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Cádiz

Manuel Casanova Bellido, un pediatra hecho a sí mismo

  • El doctor, que escaló los más altos designios de las sociedades científicas de pediatría regional y nacional, falleció el día 22

El sábado 22 de marzo nos despertó con una trágica noticia, el fallecimiento del profesor Manuel Casanova Bellido, inesperada por su inmediatez, aunque se conocía la enfermedad que padecía desde el último año y medio. Sólo un día después, España entera quedó consternada con la muerte del ex presidente Adolfo Suárez, en esta ocasión, anunciada desde días previos. Cuando medité la coincidencia en el tiempo y la idiosincrasia de ambos personajes cotejé que tenían algo en común, habían emergido desde abajo, se habían 'hecho a sí mismos'.

Mis recuerdos hacia el profesor Casanova se retrotraen a la infancia, cuando iba a casa de mis tíos y abuelos paternos que vivían en la calle Velázquez número 12, en San Fernando. Don Manuel vivía en la casa de al lado, con una bonita casapuerta y patio de luces, donde recibía a los pacientes de su consulta de pediatría, allí mismo ubicada. Luego afloran a mi mente, los tres años de asignaturas clínicas en el Policlínico de la Facultad de Medicina y Hospital de Mora, donde asistíamos a clase y realizábamos las prácticas. La pediatría se cursaba en quinto curso, siendo ostentada la cátedra por el profesor José Argemí Renóm, secundado por los profesores Manuel Casanova Bellido y José Luis Lechuga Campoy. Recuerdo con especial cariño a los profesores no numerarios (PNN) o ayudantes de clases prácticas que tutelaban a los alumnos internos, entre los que me encontraba, en especial al añorado Nino Rico, Rafael Pavón, Moncho Fernández y muchos otros (pido excusas por los que he dejado en el tintero). Las clases que impartía el profesor Casanova eran excelentes, muy estructuradas, como corresponde a un docente con una extraordinaria memoria -las dictaba sin un guión escrito- y cualidades pedagógicas. Rememoro acompañarle a pasar sala en una ocasión, deteniéndonos ante una paciente afectada de osteogénesis imperfecta, ante la que don Manuel nos deleitó con una magnífica disertación de la enfermedad.

Su férrea voluntad en el estudio le llevó a obtener la cátedra de pediatría de la Universidad de Cádiz en el año 1989, ante dos extraordinarios opositores los doctores Rogelio Bayés y Manuel Castro Gago, profesores de la Universidad de Granada y de Santiago de Compostela, respectivamente. Fue un hecho muy ilusionante para todos los pediatras de la provincia que añorábamos a un catedrático que no estuviese 'de paso' y sirviese de nexo de unión a la toda la pediatría gaditana. Posteriormente fue el director de mi tesis doctoral, habiéndose dado la coincidencia de que el codirector de la misma, el doctor Juan Navarro González, mi maestro en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla en el que hice la especialidad, ha fallecido también en este fatídico año 2014, con escasos dos meses de diferencia.

Tras mi retorno a Cádiz, me integré de lleno en la pediatría gaditana, asistiendo con asiduidad a las sesiones científicas que organizaba con gran perfección la sección de pediatría extrahospitalaria, dirigida magistralmente por el otro gran doctor Manuel Casanova, en esta ocasión canario y Fernández de segundo apellido. En estas extraordinarias y productivas reuniones, escenificadas en los más recónditos lugares y pueblos de nuestra provincia, asistieron insignes prebostes de la pediatría nacional y andaluza, a las que nunca faltaba nuestro catedrático, quien con su presencia y docencia, corroboraba la unidad de la pediatría, en sus vertientes hospitalaria y extrahospitalaria (hoy denominada de Atención Primaria), fortaleciendo la imagen y necesidad de la figura del pediatra generalista con su misión insoslayable de ser el tronco director de la salud de nuestros niños.

El profesor Casanova escaló los más altos designios de las sociedades científicas de pediatría regional y nacional. Ostentó la presidencia de la SPAOyE (Andalucía Occidental y Extremadura) entre los años 2001 y 2005, y la vicepresidencia primera de la Asociación Española de Pediatría (AEP), bajo la presidencia del profesor Alfonso Delgado Rubio, entre los años 2005 y 2011. Contribuyó a la realización en Cádiz de la VII Reunión Anual de la Sección de Pediatría Extrahospitalaria de la AEP en 1993 y del 50º Congreso Nacional de la AEP en 2001, además del desarrollo de las reuniones científicas regionales -muy significativa fue la de 1993 en el complejo de Bahía Sur de su San Fernando natal-. Miembro del consejo editorial de las más insignes revistas pediátricas de habla castellana, tanto regional como nacional, siempre se le asignó un capítulo en las sucesivas ediciones del texto clásico por excelencia de la especialidad en el mundo de habla hispana, el Tratado de Pediatría del profesor Manuel Cruz Hernández, catedrático de Pediatría de la Universidad de Barcelona, su maestro durante su paso por la Facultad de Medicina de Cádiz.

Fue académico de la de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes, dentro de cuyo seno impulsó la ejecución de un homenaje, con ocasión de los actos del bicentenario de 2010, a todos los ilustres catedráticos de universidad, nacidos en la Isla, que ejercían su labor e investigación en otras provincias.

Al sepelio, celebrado el domingo 23 en la iglesia del Cristo de San Fernando, asistieron catedráticos y profesores procedentes de las universidades de Badajoz y Sevilla, así como compañeros de la facultad de Medicina de Cádiz, centros de salud y hospitales de la provincia, testimoniando con su presencia el reconocimiento y amistad que le profesaban.

La última conversación que tuve con el profesor Casanova, tras la intervención quirúrgica a la que fue sometido, transcurrió con la habitual locuacidad e intenso vitalismo que le impulsaba a existir, disfrutando del presente antes de que pasase y se perdiera para siempre. Durante la conversación salió a relucir su profunda devoción a la Virgen del Carmen, patrona de su querida ciudad, al beato papa Juan Pablo II y a San Josemaría Escrivá, con la certeza de su mediación cuando tuviese realizar el tránsito hacia la otra vida. Es de esperar que esta meditación ayude a su esposa María del Carmen, a sus hijos Manolo y Carolina, y demás familiares y allegados, a mitigar su dolor por tan inestimable pérdida.

Descanse en paz, profesor.

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