en el cuerpo”.

Otra vecina contaba que los vio desde el balcón porque le avisó su madre: “Fue un visto y no visto, yo lo que vi fue gente en la calle metiéndose en los comercios, agarrándose a las verjas. No había mucha gente por la calle, que si llega a haber más...”

Primero hubo pánico, luego chufla y, por fin, apareció Radio Macuto. Empezaron a correr sangrientas historias. De la mujer herida inicialmente, que un hombre muy convencido dibujó como una pobre anciana con andador -en realidad, era una mujer de 45 años golpeada con los cuartos traseros, se pasó a dos, tres y numerosos heridos, algunos de ellos muy graves. Siempre había alguien que había comentado algo. La más  delirante de las historias fue la que escuchó por el móvil uno de los espectadores del castillo, cuya madre había sido informada de que los toros corrían a su libre albedrío por la avenida empitonando todo lo que se moviera. “Mamá, no  creas esas cosas, los toros están aquí. Los estoy viendo y te aseguro que están de lo más tranquilo”.

Otra de los  testigos de los ‘toros de Cádiz’, Marisa,  quitaba fiereza a los animales. “Yo lo que he visto es que iban muy derechitos, como si se supieran el camino. No he visto que se distrayeran con nadie ni que hicieran ni un amago de embestir, pero yo he visto cinco y aquí hay siete. No sé dónde estaban los otros dos.La gente se metía en las casa puertas y los toros pasaban sin prestarles atención”. No recordaba si iba alguien dirigiéndoles. “Yo no he visto a nadie”.

En la persecución personal de este cronista tras los toros -pensaba que lo normal era corter delante de ellos, pero mire usted por dónde cómo cambian las cosas-, en la que unas veces decían que estaban en una calle y otras en otra, lo que se pudo observar fue caos y nerviosismo por parte de los técnicos del equipo de rodaje y  a los  pastores de la vara enmarañándose en las callejuelas. Al tiempo, mucho miedo entre las numerosas madres con carrito que paseaban a esa hora por el centro. “¿Que hay un toro? ¿Dónde, dónde hay un toro?”. Es posible que en ese momento los siete toros hubieran llegado a destino, pero cada callejón se había convertido ya a esas alturas en una amenaza.

“¿No queriáis película? Pues aquí la tenéis”, ofrecía en el castillo un joven a unos amigos recién llegados. Era el momento en que la policía local iniciaba su maniobra envolvente sobre los animales, conminándoles con una vara desde el interior del vehículo a acompañarles al camión que les esperaba para devolverles a la finca. A la primera no obedecieron y dieron un rodeo para echarle un último vistazo al mar; a la segunda, los toros se miraron y se dirían “¿y si nos vamos ya a casa?”. Y, mansamente, volvieron al redil.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios