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Cultura

El viaje artístico de María Escalona

  • La pintora inauguró ayer en la galería Benot la exposición Brumario, en la que recrea las escenas de sus trayectos en carretera y su búsqueda de la fascinación

Brumario es el nombre del segundo mes del calendario republicano francés, el segundo también de la estación otoñal. Es la temporada de octubre a noviembre, cuyos cielos, horizontes y brumas embelesan a la joven artista María Escalona, que ayer inauguró su muestra en la Sala Benot bajo este mismo título.

La galería gaditana acoge por primera vez la obra de esta creadora de paisajes, tomados de los trayectos de ida y vuelta de su Málaga natal a Madrid, donde reside, así como de su propio trayecto vital.

"Brumario es un viaje en carretera, de lo que vemos en el paisaje cotidiano en estos trayectos en los que no nos pararíamos a fotografiar, pero que están ahí para mirar". Un recorrido, puntualiza la pintora, protagonizado por estos elementos que conforman el paisaje, matizado bajo la bruma típica de este momento del año.

Momentos rescatados de su memoria, en parte, así como de estos tramos de sus trayectos inmortalizados en fotografías, que recompone desde su propio imaginario pictórico. "Juego un poco con la realidad, con esos elementos que encuentro en el camino como son casas, casetas de campo, palos de luz.. y los compongo a mi antojo. Pero también es parte de realidad".

En total María Escalona, hija del artista Pedro Escalona, presenta 25 paisajes y un apartado de retratos infantiles, como reflejo de su trabajo en una época anterior en la que trabajaba con una galería madrileña.

Brumario recoge así estos recorridos por los paisajes de su propia vida y por los que le lleva a esta "búsqueda constante de todo lo que me fascina", puntualiza la autora, "como la climatología".

"Siempre he vivido en el campo, hasta hace muy poco tiempo, y siempre me ha gustado. Sobre todo, los cambios bruscos de tiempo que se producen".

De esta forma, Escalona se detiene en el cielo y la tierra, y todo lo que media entre ambos, bajo el prisma del adverso tiempo meteorológico. En las nubes, cielos encapotados, grisáceos, que parecen sobrecoger toda una escena a veces salpicada por casas de campo, otras por torres de luz, por árboles, arbustos y por verdes prados otoñales o nostálgicos descampados. Escenas con guiños vitales del propio ciclo de la vida de las estaciones y la naturaleza, y del hombre que habita en ella.

Es su forma de expresar todo cuanto observa y descubre. De pintar sus propios paisajes, que bebe de sus experiencias y de otros autores de todas las épocas como el paisajista estadounidense Whistler o el francés Corot. De su padre también, con el que ha compartido estudio, y del que ha aprendido de su trabajo constante, para obtener resultados. "He aprendido mucho de él, me ha guiado en la pintura", señala.

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