Diario del Carnaval

El día en que Martín tuvo su plaza

  • El autor que durante medio siglo ha cantado a Cádiz inauguró en el mediodía de ayer el rótulo con su nombre con el que también se ha bautizado a la emblemática Cruz Verde

El día en que Martín tuvo su plaza hacía calor para ser febrero. Daba el sol en la tarima sin megafonía y el coplero, como siempre, llevaba sombrero. El día en que Martín tuvo su plaza la última o de Antonio ya no se metía en ningún balcón y su nombre se descubría bajo el añejo abrazo de Plazuela de la Cruz Verde. El día en que Martín tuvo su plaza había gaditanos escuchando (o intentando escuchar), una pandilla de foráneos con pitos de caña que no entendían muy bien qué era toda aquella parafernalia y coches y furgonetas que rodaban por la calle Cruz de vez en cuando provocando los empujones entre el personal. El día en que Antonio Martín tuvo su plaza, la plaza Cruz Verde de todos, la emoción le caía por los ojos, se le hizo un nudo en la garganta, habló, primero, como Antonio, y, después, como dios... Como dios Momo.

"Mi padre, Francisco, llegando de Matagorda; mi madre, con su canastilla puesta, yendo para el Mercado; las vecinas guapas de San Vicente, con las que correteábamos y jugábamos... ". El día en que Martín tuvo su plaza desfilaron frente a sus ojos los fantasmas del pasado. El autor, 50 años de coplas lo contemplan, los veía tan claros como al numeroso público que acudió al descubrimiento de la placa que llevaba su nombre.

Le ha cantado tantas veces a esta plaza que forma parte del imaginario de su obra"Necesitaré 3.000 años, como Cádiz, para agradecer a la afición lo que me ha hecho sentir"

El mismo público que le gritaba "¡te lo mereces, Antonio!" cuando al comparsista se le quebró la voz ante la visión de una plaza, en la que entonces reinaba el Gavilán, que sólo conocieron los de su generación. "Aquí hice mi vida entera hasta que tuve que emigrar (a Puerto Real) como todo el mundo", se convencía Martín el día en que tuvo su plaza y afloraron los recuerdos que lleva en su "alma para toda la vida".

El día en que Martín tuvo su plaza José María González lo acompañó "orgulloso" como "alcalde, como carnavalero y como gaditano". Ese día (como muchos otros) lo llamó "maestro", lo destacó como "uno de los autores más importantes" y "de los más prolíficos" del Carnaval de Cádiz y sentenció que un gaditano que presuma de serlo "obligatoriamente en alguna etapa de su vida ha tenido que ser martinista". El día en que Martín tuvo su plaza, que es la plaza de la Cruz Verde, el primer edil se encargó de exhibir el lazo que unen al hombre con el espacio, las "tantas veces" que el de la calle San Vicente le ha cantado al recoleto nudo entre los barrios de la Viña y Libertad "hasta formar parte del imaginario de su obra, de sus coplas y de nosotros".

Qué bonito el día en que Martín tuvo su plaza. Qué bonito porque "es justo que los homenajes vengan en vida" (y es extraño en la Tacita en la que se bebe la desmemoria a tragos de cowboy) "cuando uno los puede disfrutar y uno se puede sentir orgulloso", como recordaba el alcalde. Qué bonito porque su familia, la de sangre, lo arropó junto a algunos amigos como Antonio Burgos y el torero Curro Romero, al igual que su otra familia, la carnavalera, encarnada en algunos de los hombres que han cantado sus coplas y que las volvieron a cantar al finalizar el acto el día en que Martín tuvo su plaza. Qué bonito cuando una contempla a un paisano más que contento, pletórico, porque ve cumplidos sus sueños. Y este año Antonio Martín tacha de su lista más de uno.

Por eso, no es de extrañar, que el día en que Antonio Martín tuvo su plaza "fue tiempo de agradecimiento". "Se me está entregando un cariño que... que yo...", de nuevo un amago de lágrimas y de nuevo el empuje de los aficionados ("¡venga, Antonio, vamos!") que, exceptuando a las primeras filas, se percataron de la emoción sin necesidad de oír con claridad sus palabras.

"Al alcalde y al Ayuntamiento en pleno que aprobaron por unanimidad que esto se hiciese hoy realidad", "a todos los hombres que cantaron mis coplas, que tienen mucho que ver que esté sucediendo esto hoy aquí", "a un montón de amigos, que la memoria se me escapa", "a mi mujer, a mis hijos, que me han soportado y que conocían esta plaza de la Cruz Verde por querencia, que mi niña no había día que no pasara por la Viña para estar en la plaza de la Cruz Verde y conocerla", "y a todos ustedes, a toda la afición de Cádiz, que me voy a morir y seguramente necesitaré 3.000 años como Cádiz para agradecerle a ustedes uno por uno lo que me habéis hecho sentir durante 50 años de coplas, que no han sido 50 años de coplas mías, sino que han sido 50 años de coplas obligadas por el cariño de ustedes", se sucedían los tributos justo antes de que Antonio Martín, el día en que tuvo su plaza, sacara un papel, confesando que no le gustan, para leer un buen trozo d su pregón como Dios Momo, ese que, cómo no, mentaba a su recuerdo de la Cruz Verde y del bar El Gavilán y que concluyó con un nuevo agradecimiento "especial" más, a Paco Alba, "que también tiene buena culpa de mis coplas y de que estemos aquí".

El día en que Martín tuvo su plaza pasó una furgoneta en el momento en que homenajeado y alcalde descubrían la placa (Cadi...), un mar de cámaras (de cámaras de móviles) disparaban a la fachada finalmente elegida para rebautizar a la plaza de la Cruz Verde, y los aplausos dejaron paso a las coplas. El día en que Martín tuvo su plaza era segundo sábado de Carnaval, los coristas todavía no se habían subido a las bateas y los visitantes andaban despistados por el barrio ("¿esta chirigota cómo se llama?"). El día en que Martín tuvo su plaza hacía calor y recibió calor.

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