Susan Hallam. Catedrática de Educación y Psicología Musical

"Es muy difícil estar triste mientras tocas un ukelele"

  • Estudió violín en la Royal Academy of Music y fue segundo violín solista de la BBC Midland Light Orchestra. Imparte clases en el Instituto de Educación de la Universidad de Londres.

Muchos de los recuerdos de Susan Hallam están asociados a la música. Como cuando fue a Berlín con su orquesta antes de la caída del muro y conoció el control que había tras el telón de acero: "Nos separaron a niños y niñas y nos tuvimos que sentar por orden alfabético". Después de aquello, estudió violín en la Royal Academy of Music y fue segundo violín solista de la BBC Midland Light Orchestra. También estudió Psicología en la Universidad de Londres, en cuyo Instituto de Educación es catedrática de Educación y Psicología de la Música en la actualidad.

-¿Es verdad eso de que la música amansa las fieras?

-Antes de la II Guerra Mundial la gente sólo escuchaba música en las iglesias, pero la tecnología ha mejorado mucho y cada uno puede escuchar la música que quiere. Gracias a esta disponibilidad, las personas utilizan la música para cambiar su humor y hay quien es capaz de hacerlo muy bien. Desde que tenemos unos quince años somos muy conscientes de cómo funciona eso.

-¿Cómo son esos efectos?

-Dependen del sistema nervioso. La música lenta nos tranquiliza, nos baja las pulsaciones y la temperatura corporal, al contrario de la más estridente. No sabemos cómo funciona exactamente a nivel químico, pero afecta a los centros del placer del cerebro. La música que te gusta va directamente ahí y si no te gusta puedes llegar a enfadarte.

-¿Eso es lo que estudia la psicología musical?

-Es un campo muy amplio que analiza todo lo que tiene que ver con la música en nuestras vidas, como su influencia en el aprendizaje. También se pregunta sobre el origen de la misma, sobre si pudo surgir por accidente.

-¿Qué han descubierto hasta ahora?

-La teoría principal dice que nació como una forma de reforzar la identidad del grupo. Todavía hoy puede verse en las aficiones de fútbol, en las escuelas y en los grandes eventos, como bodas y funerales. La música es muy poderosa, por eso hay quien quiere controlarla. En la Unión Soviética, los políticos prohibían ciertos tipos de música.

-¿Hay música en la naturaleza?

-Hay pocos estudios sobre el tema, pero es verdad que las vacas producen más leche si les ponen música. También hay un debate sobre si el cantar de los pájaros puede considerarse como tal y puede que en animales marinos haya algo parecido, pero no sabemos lo suficiente.

-¿Qué opina de las embarazadas que ponen música a sus bebes?

-La capacidad de oír se desarrolla en el útero, por lo que cuando el niño nace reconoce la voz de su madre. Pasa igual con la música. El recién nacido la recuerda, pero no sabemos si es útil. Lo que sí sabemos es que los prematuros que escuchan música ganan peso más rápido y mejoran en muchos aspectos. Las madres siempre han cantado canciones a sus niños, por lo que somos conscientes de estos efectos de forma ancestral.

-¿Qué beneficios tiene la educación musical?

-Los hemos estudiado porque para que los políticos presten atención a la música hay que demostrarles que es buena. Sabemos que tiene beneficios en lingüística, porque ésta se basa en procesos sonoros. También ayuda a desarrollar la memoria, así como la capacidad de lectura. El ritmo es muy importante para mejorar el razonamiento espacial, que está relacionado con ciertos ámbitos de las matemáticas. Por esos dos motivos, la educación musical tiene impacto en los test de inteligencia, ya que se basan en las capacidades lingüísticas y de razonamiento espacial.

-¿Y en el apartado social?

-Los niños que tocan un instrumento tienen mayor confianza en sí mismos y son más capaces de concentrarse. También influye el hecho de tocar en un grupo, ya que el trabajo en equipo ayuda a resolver problemas. No se puede retrasar un concierto por una pelea interna. También hay terapias de grupo basadas en la música que ayudan a menores que tienen algún tipo de trauma.

-¿Cómo sería una educación musical de calidad?

-Es muy importante que los profesores se comuniquen, que sean divertidos. No se puede prohibir a un niño cantar porque lo haga mal. Es devastador para ellos, por lo que el docente debe ser sensible para que la asignatura de música sea una experiencia positiva. Respecto al estilo de las clases, hay que adaptarlo a la edad del niño. El ritmo tiene gran importancia, pero también cantar y tocar algún instrumento.

-¿Y para los adolescentes?

-Se produce un cambio muy llamativo. Los niños escuchan cualquier cosa, puesto que tienen lo que llamamos la oreja abierta. Cuando el niño crece, el pop, el rock o el rap se convierten en parte de su identidad y le ayudan a formar parte del grupo. El problema es que la música del colegio es diferente de su estilo, por lo que el reto está en crear fórmulas que llamen su atención y en esto es muy importante el maestro.

-¿Géneros como el pop o el rock pueden provocar también beneficios?

-Sobre todo en el terreno social. En Inglaterra hay clases que trabajan con canciones pop que luego tienen que interpretar delante de los demás. Eso mejora su autoestima y creo que es una técnica que funciona con cualquier género.

-¿Es posible que no se detecten genios musicales por falta de impulso a la educación musical?

-Es más condicionante la existencia de oportunidades que la predisposición genética, pero hay que ser realistas. No todo el mundo puede convertirse en un profesional de la música. La gente tiene que verlo como una afición de la que disfrutan, sobre todo entre las personas mayores.

-Explíquese.

-Los beneficios son tan buenos como en los jóvenes. Estar en un coro ayuda a estructurar la vida de una persona de 60 años. Pueden conocer gente y cuando actúan en conciertos pueden demostrar a su familia que siguen siendo muy capaces. También mejora su memoria e incluso conozco casos en los que han dejado la medicación por depresión. Es muy difícil estar triste mientras tocas un ukelele, como me dijeron una vez.

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