Cádiz

"La cofradía me quitó libertad, un valor primordial en mi vida"

  • Miguel Ángel Novo. El ex hermano mayor de Las Penas reflexiona sobre sus acercamientos y alejamientos del mundo cofrade, sobre su propia profesión y la situación de la ciudad donde vive

MIGUEL Ángel Novo Pérez (Cádiz, 1967) es un gran conversador. No se limita a responder las preguntas sino que a la vez que lo hace va realizando una prospección interior. Reflexivo como pocos, siempre ha escondido un espíritu rebelde, algo que a veces le ha llevado a tener problemas.

-Usted dirige en la actualidad el despacho de asesoría laboral que fundó su padre en el año 1968. ¿Estaba predestinado a ello?

-Yo vivo la realidad del despacho desde muy pequeño. Está claro que eso te va marcando el camino. Lo mismo si miro para atrás, a lo mejor no lo hubiera hecho así. Eso no quiere decir que me arrepienta, pero sí es verdad que desde que eres pequeño te vas empapando de ello e incluso en mis vacaciones echaba en verano una mano en el despacho y vas conociendo esa parte del derecho laboral. Ya una vez que me hice cargo, metí también la asesoría fiscal y contable.

-¿No es un poco complicado llevar una asesoría laboral y contable en una ciudad con estos niveles de paro y con muchas empresas pequeñas ?

-Está claro que es complicado pero la filosofía que siempre hemos tenido es que ante todo somos una empresa familiar. Los empleados y los jefes siempre hemos tenido una relación de familia. Y después somos lo que se puede denominar una asesoría de barrio, como demuestra las ubicaciones que ha tenido en su historia; se fundó en Veedor, después pasó a la calle Londres y desde hace 30 está en la calle de la Rosa. Esa asesoría de barrio lo que quiere decir es que nos hemos dedicado a esas pequeñas empresas y autónomos, aunque también tenemos otras de mayor tamaño. En un contexto de crisis, al pequeño empresario le cuesta mucho sobrevivir pero al ser el único recurso que tiene para vivir aguanta vientos y mareas. Tenemos con ellos un vínculo de confianza y un trato más personal.

-Imagino que en más de una ocasión le habrán pedido cosas que rozaban la ilegalidad o que eran poco éticas.

-Efectivamente, pero son excepciones. Nosotros no estamos para dirigir las empresas sino para asesorar y hacerlo desde el cumplimiento de la ley y si no lo hacen, les avisamos de las consecuencias que puede tener.

-¿Cómo llega Miguel Ángel Novo al mundo de las cofradías? ¿Usted es cofrade desde la cuna?

-Pues realmente no porque no provengo de una familia cofrade, salvo mi abuelo materno, al que no conocí, que había salido en Afligidos. Yo me hice hermano de Las Penas en 1978, cuando contaba once años de edad. Me hice cofrade por mí mismo porque desde pequeño me llamaba mucho la atención y porque delante de mi casa en la calle de la Rosa pasaban cofradías casi todos los días: Las Penas, La Palma, el Caído, Descendimiento, Expiración e incluso llegó a hacerlo el Perdón. El hecho de caer en Las Penas es porque entonces trabajaba con mi padre Francisco Moscoso, así que el acceso fue porque tenía a alguien conocido allí. También era una cofradía que pertenecía a mi parroquia y eso me gustaba. La primera vez que salí no fue el Domingo de Ramos, sino la primera vez que salió la Virgen del Pilar en el año 1979. Salió por la mañana y como era alto me dieron una bandera. Al año siguiente ya salí por primera vez de nazareno con un cirio en el Cristo aunque con el paso de los años acabé en la Virgen.

-Pero usted fue prácticamente llegar e implicarse de lleno.

-Pues sí. Ya en 1980 hubo un día que me pararon por la calle dos chicos de noche que incluso me llegaron a asustar. Me preguntaron si yo era hermano de Las Penas y que querían formar un grupo joven. Una de esas dos personas era Diego Troncoso, que se convirtió en un gran amigo mío y que formó posteriormente parte de la junta de gobierno que yo dirigí. Fui a la reunión que habían preparado en San Lorenzo y así metí la cabeza allí y hasta ahora con momentos muy intensos y otros de alejamiento. Yo era entonces muy futbolero y no me perdía ir al Estadio a ver el Cádiz pero se metió la cofradía por medio y me quitó la fiebre.

-Estaba claro que el siguiente paso sería acabar en la junta de gobierno de la hermandad.

-En el año 1985 me propusieron entrar en la junta de gobierno como vocal, pero el mayordomo Francisco Moscoso repartió su trabajo en distintas áreas y me nombró para el apartado de cultos. Ahí ya me tuve que enfrentar a la primera dimisión. Entonces había una juventud cofrade que era un poco revolucionaria y había un choque con esa mentalidad, con ese modelo de cofradías que eran más cerradas. Yo tenía mis ideas y pensaba que estando dentro de la junta de gobierno iba a ser más fácil llevarlas a cabo y fue más bien al contrario.

-¿Ha limpiado mucha plata en la cofradía?

-Claro que sí pero en aquel entonces era así. Los niños estaban para lo que estaban, limpiar la plata y hacer los mandados pero para nada más. Desde la juventud se reclamaba cierta autonomía y me llamaba la atención que era el grupo joven el que aceptaba a las hermanas en igualdad de condiciones. Nosotros tuvimos la osadía de nombrar a una mujer como responsable del grupo joven y no nos lo admitieron.

-Parece que estamos hablando de la prehistoria, pero de eso hace poco más de dos décadas.

-Recuerdo que ya formando parte por segunda vez de la junta de gobierno, me llamaron para participar en un encuentro de jóvenes cofrades en San Fernando, que tenía como uno de los impulsores a Antonio Moreno, que posteriormente llegó a ser alcalde. En uno de los años me invitaron a dar la ponencia sobre la integración de las mujeres en las cofradías. Yo defendía que las mujeres debían tener los mismos derechos y deberes que los hombres y me sorprendió que aquello causó una gran división de opiniones entre los jóvenes.

-¿Y qué le hace dar el paso para convertirse en hermano mayor?

-Fui secretario hasta el año 91 pero me separé un poco de la hermandad por diferencias de pensamiento casi irreconciliables de lo que debía ser la cofradía. En el año 99 hay que conformar una junta gestora porque hay dos intentos de cabildo pero no hay gente para dirigirla. Yo me planteo lo que está pasando en la cofradía y paso a presidir esa gestora que tenía potestad de junta de gobierno con el objetivo de sacar adelante la hermandad de la situación en la que se encontraba. Convocamos un cabildo de elecciones en 2001 y ya conformamos una junta de gobierno conmigo de hermano mayor, función en la que estuve hasta el año 2010.

-¿Qué es lo que le ha dado y le ha quitado la cofradía?

-Por supuesto que me ha dado grandes amigos pero no me gustaría caer en los tópicos. Me ha dado unos valores como persona que han sido muy importantes para mí. El carisma cofrade me ha conformado como persona. A pesar de que me pueda haber alejado, me une una especie de cordón umbilical a mi cofradía que es irrompible. En los recuerdos más importantes de mi vida, la cofradía está por medio. Me ha quitado mucho tiempo sobre todo, a los míos, a mi familia. Cuando te metes en una responsabilidad como esta pierdes a veces la noción de las cosas. Yo he tenido la fortuna de contar con una mujer cofrade que lo ha entendido totalmente. También me ha quitado una fe simple para ir yo descubriendo mi verdadera espiritualidad, que no pasa precisamente por las cofradías.

-¿Me está hablando de superficialidad ?

-El ser hermano mayor de la cofradía ha supuesto una gran carga por el puesto que ocupabas ya que para mí es algo mucho más profundo. Aparentas lo que no eres y te obliga a asumir una cierta docilidad y servidumbre ante la autoridad eclesiástica. La cofradía me ha quitado libertad y éste es un valor primordial en mi vida. Yo no estoy dispuesto a renunciar a eso más porque choca frontalmente con lo que soy como persona. Lo que peor he llevado también ha sido tener que convertirme en un personaje público sin querer porque soy una persona que busco la discreción. Digamos que eso va parejo al cargo y lo asumí.

-Usted siempre ha sido un poco rebelde en el tema cofrade y eso le ha llevado a estar en la diana en más de una ocasión.

-Cuando hablo de libertad me refiero también a la que se refiere al aspecto religioso. Es verdad que he sido siempre muy rebelde. A ver, me he sentido siempre Iglesia pero también he disentido desde dentro. Cuando uno no tiene un cargo es relativamente fácil hacerlo, pero cuando estás dentro es mucho más difícil. Se supone que un hermano mayor es obediente, fiel... Lo peor ha sido cuando he tenido que asumir que tenía que callarme para no perjudicar a la cofradía. Me ha llegado a pesar la medalla en el cuello porque me estaba obligando a representar un papel que no iba con mis principios.

-A usted le tocó lidiar con el padre José Araujo, que durante muchos años fue párroco de San Lorenzo, famoso por su peculiar carácter. ¿Eso complicó más las cosas?

-Al contrario. Mis inicios con Pepe no fueron fáciles, es cierto, porque él entró en la parroquia en 1985 y coincide con mi entrada en la junta de gobierno. Ahí se produjo un choque de trenes frontal. Pero quitando esos primeros años, puedo decir que Pepe Araujo es un íntimo amigo mío y hoy en día nos tenemos mucha estima. Ha sido una amistad que se ha configurado en la libertad de pensamiento. Detrás de esa figura de ogro, que él se la ganó a pulso, hemos tenido una relación muy honesta e íntegra. Ha sido una persona que me ha fortalecido mucho y a las cofradías de San Lorenzo nos ha educado.

-¿Qué sintió cuando el año pasado su hermandad se quedó sin salir a la calle?

-Sinceramente lo que sentí fue alivio. Había que crear un punto de inflexión y lo máximo que se lo podía dar es que la hermandad se quedara dentro el Domingo de Ramos. Eso tiene trascendencia entre los propios hermanos y da un aviso de que hay que empezar a construir algo nuevo. Cuando había posibilidades de que hubiera elecciones en diciembre me daba miedo la espada de Damocles que podía tener esa nueva junta para preparar la salida en aquellas condiciones. Hubiera sido una salida tormentosa. Sentí alivio porque creo que ese impás era necesario.

-Es curioso que durante su mandato parecía que se había creado una hermandad fuerte que no hacía presagiar lo que vino después. ¿Cuando usted se marchó nadie quiso dar el paso porque la sombra de Novo era demasiado alargada y el que se quedara iba a estar siempre comparado?

-Yo no me considero culpable pero sí responsable, pero como cualquier hermano. La labor de la junta de gobierno no se completó porque no fuimos capaces de darle continuidad en el gobierno de la hermandad. Habíamos puesto unos cimientos que creíamos fuertes. El problema es que nos fuimos agotando todos a la vez, incluyendo a los que podían dar el paso. Los que pasaron a gobernar la cofradía intentaron no continuar con el proyecto. El gran error que cometieron es que no sólo no siguieron construyendo sino que derribaron lo que se había construido.

En principio no se tenía que haber cambiado la idea con José Manuel Romo. Pero en el primer año habían dimitido siete personas, incluido el hermano mayor. El problema es que en vez de entrar un comisariado o convocar elecciones, se autorizó a que el vicehermano mayor formara una junta de gobierno que no había sido elegida por los hermanos y eso al final se convirtió en una fuente de conflictos.

-¿Qué le ha aportado el Camino de Santiago a su vida?

-Me ha supuesto un gran enriquecimiento personal por lo que supone de encuentro contigo mismo, superar dificultades, desconectar de los problemas y volver a esa libertad rural y natural.

-¿Es usted un enamorado de Cádiz?

-Sí lo soy, pese a que haya gente que por mis gustos cofrades crea que no. Vivimos en un paraíso al que no podemos sacarle partido y cuando entramos en la historia sientes una cierta nostalgia del Cádiz del siglo XVIII. Cádiz necesita una apuesta firme y decidida por el turismo y tenemos que recuperar esos valores de ciudad cosmopolita, abierta al mundo, donde se potenciaba mucho los actos culturales... Esos valores no van a volver si nos empeñamos en seguir siendo tan chovinistas y nos miramos el ombligo. Alguien que no era de aquí dijo en un pregón de Carnaval aquello de "aquí hay que mamar" y la hemos asumido como nuestra y nos ha llevado a un conformismo. Creo que hay una excesiva carnavalización de la vida, todo se toma a chufla.

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