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Teresa Dabán Sánchez. Economista del FMI

"La consolidación fiscal, que aquí llaman austeridad, es inevitable y está por hacer"

  • Antigua alumna de la Universidad de Málaga, desmonta el mito de los 'hombres de negro' del FMI y defiende el papel desarrollado por la institución durante la crisis.

"Ni todos son hombres ni todos vamos de negro", dice Teresa Dabán, economista del Fondo Monetario Internacional (FMI) desde hace 15 años. Una flor morada en la solapa del traje, eso sí azul oscuro, en recuerdo del genocidio armenio, revela su proximidad a este país, donde es economista residente del FMI desde hace año y medio. Antes de formar parte de esta élite mundial trabajó en el corazón de la maquinaria que preparó el ingreso de España en el euro. Y antes aún fue alumna de la Universidad de Málaga a la que acude de vez en cuando a dictar conferencias. La última la pasada semana, dentro del programa que conmemora el 50 aniversario de la Facultad de Económicas.

-Entre 1991 y 1999 formó parte del equipo de economistas de la oficina presupuestaria de España. Vivió en primera persona la última etapa del PSOE y la primera del PP. ¿Cómo fue ese periodo?

-Estuve en la Dirección General de Planificación, después llamada de Programación y Análisis Económico, que apoyaba la parte macroeconómica de los Presupuestos Generales del Estado en el Ministerio de Economía y Hacienda. Fue una etapa interesante. Se trabajaba en la entrada de España en el euro y todo giraba en torno a las políticas presupuestarias para cumplir con los objetivos de inflación y déficit. Había una gran presión basada en un gran consenso. Fue muy importante que España estuviera en la primera ronda de países que entraron en el euro y no perdiera esa batalla.

-Durante esta crisis se ha culpado mucho al euro y se ha lamentado no tener el mecanismo de la devaluación para salir del atolladero.

-Había un gran consenso para que España entrara en el euro. Se pensaba que los beneficios de renunciar a la política monetaria compensarían los costes de perder el tipo de cambio como instrumento de política económica, porque el euro reducía la volatilidad en los tipos de cambio y la inflación. Estaba claro que esto requería unas políticas fiscales y estructurales para disciplinar la economía y hacerla más próxima a la de los países de la zona euro. Ahí quizás, y esta es una valoración bastante personal, no del Fondo, la crisis ha sorprendido a España con ese esfuerzo de convergencia sin hacer. Además la crisis ha puesto de manifiesto que los países de la UE están aún lejos de formar una unión monetaria óptima. Las economías de la UE aún tienen muchas diferencias.

-A raíz de la crisis el FMI ha cobrado protagonismo en los países del sur europeo con sus temidos y mitificados hombres de negro.

-El Fondo tiene dos labores: el monitoreo de las economías de los 188 países que lo forman y la asistencia financiera. Todos los países tienen la obligación de someterse a ese monitoreo. Desde 1958, en que España entra en el Fondo, todos los años se hace un informe, que desafortunadamente parecen haber pasado desapercibidos para la opinión pública española, que parece acabar de descubrir que existíamos. En un contexto de crisis, estos informes cobran un protagonismo inusitado y se habla de los funcionarios del FMI como los hombres de negro, que como podrá comprobar en mi persona no siempre son hombres ni van de negro. El monitoreo de la economía se ha seguido haciendo en la crisis, pero los mensajes son más incómodos y hay sensibilidad política...

-¿Qué queda por hacer?

-A pesar de los considerables progresos, queda una consolidación fiscal inevitable. Aquí le llaman austeridad, pero hay que entenderlo desde el punto de vista de la gran expansión del gasto que se produjo a raíz de la crisis. Estábamos aquí [señala con el brazo una altura media], hemos subido aquí [el brazo se dispara arriba] y ahora tenemos que bajar, no sé si al nivel de gasto de antes de la crisis, pero hay que moderarlo de forma gradual. Quedan también labores estructurales importantes, que se tenían que haber hecho antes, para que la economía sea más competitiva, productiva y flexible en muchas áreas. La primera el mercado de trabajo.

-¿No fue suficiente la reforma laboral?

-Los resultados parecen indicar que ha sido muy exitosa, pero tiene que acompañarse de otras medidas ligadas a la formación, que es un problema estructural que ahora se hace más acuciante. Está también el tema de los idiomas. Es muy triste ver que los españoles no hablan idiomas. Queda mejorar la capacidad para reestructurar los negocios porque si estamos en un mundo cambiante en que se destruye actividad y empleo rápidamente las empresas tienen que adaptarse, pero ¿cómo lo hacen? En otros países es mucho más fácil, aquí parece ser que no.

-Estamos muy exhaustos.

-Han sido nueve trimestres devastadores. Después de tantos meses, que exista un crecimiento positivo es muy esperanzador. Motivado por las exportaciones y una mejora genuina de la competitividad, es decir sin devaluación del tipo de cambio, lo cual es una gran hazaña. Las condiciones financieras han mejorado, el mercado de trabajo también se ha mejorado y la conciliación fiscal se está haciendo. Ha ayudado que Europa haya cambiado, con una actitud más favorable a las expansión monetaria por parte del Banco Central Europeo, pero hay unos legados muy complicados que se explican en el último informe del Fondo sobre España que recomiendo que lean.

-¿Que son?

-Un desempleo muy elevado y mucha deuda, pública y privada. El sector público tiene que racionalizar el gasto protegiendo las inversiones productivas y la educación. Hay que remover obstáculos al crecimiento de manera que se siga haciendo la consolidación fiscal sin ahogar al sector privado. El Fondo también hace un análisis muy interesante sobre la agenda política para el crecimiento con temas como la reestructuración de la deuda de las empresas, medidas impositivas para mejorar la empleabilidad de quienes tienen menor formación o terminar con la dualidad del mercado de trabajo, tan dañina. No son desafíos nuevos, están ahí desde los 90.

-Rodrigo Rato está acusado de fraude fiscal; su sucesor, Dominique Strauss-Kahn de proxenetismo y la actual presidenta, Christine Lagarde, se ha visto involucrada en una causa por corrupción. ¿Afecta a la credibilidad del FMI?

-No creo. El FMI es una corporación con un consejo consultivo formado por los 188 países miembros agrupados en 24 sillas. Debajo está el staff con un código de conducta muy severo. La gerencia es elegida de acuerdo a un proceso muy severo, a propuesta del consejo consultivo y se espera que siga ese código de conducta y tenga una posición de liderazgo e impecabilidad. Respecto al señor Rato no tengo elementos para juzgar. No recuerdo que durante su etapa en el FMI hubiese ningún conflicto. Con respecto al señor Strauss-Kahn lo hubo y la solución fue expedita: su salida del Fondo fue rápida. Respecto a la señora Lagarde mi entendimiento es que no ha sido acusada de nada, sino tan sólo convocada como testigo. Creo que ni siquiera está imputada. Ella publicó un comunicado indicando que había facilitado la investigación y me remito a él.

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