La segregación de barbate

La Virgen de la independencia

  • El sorteo de las Hazas de Suerte recordará este año de nuevo cómo Barbate se segregó de Vejer, un proceso en el que el Santuario de La Oliva, "el corazón de los dos pueblos", jugó un papel importante pero aún no aclarado.

A principios de los años ochenta del siglo pasado, un jugador del equipo de fútbol de Barbate le confesó a un amigo que él formaba parte de un grupo clandestino de orantes. No se te ocurra comentar nada en el pueblo de esto que te digo, le advirtió antes de revelar el secreto. El otro dio su palabra y entonces el futbolista liberó la carga: la verdad, le dijo, es que cada vez que vamos a un partido hacemos una parada en el Santuario de La Oliva a rezarle a la Virgen.

La anécdota la rememora el historiador local Antonio Aragón. ¿Por qué ocultaban su devoción esos jóvenes futbolistas barbateños? ¿Qué temían que les reprochasen en su pueblo si la Virgen de la Oliva seguía siendo la patrona de Barbate? La respuesta enlaza con un episodio administrativo y político que tuvo lugar en 1938, en plena Guerra Civil: la segregación de Barbate del municipio de Vejer. Han pasado casi ochenta años y aún hoy resuenan en ambos pueblos los ecos de aquella partición en la que desempeñó un papel importante el Santuario de La Oliva. Es una historia en la que hay dos Vírgenes (de La Oliva y del Carmen), dos romerías (de La Oliva y de Fátima), una polémica división de tierras comunales, las Hazas de Suerte, y un enigma por resolver: ¿qué le cedió Vejer a Barbate a cambio de que el Santuario de La Oliva permaneciese en su término? "Posiblemente nunca lo sabremos", aventura Antonio Aragón.

Posiblemente. Pero hay pistas que permiten acercarse a la respuesta. Aunque para llegar a ellas, antes de exponerlas, tenemos que remontarnos más de cien años atrás.

A finales del siglo XIX, Barbate formaba parte del municipio de Vejer pero era un lugar casi despoblado en la costa. Los vecinos se agolpaban en lo alto del territorio, en el promontorio que domina el término, en Vejer. Fue la instalación de una almadraba lo que modificó todo. A Barbate comenzó a llegar gente que buscaba trabajo y poco a poco, sin pausa, la población costera creció. El entonces corresponsal en Vejer de Diario de Cádiz dejó constancia de ese cambio en 1904: la aldea va en aumento, escribió, se ha duplicado y llega a las mil personas. Ahora bien, esa crónica también destacaba algo que acompañaría ese ascenso durante las siguientes décadas: las carencias. No hay puesto de la Guardia Civil y del orden se encarga un guardia municipal ya anciano, se lamentaba el periodista.

El atún puso a Barbate en el mapa del mundo, explica Antonio Aragón. Tras la almadraba vino la fábrica de conservas. En los años veinte, Barbate ya era el más importante centro de España en la pesca del atún, una población con un envidiable movimiento industrial y mercantil: había fábricas de salazones y conservas, comercios; las embarcaciones, las traíñas, descargaban cantidades ingentes de sardinas. Pero continuaban las graves carencias y los barbateños no dejaban de recordarlo. Y de airearlo y de reclamar soluciones. En 1925, El Heraldo de Barbate, que dirigía José Miranda de Sardi, reclamaba la construcción de un puerto pesquero, el saneamiento del río y la pavimentación de las calles. En un artículo en ese mismo periódico, ese mismo año, José Crespo decía que Barbate no merecía ser la cenicienta de la provincia de Cádiz y abogaba por una solución: la independencia. Conseguida la independencia, la segregación de Vejer, todo lo demás se dará por añadidura, sostenía Crespo al tiempo que criticaba a los vecinos que se oponían, a quienes no querían dejar de pertenecer al municipio Vejer y perder así la oportunidad de ser beneficiarios de las Hazas de Suerte.

Las Hazas de Suerte son tierras comunales que tenía Vejer y ahora también Barbate. Forman una división de la tierra modélica que ha impedido el latifundio, dice Antonio Morillo, historiador local, que fue alcalde de Vejer y diputado por Cádiz en la Transición. Las hazas están arrendadas pero la cantidad que se paga por ellas no se la embolsa el Ayuntamiento sino que va directamente a los habitantes del municipio. Cada cuatro años, un sorteo otorga a cada agraciado la renta de una de las hazas durante ese período. Hay un padrón de vecinos con derecho a participar en el sorteo. Quienes han sido beneficiarios ya no entran en los siguientes sorteos, de manera que todos los vecinos serán agraciados (salvo fallecimiento, claro). Si alguien deja de residir en el municipio pierde el derecho a entrar en el sorteo.

Eso era lo que en 1925 algunos barbateños temían que sucediese si se separaban de Vejer: daban por hecho, porque así estaba reglamentado, que la independencia suponía quedarse sin las Hazas de Suerte. El Heraldo les afeaba esa actitud: les reprochaba que prefiriesen seguir con las calles "convertidas en barrizales en invierno y en polvo asesino de los pulmones en verano" a perder la posibilidad de que les cayese en suerte una haza.

En 1930, Miranda de Sardi comenzó a dirigir otro periódico, La Independencia de Barbate, que nacía como órgano difusor de esa idea. Sobre este periodista, su paso por Barbate y su defensa de los intereses de la población han escrito Francisco Malia y Antonio Aragón, que lo describen como un vecino que "puso su pluma al servicio de los desheredados". La campaña sumó apoyos y ese mismo año fue creada en el Casino de Barbate una comisión pro independencia que inició reuniones con el alcalde de Vejer. Pero las negociaciones no avanzaron lo suficiente y fue ocho años después cuando Barbate logró con inusitada rapidez la independencia. Por entonces ya las negociaciones se hacían de otra manera, ya existía un modo de resolver estos asuntos por una vía expeditiva y eso es lo que sucedió: la segregación se puso encima de la mesa y a quien no le gustó se aguantó; quien se atrevió a protestar descubrió inmediatamente que era mucho lo que se jugaba si no se callaba.

Barbate se segrega de Vejer en plena Guerra Civil. Tras el golpe de Estado de l936 y el inicio de la guerra, los sublevados contra la República nombran alcalde pedáneo de Barbate a Agustín Varo, un falangista que en 1925 formaba parte del grupo de barbateños que reclamaba la independencia. Varo retoma en 1937 esa idea, esa antorcha, en un momento político muy distinto. Ya no le acompañan ni Miranda de Sardi ni el anterior alcalde pedáneo de Barbate, Francisco Tato Anglada. Ambos han sido asesinados por los sublevados. Tampoco trata con el anterior alcalde de Vejer, Francisco Salgueiro, igualmente asesinado en el verano del 36, tras tomar ese pueblo los golpistas. El nuevo alcalde pedáneo de Barbate negocia con el nuevo alcalde de Vejer, Juan Morillo Muñoz de Arenillas.

El hijo de Agustín Varo, Ambrosio, relató en un artículo en 1988, en el 50º aniversario de la segregación, algunos pormenores del acontecimiento. Vejer y Barbate crearon dos comisiones para partir el municipio. En un momento dado entraron en un túnel sin salida, alcanzaron un punto de tensión y discrepancia que frenaba el acuerdo: trazada la línea divisoria, resultó que el Santuario de la Virgen de la Oliva, patrona de Vejer, quedaba dentro de los límites del futuro municipio de Barbate. Vejeriegos y barbateños compartían la misma devoción a La Oliva. Pero, ¿cómo iba Vejer a aceptar quedarse sin el Santuario de su patrona? ¿Y por qué Barbate tenía que renunciar a un santuario que le correspondía territorialmente si también era el de su patrona?

Como el conflicto pisaba otros terrenos hubo un intento de resolverlo con auxilio eclesiástico. Los alcaldes optaron por consultar al obispo. Pero éste respondió con la cautela que requerían los tiempos: aconsejó sensatez y dijo que aceptaría cualquier solución con arreglo a derecho. Lo que en ese momento quería decir: lo que la autoridad militar tenga a bien ordenar. La cosa se puso tan complicada, según Ambrosio Varo, que su padre y el alcalde de Vejer decidieron esquivar las comisiones y una tarde se reunieron en Caños de Meca con el firme propósito de encontrar una solución.

Agustín Varo era amigo del general Varela y del gobernador civil. Y el Consorcio Almadrabero de Barbate había proporcionado sus embarcaciones a los sublevados para que las tropas cruzasen el Estrecho. Sin embargo, pese a esa indudable posición de ventaja, en esa tarde soleada de conversaciones entre dos camaradas, Barbate cedió La Oliva a Vejer: la línea divisoria de ambos municipios fue modificada y trazó un entrante para que el Santuario encajara en territorio vejeriego. Ambrosio Varo dice que ambos pueblos renunciaron a algo, que cedieron lo suyo. Pero se muestra ambiguo y no precisa a qué renunció Vejer a cambio de quedarse con La Oliva.

Hay dos versiones que tratan de dar respuesta a ese enigma. Una sostiene que Vejer cedió a Barbate el frente costero de Zahora y Los Caños y que por eso se quedó sólo con cuatro kilómetros de costa en El Palmar. Y otra se inclina por la cesión de Hazas de Suerte. Barbate obtuvo 124 hazas y Vejer se quedó con las 232 restantes. Esta versión se apoya en un hecho como poco llamativo: en que, como señala en un artículo Antonio Muñoz, al no existir suficientes hazas en el nuevo término de Barbate para completar las 124 acordadas, les fueron adjudicadas a los barbateños unas cuantas que están ubicadas en territorio de Vejer: 11 en Cantarranas, 19 en Algar y otras en Compadrizas.

El acuerdo no gustó nada en Vejer. Antonio Morillo relata que el jefe local de la Falange protestó contra el expediente de segregación ante el gobernador civil y que una comisión de vejeriegos también se trasladó a Cádiz a entrevistarse con esa primera autoridad de la provincia. No insistieron mucho porque se toparon con una respuesta cuartelera: el gobernador los amenazó con meterlos en la cárcel si seguían protestando. Conviene recordarlo: todo esto ocurre en guerra y en una dictadura militar.

Morillo cree que no hubo cesión de franja costera, que Vejer no renunció a Los Caños ni a Zahora. Entre otras cosas porque Vejer era un pueblo agrícola y Barbate, marinero. La costa, por lógica, interesaba a los barbateños. Además, nadie podía imaginar entonces el valor turístico que alcanzaría con los años ese territorio. Como no ha aparecido documento alguno que señale en esa dirección, la otra versión (también sin documentar) gana puntos. La segunda opción sostiene que Vejer renunció a mantener las Hazas de Suerte, a hacer valer el reglamento, que era muy claro. "Todo aquel que se marcha de Vejer pierde el derecho a las hazas. Los vejeriegos no se oponían a la segregación pero consideraban que al independizarse, Barbate no tenía derecho a ellas", explica Morillo.

Es aquí cuando Antonio Aragón dice que posiblemente nunca sabremos qué sucedió aquella tarde soleada en Los Caños, qué acuerdo concreto alcanzaron los dos alcaldes. Lo que se sabe con certeza es que el Santuario de la Virgen Oliva pasó a manos de Vejer y que entonces hubo que iniciar en Barbate un proceso para conseguir apagar la devoción que los barbateños sentían por la Virgen de la Oliva. Porque si en Vejer estaban molestos por haber perdido parte de las Hazas de Suerte, en Barbate consideraban que bastante caro habían pagado por ellas al renunciar a tener el santuario de su patrona en su término. Sobre todo porque además les correspondía en la división territorial.

Echaron a andar así dos procedimientos. Uno en la Administración para oficializar la independencia, que fue conducido por el letrado Fernando Albi, y otro en Barbate para desenganchar a los fieles de la Virgen de la Oliva. Porque el pueblo de Barbate estaba tan identificado con La Oliva como Vejer. "El santuario era el corazón de los dos pueblos", dice Antonio Morillo. La prueba es que además de la romería en el Santuario, que se celebra en mayo, los barbateños contaban, al igual que Vejer, con una feria de al menos tres días que cerraba el verano y que estaba dedicada a su patrona: a la Virgen de la Oliva.

La segregación fue aprobada por el ministerio del Interior en noviembre de 1938. Todo fue rápido. También el cambio de fiestas y de Virgen. Ese mismo año, sin esperar más, se constituyó en Barbate la Hermandad de la Virgen del Carmen y fue comprada una imagen mediante suscripción popular. En el verano de 1939, recién terminada la Guerra Civil, esa nueva imagen de la Virgen del Carmen procesionaba por el río Barbate a bordo de una barcaza del Consorcio Nacional Almadrabero. Había que apagar la devoción a la Virgen de la Oliva. Décadas más tarde, otra decisión política aportó lo suyo a esa misión.

En el ámbito administrativo, la segregación fue pulcramente preparada por Fernando Albi, que redactó un informe sobre la situación de Barbate en el que exponía una injusticia. A saber, que Barbate sumaba 8.050 habitantes, que aportaba al presupuesto del Ayuntamiento de Vejer el 43% de sus ingresos y que, pese a ello, destacaba entre las poblaciones españolas en descuido y suciedad, con servicios municipales raquíticos y rudimentarios, con calles sin pavimento en las que se acumulaban basuras y a las que eran evacuadas las aguas fecales. Albi afirmaba que Barbate albergaba viviendas sin condiciones higiénicas y se detenía en un barrio sobre el que ya había escrito en los años veinte Miranda de Sardi: El Zapal.

El informe comparaba a El Zapal con un aduar marroquí y aseguraba que allí residía un tercio de la población de Barbate: más de dos mil personas apiñadas en chozas hediondas, en verdaderas zahurdas, construidas con los materiales más inverosímiles y en las que vivían con sus cerdos y asnos.

Como en los años veinte, Barbate consideraba que el Ayuntamiento de Vejer miraba para otro lado, desoía sus peticiones, lo tenía abandonado. Y que no había otra salida que independizarse para poder solucionar todos los problemas que mencionaba.

El 11 de marzo de 1938, el pleno del Ayuntamiento de Vejer aprobó la segregación que solicitaba Barbate, que integraba en su término a Zahara de los Atunes. Diario de Cádiz publicó la noticia el día 15 en su edición de la tarde. Coincidía con otra que abría la primera página: la celebración en Viena de la ceremonia oficial de la unificación de Alemania y Austria. Esta información destacaba el inenarrable entusiasmo de la población austriaca: que la muchedumbre aclamaba al canciller alemán Adolfo Hitler y que el gentío, brazo en alto, escuchaba religiosamente los himnos oficiales. Unos territorios se unían y otros se separaban. Y ambas eran buenas noticias en la España que luchaba contra la República con ayuda de los nazis.

La crónica sobre Barbate destacaba el júbilo de la aldea al saber que tendría su propio Ayuntamiento y algo más: que las gestiones para conseguir la independencia se habían estrellado durante 20 años contra "los egoísmos e intereses creados de la vieja política caciquil". "Ahora", añadía, "se han visto al fin coronadas por el éxito gracias, en primer término, a que en España, con el nuevo régimen, impera la justicia".

La independencia de Barbate y la creación del municipio comenzaban de esa manera y en ese momento a ser presentados como un éxito de los franquistas. Es un asunto sobre el que han escrito Francisco Malia y Antonio Aragón: cómo durante décadas fueron ninguneados, ignorados, aquellos que como Miranda de Sardi lucharon por la independencia con tanto afán como los que la consiguieron. Ese borrón y cuenta nueva quedó expresado en 1950 en el escudo de Barbate, que incluyó una leyenda: "Francisco Franco, fundador de Barbate". El escudo fue modificado en los años ochenta, el lema desapareció. Pero se mantuvo aún unos cuantos años más, hasta 1998, otra señal que ligaba estrechamente al franquismo con Barbate: en 1950, la localidad había pasado a denominarse Barbate de Franco.

Espoleado por la abundancia del caladero marroquí, Barbate siguió creciendo tras convertirse en un nuevo municipio de la provincia de Cádiz. Hacia 1965 sumaba ya unos 23.000 habitantes. Era un pueblo que recibía inmigrantes, a gente que buscaba y encontraba trabajo en el sector de la pesca y su industria. Un pueblo que recibía, además, un trato favorable por parte del régimen franquista: con la construcción de viviendas, del puerto...

En Vejer no pasaba inadvertida esa bonanza de su antigua aldea. Antonio Morillo cuenta que cuando Franco visitaba Barbate, Vejer se llenaba de agentes que lo escoltaban en esos viajes de autobombo: los vecinos estaban obligados a alojar en sus casas a los numerosos guardias y policías que protegían al dictador. Por eso se decía entonces: Barbate de Franco, Vejer de los Escoltas.

Antonio Aragón explica que la gran crisis llegó a Barbate cuando Marruecos limitó la entrada de pesqueros en sus caladeros. Primero, a finales de los sesenta, hubo un acuerdo pesquero y después vino la puntilla: en 1974, Marruecos amplió sus aguas jurisdiccionales. Es un año simbólico porque precisamente entonces fueron derribadas las últimas chabolas del barrio de El Zapal, el que era descrito de forma tan detallada en el informe de la solicitud de segregación en 1938. En contra de lo que argumentaba la petición (que la independencia permitiría a Barbate resolver ese problema) El Zapal permaneció como una muestra inequívoca de que la riqueza del pueblo no llegaba a todos. Los vecinos de ese conjunto de chabolas de lata eran alojados en nuevas viviendas pero inmediatamente los sustituían otros que llegaban a Barbate en busca de empleo. Esa inmigración terminó cuando Marruecos puso vallas a sus aguas. No fue, pues, la Administración franquista la que acabó con El Zapal sino la primera gran crisis, dice Aragón.

Barbate tenía entonces, cuando empezó la cuesta abajo, unos 160 barcos. Cada julio, la Virgen del Carmen seguía saliendo en procesión, el pueblo la festejaba y la antigua feria de La Oliva, la que Barbate había dedicado cada final de verano a su patrona, iba quedando en el olvido. Hasta que acabó por borrarse de la memoria popular. Y eso que no fue hasta 2010 cuando la Virgen del Carmen sustituyó oficialmente a la Virgen de la Oliva como patrona.

En el Santuario de La Oliva también continuó la romería del mes de mayo. Pero como si algo hubiese permanecido de aquel desencuentro que se produjo en 1938 entre dos poblaciones, en los ochenta, el entonces alcalde de Barbate, Serafín Núñez, promovió otra romería que le hace la competencia a la de La Oliva: la de la Virgen de Fátima. Se trataba de responder a Vejer, que seguía reclamando (como probablemente volverá a hacer este año en el sorteo) las Hazas de Suerte con las que se quedó Barbate al convertirse en municipio.

Se entiende así que los futbolistas del Barbate ocultasen su rezo en el Santuario de La Oliva, que tratasen de evitar ser vistos en su pueblo (o por el Ayuntamiento) como devotos de una Virgen de Vejer. Cada pueblo con su Virgen y cada pueblo con su romería, decidían algunos. Y no sólo los políticos echaban leña al fuego. Antonio Morillo evoca de esos años el episodio tras el que surgió la romería de Fátima. Unas mujeres de Barbate acudían los martes al Santuario de La Oliva a rezarle a San Nicolás de Bari y el cura que había entonces se enfadó e intentó disuadirlas. Aquí se viene a rezar a la Virgen de la Oliva, las reconvenía el sacerdote. Ellas no le hacían caso. Seguían caminando desde su pueblo hasta el santuario a postrarse ante San Nicolás. Dice Morillo que el cura solucionó sin medias tintas lo que consideraba un problema. Retiró la imagen del santo y se acabaron las visitas al Santuario de las mujeres de Barbate.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios