Cuando todo acabe, cuando el último teléfono se apague, la última red wifi caiga, entre los trozos de asfalto y ruido de cristales rotos, una flor se abrirá paso, desafiante entre el arraigado acero. La esperanza es 'La última flor' de un mundo destruido. La esperanza, esa que también impulsa a Germán Rendón para seguir caminando en esa ingobernable modalidad llamada comparsa y camino al corazón del público, sobrevive a los envites del tiempo y del hombre para inspirar al creador del lema OBDC. Puede que un día todo acabe pero, mientras, en la peña Fletilla hay esperanza, y nervio, el nervio de quien espera.

La esperanza es también la que levanta del suelo al autor que, de guasa, no ha dudado en arrojarse al piso ante la pregunta mil veces trillada: "¿Cómo te sientes en estos minutos antes de tirar para el Falla?" Rendón no oculta los nervios, ¿para qué?, tampoco la alegría al recordar las mieles que 'La vida es bella', su anterior obra, le dejó en el paladar por ser la comparsa "con la que por fin cuajó nuestro concepto". Una agrupación con la que por primera vez llegó a la seminfinal.

'OBDC La última flor' es, en cierta manera, "hermana" de 'La vida es bella' "y sin haberlo pretendido", asegura su creador. "Si el año pasado nos movíamos en un mundo en guerra, este año la escena es como de ese mundo arrasado después del gran desastre y nosotros somos el último hombre, el último superviviente, y al igual que el año pasado tenemos ese mismo tono positivo y melódico", adelanta en medio del otro pequeño mundo, el que se dibuja en la peña de la calle Enrique de las Marinas donde familiares esperan impacientes fuera de las cortinas cadistas mientras que los comparsistas dan los últimos retoques al tipo confeccionado por Keko Trinidad que también cuenta con "algunos guiños" a la propuesta del año pasado como "el pañuelo palestino y la máscara de gas" atados y colgados de una tubería que les sirve de bastón.

En esa comunidad tan viva y colorista que se forma, espontánea, en los locales donde los grupos se transforman para entrar en el Falla, los abalorios se dejan por los rincones, las maquilladoras -el equipo de Sara Romero- hacen su magia, las cuerdas de las guitarras se rasgan para calentar y calmar... En esa comunidad tan viva, Germán Rendón se coloca el sombrero, el largo collar de cuentas, se ajusta el pantalón bombacho de último superviviente y mira hacia dentro y hacia fuera, hacia su gente, con su mirada siempre exigente.

"Te confieso que hasta ayer mismo he estado dándole vueltas al repertorio y ajustando cosas", ríe el comparsista que explica, en dulce queja, "que a veces se necesita un grupo que te frene porque los autores es que cojeamos del coco casi todos", bromea.

Un grupo, el suyo, donde conviven los de siempre como Ezequiel Fernández - "más tranquilo ahora que esta mañana cuando salí de casa", sonríe el joven que durante varios años ha controlado el acceso al foso de la prensa en el teatro como trabajador de la empresa Union que antes se ocupaba de este servicio en el Falla- con nuevos rostros como "Jesús, que el pasado año salió con la comparsa de Jona, Carlitos Mera, Juanlu Sambruno y Julián Delgado" que se "han adaptado", recalca el comparsista, al concepto y al estilo de la comparsa "a la perfección". "Pero eso que quede claro, que por encima está el concepto y el estilo de esta comparsa y aunque este año se hayan unido gente con mucho prestigio, nuestro estilo no ha cambiado y ellos, que son grandes en esto y que se han sumado a nosotros porque les gustaba nuestra propuesta, pues han encajado muy bien", detalla.

"Para mí ha sido como reencontrarme con ese pellizco antiguo, como con el origen", reconoce Julián que aunque "no pensaba salir este año porque pensaba que no iba a estar en Cádiz", finalmente se ha unido a las filas de un grupo "que ha ido creciendo a pasos agigantados en el concurso" y con el que se siente "muy cómodo".