Cultura

Saber o no saber

  • La nueva novela de Javier Marías analiza las formas del deseo y la conveniencia de acceder a los secretos inconfesables, enfrentando la aspiración a la verdad con sus consecuencias.

Así empieza lo malo. Javier Marías. Alfaguara. Madrid, 2014. 536 páginas. 21,50 euros.

La obra narrativa de Javier Marías se caracteriza por la recurrencia de los motivos y sobre todo de la manera de abordarlos, marcada por un discurso invariablemente reflexivo que se impone a los hechos relatados o más bien los piensa o evalúa -cuando no los desplaza- a la vez que suceden, pues a menudo ese discurso toma una forma cercana al ensayismo. Esto hace que sus novelas sean claramente reconocibles al margen de la historia que cuenten, pero además hay entre ellas cruces o elementos comunes que permiten, en mayor medida de lo habitual en cualquier escritor, considerarlas como parte de un todo del que serían variaciones, entregas relacionadas de una sola meditación sobre el tema -tan shakespeariano- de la condición humana. Desde el principio de Así empieza lo malo el lector de Marías siente que pisa un territorio conocido que en esta ocasión, como en otras, contiene guiños autobiográficos, pero lo singular es esa capacidad del novelista para extraer de su argumento, que puede ser mínimo, consideraciones universales que trascienden el caso particular e interpelan al lector, una vez que este se ha dejado llevar por las ondulaciones de su escritura.

Ambientada en Madrid al comienzo de la década de los 80, Así empieza lo malo cuenta -lo hace desde el presente un narrador que entonces era veinteañero- la envenenada relación de un matrimonio formado por el director de cine Eduardo Muriel y su mujer Beatriz Noguera, repudiada por el marido con el que a pesar de todo convive. Ese narrador, Juan de Vere, trabajó como secretario para el primero y pudo tratar de ese modo a los amigos de la pareja, entre ellos el inquietante doctor Jorge van Vechten -sospechoso de prácticas "indecentes" e investigado por Vere a requerimiento de Muriel- y el erudito y deslenguado profesor Rico, un clásico de las novelas de Marías que brilla de nuevo -la mención a Wheeler no llega a cameo- como bienhumorada encarnación del perfecto pedante. El personaje de Muriel, hombre brillante que ocupa su talento en los esforzados trabajos de la serie B, parece inspirado por el tío cineasta de Marías, Jesús o Jesse Franco -expresamente citado como su competidor en la novela-, pero también toma rasgos de Juan Benet, bien conocidos por la evocación que del autor de Volverás a Región han hecho el propio novelista y otros integrantes de la generación que lo tuvo por maestro: la altura, la marcada raya del pelo, los jerseys de pico, las largas zancadas, las dotes como imitador, la "tendencia a divagar" o la costumbre de tenderse en el suelo. A ello se une la admiración que le profesa su secretario -el "joven" De Vere, adjetivo que Benet y su círculo (entre ellos Rico) solían aplicar a Marías, no sólo para diferenciarlo de su padre- o el hecho de que este aplique a su benefactor el tratamiento de "don", del que le cuesta prescindir pese a la relativa intimidad que los une.

Varias historias ocultas o inconfesables se suman en Así empieza lo malo: la que dio origen al distanciamiento del matrimonio, las que protagoniza después la esposa, la que cuestiona la reputación del doctor como un médico altruista -bien visto por la izquierda, pese a haber sido hombre del régimen, por haber atendido durante el franquismo a hijos de familias represaliadas- o la que atañe al propio De Vere, que no se limita a ser un observador pasivo aunque de hecho, por encargo o propia iniciativa, alterna el espionaje con el voyeurismo. Todas esas historias apuntan a la duda de si es preferible decir o callar, saber o ignorar, volver sobre los episodios silenciados o pasar página por conveniencia, si es que tales episodios -para Muriel ahí está la clave: puede perdonar lo que no le afecta- nos conciernen directamente. Llevada al terreno de la justicia y en relación con la historia de España, sea la inmediatamente posterior a la Transición que refleja la novela -el Madrid efervescente, noctámbulo y olvidadizo de la primera movida- o la entonces más cercana de la posguerra, la cuestión resulta igualmente espinosa y ha sido tratada más de una vez por Marías, que no es la primera vez que denuncia el "chaqueteo masivo" por el que personajes más que dudosos -o tibios, o consentidores, aunque aquí aparecen verdaderos canallas- limpiaron su ejecutoria aprovechando el "pacto social" ahora cuestionado. "Aquí se cometieron muchas vilezas durante muchos años", pero las culpas parecían prescritas o no interesaba volver sobre ellas.

Por su exploración de las pasiones o incluso del lado oscuro del deseo, Así empieza lo malo podría relacionarse con la anterior novela de Marías, Los enamoramientos, pero asimismo con la última entrega de Tu rostro mañana, dando por sentado que todos los narradores del madrileño comparten hasta cierto punto la condición de espías, en tanto que observadores perspicaces aunque forzosamente limitados. Tiene interés el modo en que el narrador contempla al joven que fue y por extensión a una también joven democracia que por entonces -se insiste- ni siquiera había aprobado la ley del divorcio, pero pese a su aludida carga política -que no va acompañada de juicios morales, pues aquel se instala en la duda- el peso de la novela recae, bordeando lo melodramático, en el ámbito casi siempre invisible de la vida privada. Marías aprovecha para dejar muestras de su cinefilia o estampas aisladas de la alocada noche de esos años, pero las páginas más perturbadoras son las que muestran algunas de las formas -implorantes, perversas, casuales o meramente rutinarias- que adopta el deseo y el modo lamentable en que se manifiestan -cuando media el desencuentro- el rencor o la desdicha, contemplados por alguien ajeno a la tragedia que acaba tomando parte en ella.

Decir o callar, saber o ignorar, volver o pasar página. Si el tema de fondo de Así empieza lo malo es familiar para los lectores de Marías, lo son igualmente los procedimientos que sigue su desarrollo: están las citas de Shakespeare -incluida la que recoge parcialmente el título: "...y lo peor queda atrás"- y su repetición a modo de ritornelos, la transcripción de los pensamientos de los personajes y el recurso a la acción suspendida, la búsqueda de la precisión y el gusto por las digresiones encadenadas que como en Los enamoramientos parece no menguado, pero sí compatible con una mayor atención a los pormenores de la trama. Porque Marías es un estilo, una forma de contar o de pensar, más o menos llena de historias pero siempre meditativa.

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