El Trofeo Ramón de Carranza ya no es lo que era. En realidad, hace tiempo que dejó de ser lo que fue. Da pena, es una lástima, pero también un hecho indiscutible. Los datos, los números, resultan incontestables. Que los cuatro partidos de la presente edición hayan registrado una entrada total de aproximadamente 15.000 espectadores lo dice todo. No se trata de buscar culpables, sino de encontrar soluciones para que el otrora Trofeo de los trofeos no siga languideciendo hasta morir.

El encuentro que más aficionados atrajo al estadio, la primera semifinal entre Cádiz y Atlético de Madrid en la tarde del pasado viernes, supuso una entrada oficial, facilitada por el club, de 7.835 personas. En segundo lugar aparece la gran final, entre Cádiz y Málaga, oficialmente con 5.730 seguidores. Y, ya sin cifra oficial, la segunda semifinal de la noche del viernes, entre malacitanos y el All Star de Nigeria, y la consolación el sábado, entre el Atlético y el conjunto africano, propiciaron un aspecto lamentable de las gradas de Carranza, con apenas un millar de aficionados en cada duelo.

Más allá de la expectación que despierte el anfitrión al levantar el telón ante los suyos, máxime este curso después del histórico ascenso a Segunda A conseguido en Alicante, o de lo rentable que pueda resultarle al club la organización, con la colaboración municipal, sobre todo por lo que se refiere a los ingresos televisivos, el Cádiz, el cadismo en su conjunto, y el Ayuntamiento deberían reflexionar sobre qué medidas tomar para revitalizar un torneo que fue referencia deportiva del verano no sólo en la Tacita de Plata y que lleva años malviviendo. Sin duda por los compromisos ineludibles que han convertido en un poco menos que imposible contar con la participación de los anhelados y todopoderosos Real Madrid y Barcelona, acaso también como consecuencia de la ingesta de fútbol nacional e internacional que se le brinda al espectador en la pequeña pantalla, sin salir siquiera de casa, lo cierto es que los carteles del Trofeo no llaman la atención como lo hacían antes y eso tiene un reflejo directo en el aspecto que presentan las gradas del Ramón de Carranza.

Posiblemente lo más fácil sería responsabilizar a la entidad cadista por los precios fijados, aunque igual se antoja un tanto injusto recurrir al tópico de cortar cabezas sin más, sin plantear un análisis profundo. Puede que para alguien que no sea socio pagar por una entrada suelta entre 30 y 60 euros, según la localidad, resulte un auténtico disparate, especialmente si se trata de un veraneante de Madrid, de vacaciones con su familia, que se plantea acudir a ver a su Atlético en compañía de sus tres hijos...

Seguramente los rectores de la entidad deban sentarse a tratar el asunto y entonar el mea culpa por la parte que les corresponde, que incluye la elaboración de un cartel que desde luego no era para entusiasmar. Nada que objetar con el Atlético, nada menos que un subcampeón de Europa. Y con el anfitrión, exactamente lo mismo. Pero, con todos los respetos que se merecen, el Málaga, pese a proclamarse finalmente campeón, y el All Star de Nigeria no contribuyen precisamente a prestigiar el Trofeo y, en todo caso, desde luego no aseguran una magnífica entrada.

No obstante, hay otro aspecto que invita a la preocupación. El Ayuntamiento decidió en esta edición repartir 5.000 entradas para los cuatro encuentros entre usuarios de Asuntos Sociales, mayores y entidades deportivas. ¿Cuántos de esos no acudieron al Trofeo? Puede que demasiados.