Sevilla-Juventus

La ascensión de Julio César Mendilibar

Mendilibar sigue con rostro serio una discusión de Acuña ante Fagioli.

Mendilibar sigue con rostro serio una discusión de Acuña ante Fagioli. / AFP7 / Europa Press

Massimiliano Allegri es uno de los técnicos más reputados de Italia. Con el Milan ganó un Scudetto y una Supercopa de Italia. Con la Juventus alcanzó los cinco Scudettos, tres Copas y dos Supercopas de Italia en la etapa hegemónica de la Vecchia Signora hasta 2019. Su cara es conocida para cualquier aficionado del mundo al fútbol. Enfrente estaba José Luis Mendilibar, un hombre de fútbol hecho a base de esfuerzo y sin haber entrenado nunca a un grande de verdad, salvo aquella lejana aventura frustrada en el Athletic. Un entrenador que es muy querido en el gremio y que ha encontrado la gloria a los 62 años. Hace apenas dos meses lo llamó Monchi agarrado a él como a un flotador en la tempestad. Hoy es finalista de la Europa League tras haberse cargado al Manchester United y a la Juventus, dos transatlánticos del fútbol mundial.

Es el milagro de Mendilibar, el Julio César del Sevilla, que vino, vio y venció. Con la misma naturalidad con que responde a los periodistas preguntas espinosas sobre su edad, su palmarés o su falsa imagen de técnico de manual gastado, de fútbol directo y poco más... Que les pregunten a Erik ten Hag y a Massimiliano Allegri por el manual de segunda mano de Mendilibar...

Veni, vidi, vici...

Cualquiera que no sea del Sevilla debería alegrarse por este triunfo inesperado de Mendilibar, acaecido en el día de la Ascensión, que relumbra más que el sol. Porque es el triunfo de un técnico que engrandece el fútbol desde su pureza. Un hombre cuyas dos últimas aventuras fueron el duro descenso con el Eibar, al que encumbró hasta la Primera División y lo asentó en la élite, y el despido del Alavés poco antes del descenso del equipo babazorro. Dos duras experiencias para un vizcaíno que ya probó la hiel de verse destituido al poco de empezar como entrenador en el Athletic, allá por octubre de 2005, cuando Juande Ramos aún era muy cuestionado por el mal arranque de aquel Sevilla que iniciaría, en Eindhoven, la preciosa leyenda europea a la que ahora le da continuidad el técnico de Zaldívar. 

Veni, vidi, vici... Es lo que dijo ante el Senado romano Julio César, que tuvo que interrumpir la guerra civil con Pompeyo para irse hasta el Ponto, a orillas del Mar Negro, para calmar las aguas tormentosas y ganar la batalla de Zela. Mendilibar también llegó al Sevilla en plena guerra civil, aunque ya nadie se acuerde de la belicosidad institucional y de los litigios judiciales entre los máximos accionistas.

Todo eso es polvo gris como el cabello de Mendilibar, nada en la inmensidad de la proeza gigantesca de un Sevilla que, tras la derrota en Getafe y antes de visitar a otro rival directo como el Cádiz, estaba a dos puntos del descenso y tenía con las carnes abiertas a todo el sevillismo, desde Pepe Castro, hasta Monchi pasando por el último socio en apuntarse a la nómina de locos privilegiados. Los mismos que ahora, en el manicomio de Nervión, se frotan los ojos viendo cómo rinden sus jugadores, esa pléyade de veteranos de las legiones de Híspalis e Itálica. Los mismos que han sido transformados por el taumaturgo vizcaíno en redivivos héroes juveniles. La juventud dura lo que dura su espíritu...

Del agobio de Getafe a la locura ante la Juve

Al sevillismo no le cabía el cuello en la camisa de tanto tragar saliva y sacudirse la nuez hasta que el vizcaíno puso orden en Cádiz. Porque, tras las destituciones de Lopetegui y de Sampaoli, la apuesta por Mendilibar era arriesgada. Pero Monchi acertó de pleno pese a la imagen que podía destilar este entrenador aparentemente de segunda fila que llama a las cosas por su nombre y, también, que hace jugar a sus equipos de forma excelente, a veces exquisita y siempre auténtica, con verdad en cada lance, con la portería contraria entre ceja y ceja. ¿O acaso no se trata de marcar más goles que el contrario? ¿O acaso no es más difícil jugar en vertical que en horizontal? ¿O acaso no es lo verdaderamente complicado encontrar al que viste como tú cuando el ritmo es vertiginoso?

Que le pregunten a Allegri y a su fútbol excesivamente especulativo, como demostró tanto en la ida como en la vuelta de estas semifinales para la historia. La Juventus apostó por esperar al Sevilla. Incluso en Turín... ¿O quizá es que este Sevilla vibrante, vertical, versátil tácticamente, combinativo en apoyos, firme en ayudas defensivas y coberturas, se ha comido literalmente a la Juventus igual que se comió al Manchester United?

Los números no engañan y las estadísticas son impresionantes... El triunfo sobre la escuadra bianconera, un mito del fútbol continental, fue el octavo del hombre de Zaldúa en su duodécimo partido con el Sevilla. Empató otros tres, uno en Old Trafford, otro en el Juventus Stadium, casi nada, y sólo perdió uno, en casa ante el Girona...

¡30 remates ante el equipo más italiano!

Porque el Sevilla se cargó a la Juve con 63 centros al área, 18 córneres a favor, 30 remates, 11 de ellos a portería, 11 fuera y 8 rechazados por la numantina defensa italiana. Con el 60% de la posesión de balón ante una Juventus cuyo banquillo metía miedo... Ayer, 18 de mayo de 2023, día de la Ascensión de Jesucristo en el calendario cristiano y efeméride del título que el Sevilla ganó a otro gigante europeo como el Liverpool, el club de Nervión, con su casta y su coraje, con su gente entregada en la apuesta al rojo de vida y pasión, de sangre y fuego hasta la extenuación, se clasificó para la séptima final de la UEFA Europa League. ¡Tras remontarle un gol a la Juve! Fino alla fine dice el lema juventino, que elevó a Gatti en el minuto 97 del partido de ida... Hasta el final, Juve, hasta el final, que dicen que nunca se rinde...

Siete años después de Basilea, esperan Budapest y la Roma de Mourinho para el reto de la séptima. Porque ayer, ante el equipo más italiano del Calcio, el general romano ascendido a los altares del sevillismo fue Mendilibar, el Julio César del Sevilla. Un viejo zorro sin dobleces. Directo y franco. Como su fútbol.

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