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Crónicas ciudadanas

La ciudad sin industria

  • Dudas. La falta de candidatos para gestionar el nuevo muelle de contenedores y los problemas para la llegada de empresas a la Zona Franca dificultan el desarrollo de Cádiz

Ninguna empresa del sector puja por gestionar la nueva terminal de contenedores, lo que obliga a la Autoridad Portuaria a abrir una negociación particular a la búsqueda de una firma privada que asuma la puesta en marcha de la mayor obra ejecutada en el puerto de Cádiz en sus más de cien años de historia. Afortunadamente la segunda fase de la nueva terminal no se ha ejecutado, porque si no sería aún más complicado encontrar un candidato para sacarla adelante. No se ha ejecutado ni se ejecutará, formando parte de los grandes proyectos urbanos diseñados en la ciudad que quedaron guardados en el cajón de los olvidos.

A nadie debe de extrañar que el concurso de la terminal haya quedado en blanco. La larga decadencia que en cuanto a movimiento de contenedores acumula el puerto de Cádiz no era la mejor tarjeta de invitación para animar a las empresas del sector a ubicarse en la Bahía, y más cuando a poco más de cien kilómetros está un gigante como el puerto de Algeciras y, cruzando el Estrecho, el puerto de Tánger Med. Demasiada competencia para Cádiz. Por si fuera poco, teniendo el handicap que supone meter a las mercancías que lleguen en barco por una avenida urbana, camino del puente de la Constitución de 1812 y rumbo a las rutas naturales del transporte de mercancías. Y más: con la presencia semivacía del muelle de contenedores Reina Sofía, construido hace poco más de tres décadas y que nunca ha podido poner el cartel de completo, y mucho menos ahora.

Este gigantesco muelle de contenedores, para las medidas de esta ciudad tan pequeña, va camino de convertirse en el mejor ejemplo de la falta de modelo industrial que sufre Cádiz, y que incide de lleno en una economía desequilibrada, con un desempleo que no baja de las 15.000 personas aunque la población siga descendiendo.

Ya hubo en su momento quienes alertaron de lo absurdo de este proyecto, como en su momento pasó como el Reina Sofía. Del inmenso coste que suponía, aún pendiente de la confirmación de la llegada de los fondos europeos; del impacto natural en la Bahía, con el mayor relleno en la misma desde que se ejecutó, hace medio siglo, el proyecto de la hoy barriada de la Paz; y del propio impacto urbano, pues las mercancías necesitarán cruzar una parte de la avenida de Astilleros y de la avenida de Las Cortes para salir de la ciudad, la misma estrecha vía que algún día será cruzada por el tranvía metropolitano.

Es cierto que el puerto de Cádiz no puede rendirse en su competencia con los grandes puertos que le rodean, ni tampoco puede centralizar su negocio como un puerto de cruceros, donde sí juega un papel relevante en el conjunto del país; pero cabría haber planteado en su momento un estudio más profundo sobre cuál era el espacio ideal para su expansión, que no es otro que la Cabezuela, que estrechamente ligada al desarrollo de Las Aletas podría haber reordenado su espacio para dar cabida a los contenedores y contar también con espacio para las naves industriales que hoy funcionan en su suelo.

La por el momento deficiente planificación del puerto de Cádiz se une a otras operaciones industriales de la ciudad que van camino del fracaso o, por lo menos, no están cumpliendo las expectativas que se tenían.

Hace cinco años se anunciaba a bombo y platillo, por parte de dirigentes del PP, el plan de reordenación del polígono exterior de la Zona Franca, con una inversión entre público y privada de 600 millones de euros en una década y una creación prevista de 5.000 empleo.

Cubierta la mitad de este tiempo, los números esenciales de la promesa pública no se han cumplido. La Zona Franca "motor de la economía gaditana" sigue siendo más un sueño que una inmediata realidad. Es cierto que en estos años se han derribado viejas fábricas vacías: Navalips, Talleres Faro, Ibérica Aga, pero no han sido ocupadas por nuevas industrias y nuevos puestos de trabajo. Son, ahora, grandes terrenos vacíos, como cuadros del fracaso económico de la ciudad.

Se excusa el Consorcio en que ellos ponen el suelo y debe ser la iniciativa privada la que responda. Aún teniendo su parte de razón no olvidemos una de las primeras declaraciones que realizó el actual delegado del Gobierno en las que afirmaba que la Zona Franca debía volver a sus orígenes, olvidarse de su papel de inmobiliaria y atraer empresas a la ciudad. Una reflexión acertada que se ha diluido en el tiempo. Esperemos que las dos últimas buenas nuevas, el hospital en Altadis y la empresa anunciada en Procosur, supongan una inflexión en esta situación.

Una ciudad que en apenas unos años perdió la fuerza de su industria naval y todas las empresas auxiliares que le acompañaban, la tabacalera, la industria aeronáutico, la Campsa... no puede permitirse el lujo de dejar pasar los años y olvidarse del sector industrial.

Es un error plantearse Cádiz como una ciudad puramente turística y comercial pues, como hemos visto, no genera el empleo suficiente para atender a la demanda laboral de la capital.

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