Cádiz Cf. El análisis

El objetivo se queda corto

  • El equipo está a un paso de cumplir el reto de la salvación ubicado en una zona privilegiada que invita a soñar

Ortuño conduce el balón en el duelo contra el Elche.

Ortuño conduce el balón en el duelo contra el Elche. / LOF

El Cádiz no está dispuesto a que las obligadas vacaciones de Navidad -tres semanas sin competición- y el tránsito de un año a otro modifiquen su trayectoria impecable, muy por encima de las expectativas generadas antes del inicio de la temporada del regreso a Segunda División A. La agónica victoria en el campo del Elche es la señal inequívoca de la ambición y la inercia ganadora de un equipo empeñado en convertir en anécdota el objetivo de la permanencia.

Con 33 puntos en la penúltima jornada de la primera vuelta y 22 episodios aún por delante, la salvación está más que encarrilada salvo un cataclismo de proporciones gigantescas hasta ahora nunca conocida desde que la categoría de plata está integrada por 22 clubes. Basta con conseguir 18 puntos de los 66 -casi un cuarto- que quedan por disputar para asegurar la estancia, una campaña más, en la división recuperada en Alicante a finales del mes de junio de 2016.

Nunca ha bajado un equipo con 51 puntos. No se detecta el más mínimo indicio que ponga en riesgo la continuidad del Cádiz en Segunda A. En todo caso, a día de hoy, si el equipo amarillo sale de la división a la que tanto le costó escalar -seis temporadas nada menos- es para dar un salto hacia arriba y nunca hacia abajo.

La racha del Cádiz es inmejorable. Es el único conjunto de LaLiga 1|2|3 que ha ganado los últimos cuatro encuentros (ante Real Zaragoza, Córdoba, Sevilla Atlético y Elche). Además de marcar distancias con la zona de descenso, que apenas se divisa en un lejano horizonte de 11 puntos, se consolida en la cuarta plaza -lleva en ese puesto tres jornadas seguidas- gracias a los tres puntos de renta que tiene sobre el quinto -el filial sevillista- y a los cinco que saca a Huesca, Real Valladolid y Lugo. Cinco puntos de margen que le sitúan, a estas alturas del curso, como uno de los candidatos a disputar la fase de promoción de ascenso a Primera. Esa consideración tiene entre los demás contendientes. Esa es la realidad a día de hoy. Nadie sabe en qué lugar estará el equipo de Álvaro Cervera en un par de meses, pero el presente, a un pequeño paso del ecuador del campeonato, le coloca en una situación idónea que invita a soñar y, sobre todo, a enterrar posibles miedos. La Segunda B ya está borrada del mapa. No hay lugar a más pesadillas.

Nada tiene que temer el Cádiz desde esa atalaya privilegiada de la clasificación. Se gana el premio de disfrutar del plácido recorrido sin renunciar a otros retos muchos más apetecibles si se ponen a tiro. La racha viene de lejos, desde aquella derrota en Vallecas por 3-0, hace ya tres meses, que levantó tantas dudas pero que se transformó en el punto de inflexión. El balance en las 12 jornadas posteriores es difícilmente superable: siete triunfos, cuatro empates y un solo revés ante el colista, el Nástic de Tarragona. Traducido en puntos, 24 de 36 posibles, es decir, dos tercios de los disputados. Si consiguiera sostener esa producción durante la segunda vuelta, lograría 42 puntos más y se iría a los 75, una cifra que a priori le aseguraría un plaza entre los seis primeros. Soñar es gratis.

En el club impera la cautela y nadie se sale del discurso oficial, encorsetado en el modesto y comprensible objetivo de la salvación. El fútbol, como la vida, da muchas vueltas y de la misma manera que el equipo vuela alto inmerso en una racha positiva se puede adentrar en una dinámica negativa que le haga perder posiciones hasta aproximarse a la parte baja. Por eso nada cambia de puertas adentro y la palabra prudencia, con el significado que conlleva, es la más utilizada en la entidad cadista mientras el discurso de la permanencia empieza a adquirir visos de caducidad. El conjunto amarillo transita con una piel de cordero que le queda como un pellejo sobrante que se cae a tiras y bajo ella emerge, cada vez con mayor evidencia, la epidermis de un lobo que cada fin de semana devora a dentelladas al adversario de turno. Pocos equipos de Segunda A son tan temibles como el Cádiz. A día de hoy.

Mientras en el club la meta es invariable hasta que no se alcancen esos 51 puntos, la ilusión crece a un ritmo vertiginoso en una afición que se frota los ojos para comprobar que la cuarta plaza no es un sueño. Hace un año el Cádiz luchaba por meterse en la fase de ascenso a Segunda A y, sólo doce meses después, se hace fuerte en la batalla por el play-off para subir a Primera. Un reto tira del otro. Mientras más se aleje de las cruentas garras del descenso, más cerca estará de pujar por cotas inimaginables meses atrás. Una huida hacia adelante que no puede ser más fructífera.

El interrogante cada vez mayor es hasta cuándo mantendrá el club el prudente mensaje oficial de la salvación. La estrategia es simple: no inyecta presión, se circunscribe a la lógica de un recién ascendido y que pase lo que tenga que pasar. No hay necesidad de apretar más allá del reto fijado el pasado verano. La autoexigencia que se imponen otros clubes les acaba pasando factura. El Real Oviedo, con derrotas enlazadas, es la muestra más palpable.

La excelente temporada que hasta ahora realiza el Cádiz despierta ilusiones que hibernaban en los últimos años. La hinchada juguetea con el pensamiento de la posibilidad de subir a Primera y esa idea no es descabellada. A día de hoy. El Cádiz seguramente no ascienda, pero el mero hecho de encadenar victorias y estar en la pomada potencia el motor de la alegría de una afición que disfruta como hace tiempo que no lo hacía.

Álvaro Cervera advertía hace unos días, antes de la visita al Elche en la cita que dio inicio a 2017, de la frustración que puede producir la generación de expectativas mayores que son muy difíciles de cumplir. Nadie en su sano juicio va a exigir el ascenso del Cádiz, que bastante tiene con competir en su hábitat natural, la Segunda División. Sólo se trata de soñar después de comprobar que, salvo Levante, Girona y Getafe, nadie se come a nadie en la categoría de plata. Y eso que el equipo amarillo no ha perdido contra ninguno de los tres que van delante suya en la tabla.

El Cádiz conserva la fiel compañía de la fortuna, un factor determinante en momentos puntuales. El cuadro gaditano no mereció la victoria ante un Elche que fue mejor pese a jugar con un futbolista menos durante 67 minutos -más la prolongación-. De hecho, las pasó canutas en la segunda parte cuando el equipo alicantino tomó el mando del partido y creó ocasiones ante un rival desnortado con una defensa sin la solidez de partidos anteriores. El Cádiz no recibía más de un gol desde el choque en casa contra el UCAM Murcia, cuando empató a dos hace dos meses y medio. Pese a las muestras de fragilidad atrás y en la media tras la ausencia de Garrido, pese a que fue el Elche el que hizo más por vencer en inferioridad numérica, al final salió a relucir el instinto asesino del equipo amarillo. Su capacidad para golpear a los rivales es lo que le diferencia de los demás. Sin hacer nada del otro mundo, supo aprovechar las dos oportunidades que fabricó en los minutos finales para asestar un golpe mortal a un contrincante que se rindió ante el estado de gracia de un equipo al que todo le sale bien. A día de hoy.

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