Movimiento de población

Éxodo en lo bueno y en lo malo

  • En la última década, más de 37.500 gaditanos han hecho las maletas y se han trasladado a La Isla, Chiclana y Puerto Real · La crisis modera pero no frena la emigración, que sigue superando a los nuevos residentes

15.00 horas de cualquier día laborable. Autovía CA-33, atasco invariable, inexorable hasta que se desdoble el acceso a San Fernando. La hilera de coches arranca en Cortadura, en el término municipal de Cádiz y llega hasta la misma boca de entrada a La Isla. Engullendo coches, trabajadores, empresarios, estudiantes que reparten sus horas de vida entre la capital y el resto de la Bahía. Es la vida metropolitana y es también el reflejo del éxodo de la ciudad.

A principios de los 90, después de la gran crisis nacional que precipitó la salida del gobierno socialista en Madrid y en Cádiz, los gaditanos emprendieron un camino de emigración en busca de trabajo y, más adelante, de vivienda. La larga marcha se ha mantenido constante, con altibajos, hasta ahora.

Ni la crisis, que todo lo ha alterado, ha conseguido invertir el saldo negativo de movimiento poblacional (diferencia entre las altas y bajas en los empadronamientos registrados), aunque sí se ha producido una clara moderación. En 2009, el último año computado por el Instituto Andaluz de Estadística, 2.427 gaditanos hicieron las maletas y cambiaron de residencia. Hubo otros 1.559 que recorrieron el camino inverso y recalaron o volvieron a la capital. Resultado: 868 almas menos.

La sangría continúa, por lo tanto, pero si antes era una brecha de dimensiones alarmantes, ahora se ha convertido en un lento pero doloroso sumidero.

En la última década (2000-2009), 37.577 personas han participado de este gran desplazamiento poblacional. El ritmo medio de salida anual se mantuvo constante por encima de los 4.000 habitantes y el máximo se alcanzó en 2002, cuando se registró una fuga de 4.648. La consecuencia es de sobra conocida. La balanza del padrón se desestabilizó enormemente durante esos años porque la proporción era muy marcada: por cada 100 que salían, llegaban entre 55 y 65. Había que romper la tendencia. Campañas de empadronamiento, esfuerzos en márketing y mejora de la imagen de la ciudad... la que sonríe. Pero los problemas de falta de suelo, el encarecimiento del ladrillo, general en toda España pero especialmente acusado en la capital, y el particular mal estado del parque local de viviendas, formaban un cóctel adverso muy poderoso para una localidad de sólo 12 kilómetros cuadrados.

Hasta que la recesión entró en escena y en 2007, el primer ejercicio de descenso hacia el valle económico, se produjo una clara ruptura en la gráfica de emigración. La demanda inmobiliaria se paralizó, el crecimiento del desempleo frenó la movilidad en todos los ámbitos y, como contrapartida, los gaditanos que habían partido con destino a Castellón, epicentro del arco mediterráneo, Málaga o a las Islas Baleares en busca de un trabajo en la construcción, la cerámica o el turismo retornaron a su ciudad natal.

La consecuencia de este nuevo fenómeno social es que el saldo residencial se suavizó y desde ese año, el censo de gaditanos que se despiden de su ciudad (al menos en el registro oficial) se ha mantenido por debajo de los 2.700. Una cifra aún así bastante elevada en comparación con la nueva población censada, pero no de forma tan desproporcionada como ocurría a principios de década. De hecho, el saldo de residentes, tan desfavorable a principios de la década, se ha suavizado considerablemente en los últimos dos años, en los que la pérdida neta de ciudadanos ha sido de 577 y 868, respectivamente. En ejercicios anteriores, aunque no de forma consecutiva, llegó a superar los dos millares.

Menos fugas, pero los mismos destinos. El rumbo de los gaditanos al abandonar la capital se ha mantenido estable, salvo mínimas variaciones puntuales que seguramente podrían vincularse a determinados desarrollos inmobiliarios que han arrastrado a un número importante de vecinos. San Fernando, por su cercanía y rápida conexión, sigue siendo la localidad preferida por los gaditanos, que están absolutamente concentrados en Camposoto, Constitución y la Ardila. En los últimos diez años ha recibido a 8.648 (empadronados formalmente, aunque la nueva población suma varios miles más). Sólo en 2004 absorbió de una tacada a 1.277, el mayor éxodo anual registrado en este tiempo. Le sigue Puerto Real, con 5.027, que tiene en el Río San Pedro y en Casines los principales barrios de acogida. Y el tercer municipio ha sido Chiclana, con 4.591, cuya dispersión ha sido mayor y sólo puede hablar de una presencia importante en el extrarradio. A continuación ya figuran El Puerto (1.930), que ha perdido bastante interés para los gaditanos tras las intensas marchas de los 80, y Jerez, que 'adopta' cada año una media de 150 gaditanos (frente al centenar de principios de década) y en 2009 fue, con Chiclana, la única localidad que aumentó el número de nuevos vecinos procedentes de la capital con respecto al año anterior.

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