Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Concurso

Encuentro en torno a las letras

  • El Certamen de Relatos Cortos de 'Diario de Cádiz' cumple su IX edición Organizadores de la convocatoria y ganadores de esta edición celebraron ayer la efemérides de la lectura.

El coleccionista, por Ángel Torres Quesada

Algunas tardes me acercaba al quiosco de doña Pura, que estaba en la esquina de las calles Cervantes y San José. Allí me reunía con una patulea de chavales para cambiar las estampas repetidas y comprar sobres con la esperanza de conseguir los números que me faltaban para completar el álbum de Robín de los Bosques y Los Tambores de Fu-Manchú. También iba allí para recoger el semanario Pulgarcito y el de Hazañas Bélicas que la dueña me guardaba.

 

Cuando doña Pura me veía entrar, sacaba de debajo del mostrador los tebeos que yo coleccionaba. No podía comprar todos los que me habría gustado. Siempre andaba escaso de dinero; pero aquel día había reunido cinco pesetas y elegí el semanario El Coyote. Me quedé sin una perra gorda. Al llegar a la salida me paré y empecé a ojear la compra. 

 

Enfrente de la tienda había una mercería, y al lado una oficina de empeño. Su dueño también compraba alhajas de oro. De ella salió un hombre mayor, de unos setenta años o más, alto y bien vestido. Cruzó la calle y entró en el quiosco. Al pasar ante mí, me echó una mirada sorprendida, como si no esperase verme allí.

 

Al verle, doña Pura lo saludó sonriente, se agachó y puso en el mostrador un enorme montón de tebeos atados con una cuerda. El cliente le puso en las manos unos billetes, agarró el paquete y se marchó presuroso.

 

Al ver mi cara de curiosidad, doña Pura me dijo:

 

-Es mi mejor cliente. Viene todos los meses a recoger los tebeos que le guardo. Los colecciona todos. Pero antes entra en el empeño. Creo que allí vende cosas de oro. Ahora que os he visto juntos, creo que os parecéis. Él tiene una verruga en la mejilla derecha, como tú, Manolito. Qué casualidad. Y los dos os llamáis igual.

 

No pude resistirme al impulso de seguir al hombre llamado Manuel. Caminé tras él un rato, hasta que lo vi pararse ante una bóveda de la muralla de San Carlos. Abrió la puerta y entró. No la cerró, la dejó entreabierta. Con sigilo me acerqué y eché un vistazo al interior. Me quedé de piedra: el interior estaba lleno de estanterías, todas repletas de tebeos. 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios