La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El verdadero balance de la Feria

Si los políticos manipulan el resumen de las fiestas, haga usted lo mismo con su balance particular como si fuera un Tezanos en clave hispalense El teléfono móvil, la papa gorda y la sociedad boba Todas las tertulias de El Zaguán

Los fuegos artificiales que marcan el final de la Feria.

Los fuegos artificiales que marcan el final de la Feria. / M. G. (Sevilla)

No son las absurdas cifras del negocio que se genera cada segundo (jajajá, ay qué risa, María Luisa), ni las de consumo de cerveza al día, ni los porcentajes mayores o menores de reogida de basura, transporte de viajeros o niños perdidos. Nos marearán con números de todo tipo (inspecciones de casetas, contra la venta ambulante, de seguridad e higiene en el trabajo y de pescado inmaduro requisado), pero el verdadero balance, sevillano cabal o residente de buena fe en la ciudad, es el suyo. Sí, su resumen individual, único e intransferible. El que nunca se publica, el que hace usted de los días farolillos ante el espejo del baño, del salón donde todavía se exhiben los trajes de flamenca que piden la mudá al tinte, o del pasillo donde le ajustaron la cola de la túnica de nazareno, ay tiempo detente, hace apenas tres semanas. El sevillano reflexiona sobre si fue mucho o poco a la Feria, si las arcas particulares han menguado más de la cuenta, si olvidó atender a quien debía o si fue demasiado espléndido con quien no lo merecía. ¿Cuánta gente hostil y maleducada soportó usted en la Feria, el lugar donde más impertinencias se oyen a partir de las seis de la tarde por efecto de la ingesta de fermentados? Solo usted lo sabe. No lo dirá en las redes sociales, porque en ellas ni existe la verdad ni habita la inocencia. Nadie quiere quedar como que lo ha pasado mal, al igual que todo el mundo quiere contar que mangó callejón o tendido de sombra en una tarde en la que se cortaron muchas orejas.

Al final lo que importa es la sensación general. Si la Feria le ha hecho olvidar problemas cotidianos, no acordarse de las claves de ordenador ni a qué hora se ponía el despertador este lunes, es probable que haya tenido usted una semana mejor aún que la feria de don Ramón Valencia con siete carteles de No hay billetes. Si por el contrario sigue erre con erre con el recuerdo de los cuatro invitados de más que le metió su cuñado en la caseta, es que algo no esta bien digerido. Por mucho que nos digan que cuanto ocurre en la Feria se queda en la Feria, no es cierto del todo en muchos casos. Procure meter en su balance ese momento de chispa, duende o gracia que usted no se esperaba. La digestión de la Feria es muy importante para los días que vienen. Olvide la tardanza en coger el taxi nocturno y el efecto del exceso de calentitos que se jamó a las tres de la madrugada. Si los políticos manipulan los balances, pase usted por la cocina el suyo como si fuera un Tezanos al modo hispalense. La gran verdad de la Feria es que todo es mentira. Balances incluidos. Y a los hostiles evítelos todo el año. Esos no cambian ni con la Feria corta ni larga. 

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