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Cultura

Por la puerta grande

  • Los Toreros Muertos graban en el Falla su disco aniversario

Deseo concedido. Y merecido. Si hace un par de días, Pablo Carbonell confesaba la "ilusión" que le haría que el público del Gran Teatro Falla coreara aquello de "esto sí que es una chirigota" en el concierto de Los Toreros Muertos, la noche del sábado el showman gaditano pudo dormir a pierna suelta, como el angelito endemoniado que es, con la satisfacción del sueño cumplido. Y es que ocurrió. De forma espontánea, natural, casi como algo fisiológico, "¡esto sí que es una chirigota!", explotaba el respetable casi al término de la actuación de un grupo que salió triunfal, por la puerta grande, en su vuelta a los ruedos y en su cita con Cádiz en una noche que quedará para la posteridad en el disco del 30 aniversario de la formación.

Una noche donde Los Toreros Muertos dieron la estocada definitiva al aburrimiento con su cancionero delirante, hilarante, extravagante y demás adjetivos terminados en ante que califican los mejores adornos de la música de antes. Llegaron desde su cripta de cristal para advertir al respetable que Nadie dará más por su dinero, una verdad absoluta para rotular su mini gira por Andalucía que concluyó con este directo al que acudió menos público del que se aparentaba. En otras palabras, quien estuvo se dejó notar. No faltó el calor, el ambiente y el ruido porque las ganas de escuchar a los Toreros se traducían en guiños susurrados a gritos a los protagonistas, gestos cómplices y, cómo no, múltiples coreados de los míticos himnos de Los Toreros Muertos. Y es que, en cierta manera, la euforia colectiva también tuvo mucho que ver con ese viaje en el tiempo que supone un concierto de esas características. Un público maduro al que Toreros entregó por una noche el secreto de la eterna juventud. El público lo agradeció con sus jaleos, eso sí, sentado en sus localidades, que ya se atesora una edad...

Carbonell, Moure, Piccolini y compañía no decepcionaron a los aficionados. Si bien es cierto que el sonido, sobre todo al comienzo de la actuación, dejó un poco que desear, tampoco es menos verdad que durante la hora y media de actuación el espectador logró reconciliarse con la música, con esa parte loca, creativa, sin ataduras y extrañamente sanadora que posee el arte.

La escena prometía fiesta. Globos y serpentinas desperdigados aquí y allá rimaban a la perfección con Carbonell de corbata y bermudas, con maquillaje de zombie y sonrisa diabólica, y con el resto de músicos con atuendos igual de desconcertantes. Eso sí, los tres Toreros originales se distinguían de Antonio Iglesias y Fernando Polaino (batería y guitarra) por las coloridas guirnaldas de flores al cuello.

Tocaron de vicio temas inolvidables y alguna nueva propuesta como La naturaleza, una canción de un estilo, el country, con el que nunca se había atrevido el grupo y al que se lanzan ahora "gracias al Omeprazol", jalonados por las histriónicas maneras de su intérprete y por la decena de artilugios que colocó en una mesa en escena donde se adivinaban bocinas, pito de caña, cascabeles...

Sueltos y enchampelados, rotundos y más vivos que nunca, temas como Tu madre tiene bigote, El último mono de la Nasa, Soy falangista, Yo no me llamo Javier, On the desk, Manolito y A tu casa, entre otras de las veintidós canciones interpretadas y que compondrán el nuevo disco, activaron el resorte de la máquina del tiempo, el botón para viajar a una parte de la historia musical de nuestro país y de la historia personal de cada una de las personas que la noche del sábado decidió volver a reencontrarse con Los Toreros Muertos.

La locura llegó cuando a Carbonell le dio por canta eso de "y creo que he bebido más de 40 cervezas hoy...". Agüita amarilla encendió al Falla pero Bum bum, Zis zas y Hoy es domingo tampoco dejaron indiferente al volcado respetable que marcaba la intensidad de la noche desde sus inicios con Probando y Los toreros muertos, y que no decayó con la Canción del adiós con la que concluyó el concierto, no sin que antes un emocionado Carbonell entonara a capella el himno Andalucía en el día de su festividad. "Otra, otra", suplicaba el Falla. Con la respuesta clavó las banderillas: "Nos encanta estar aquí pero tampoco nos importa irnos a tomar unas cervecitas". Toreros. Toreros.

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