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San Fernando

"Gracias por todo"

  • Homenajes y escenas de duelo por los cinco fallecidos se sucedieron a lo largo de este viernes. Familiares, amigos y compañeros recuerdan a unos isleños excepcionales.

La Isla seguía ayer sin dar crédito a la tragedia ferroviaria que ha cercenado la apacible vida de tres familias mientras se organizaban los funerales y la ciudad se preparaba para recibir a los féretros. De la conmoción causada por el drama daban cuenta ayer infinitos mensajes de dolor y solidaridad que circulaban por las redes sociales. La vida, obra y anécdotas de los cinco fallecidos se dibujaba entre los comentarios de sus amigos, familiares, conocidos y compañeros de trabajo. Su inesperada muerte ha dejado un enorme vacío en una ciudad que ayer andaba todavía conmocionada por lo ocurrido. Todos ellos habían trabajado durante décadas en contacto diario con numerosos isleños y eso se notaba.

En la céntrica oficina del BBVA de la calle Real-La Herrán reinaba el silencio a primeras horas de la mañana. Los compañeros, que habían conocido la noticia la tarde anterior, no podían disimular lo mucho que les había afectado la trágica muerte de Rosa Quijano. Las lágrimas eran incontenibles en una aciaga jornada laboral marcada por el drama del accidente del Alvia, que se había llevado a una de sus mejores compañeras. "Es verdad. Rosa era única, como compañera y como profesional", advertían.

Rosa, de hecho, era la veterana de la oficina. Llevaba más de 35 años trabajando allí. "Era un referente. Rosa siempre estaba aquí", apuntaban consternados. El jueves, cuando todavía no se había confirmado su defunción y se desconocía qué le había ocurrido, acudieron clientes a preguntar por ella. Y ayer, una vez conocida su muerte, fueron a presentar sus respetos y a dar el pésame. Eso -citaron sus compañeros- da cuenta de cómo era Rosa. "Era única, excepcional. En lo personal y también en lo profesional", afirmaron. "Y muy reconocida. No solo en San Fernando". "Rosa se desvivía en el trato a los clientes. Se había ganado su confianza. Muchos venían y, si no estaba ella o estaba ocupada, te decían no, no... yo con Rosa", recordaban.

Su marido, Antonio Reyes, es otra de las víctimas mortales de la tragedia. Era un hombre cercano, que transmitía bondad y tranquilidad, con mucha paciencia y un gran sentido del humor. Sus compañeros reconocen que siempre estaba pendiente de todo el mundo. "Todo lo que tenía de grande lo tenía de humanidad", apuntan. Amante de La Isla, era un fiel aficionado al San Fernando, del que era socio. Profesor de Electrotecnología, algunos alumnos recordaban sus buenas maneras en clase, su facilidad para hacer entender a los estudiantes una materia difícil. "Era muy buen profesor", alababan del plano profesional.

Ayer, en su instituto, Sancti Petri, el director, Alfonso Jiménez, recibía el pésame, junto al inspector general de Formación Profesional, José González, y la directora del colegio Puente Zuazo, Montserrat Romero. Mientras, seguían produciéndose numerosas muestras de dolor en el que fuera centro de trabajo de los otros dos docentes fallecidos, Francisco García Pereira y Esperanza Márquez. Allí, al igual que la noche anterior, progenitores, alumnos, antiguos estudiantes y profesores se concentraron para rendir homenaje a los dos maestros vinculados al Puente Zuazo que han perdido la vida. Del muro de entrada de las instalaciones colgaban dedicatorias y palabras de recuerdo que algunos de los pequeños y jóvenes habían dedicado a sus maestros, también de algunos padres. "¡Serán siempre grandes profes!", había escrito la madre de tres alumnos. "Por ser una buena tutora y un gran profesor", se podía leer en la misma cartulina, que abría en grande otras palabras: "Don Francisco y Esperanza, gracias por todos los años que nos habéis dedicado. Siempre estaréis con nosotros". "Siempre viviréis en nosotros", añadía otra persona. "El mejor profesor del mundo", apuntaba otro estudiante, que recordaba con cariño a Francisco y le pedía perdón por haberlo decepcionado.

Ángeles Trujillo y Toñi Salas, que habían formado parte de la asociación de padres del colegio, definían a ambos profesores como "excelentes personas, con eso se dice todo". Los niños del centro, añadían, los llevarán en el corazón. Esperanza era activa, muy alegre, "más cañera que Paco, pero muy dulce y atenta, muy tierna con los niños", contaba Mari Ángeles Cumbreras, a cuyos tres hijos ambos habían dado clases, "de dos fueron tutores". "Ayer [por el jueves] se hartaron de llorar cuando lo vieron por internet", explicaba esta mujer que leía después un texto que les había dedicado. Les agradecía los conocimientos y la sabiduría que habían impartido a sus vástagos, las vivencias transmitidas y el afecto y el cariño mostrado con los pequeños. Paco enseñaba de forma amena, divertida, lo que permitía asimilar los conceptos con facilidad. "Un día se lo dije y me respondió que había entendido perfectamente que ésa era su forma de trabajar. Esperanza era más de mano firme y organización, muy tierna", señalaba. Personas a las que les gustaba vivir la fiesta, el carnaval, ahora seguro que van a "revolucionar el mismo cielo". "Allá donde estéis, sed felices", les pedía. Otra mujer que los conocía desde antes de casarse, rememoraba como su marido y Paco estudiaron las oposiciones juntos. "Rezo por lo que le queda por delante a la familia".

Ignacio Bustamante -la quinta víctima mortal del accidente- era todo un veterano en la Administración local, en la que trabajó desde muy joven. Tenía su puesto en las oficinas del Área municipal de Hacienda y Control de la Gestión de la calle San Juan Bosco, aunque llegó a ser secretario de Antonio Moreno durante su etapa como regidor. Sus compañeros le recuerdan como un trabajador ejemplar, incansable, meticuloso y un amigo entrañable. De Ignacio, muy conocido en la ciudad, muchos recordaban ayer su amor desmedido por todas las cosas de La Isla -era, ante todo, un isleño enamorado e irremisiblemente ligado a su ciudad- y, cómo no, su enorme vocación cofrade: su hermandad del Huerto, de la que tantos años fue hermano mayor, su Virgen de Gracia y Esperanza y su devoción al Beato Cardenal Marcelo Spínola. De hecho, que hoy la figura de este ilustre isleño de finales del siglo XIX sea recordada y bien conocida en la ciudad es en gran medida un legado suyo.

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