El Rocío

El Rocío es un estado del alma

No sé si ya la has visto. Te lo pregunto porque no te veo la cara. Si pudiera vértela, ya lo sabría, y sé que habrá merecido la pena. Seguro que sí, que a través de ella encontraste paz en tu alma, consuelo en tus pesares y alivio en tu corazón cuando la Santísima Virgen del Rocío fue a visitarte en ese acto de fe que su pueblo de Almonte realiza a base de entrega, sudor, redaños y sobretodo fe.

Este año te costó venir. Ha sido un año duro. ¡Qué de problemas! ¡Qué incertidumbre! Pero un año más conseguiste cuadrar el difícil puzle que hace tan difícil venir al Rocío: salud, trabajo, dinero, preparativos, más preparativos, todo con la mayor de las ilusiones para rezar a las plantas de la Blanca Paloma y vivir su romería. Preparativos en la hermandad, reuniones, limpieza, cultos, la casa de la aldea, las pernoctas, etc. Todo a punto .

Sales de tu pueblo, de tu ciudad, salen a la vez hermandades grandes, medianas y pequeñas, todas con los mismos anhelos, ilusiones, nervios y fe, mucha fe. Diluvia, pero los corazones hierven por dentro, nos vamos al Rocío y esta estampida de fe no hay quien la pare. Un camino, este año especialmente duro, no quiebra el empeño del rociero; todo lo contrario, lo alienta y lo afianza.

No eres el más popular de tu reunión, cantas mal, pero vibras con las sevillanas que vuelan hacia tu Simpecado. Estás siempre pendiente de tu Simpecado, de tu carroza, de tus hermanos, te emociona una cara, una oración sincera, un silencio en el camino. Tu corazón vibra con las cosas sencillas: un carrero, con un grito que pone en marcha, un carro rompiendo el silencio avanza con su sinfonía de cascabeles, la melodía más maravillosa que se puede escuchar en los campos por mayo.

Te hace rezar y llorar ver cómo dos rayos de sol iluminan tu Simpecado después de la tormenta. Te gusta adelantarte y ver pasar tu hermandad a la sombra de un pino completamente solo y acordarte de los que te enseñaron esta fe, pues yo creo que sus almas se quedan en las marismas para siempre y sus cuerpos son los pinos que llorarán mañana despidiendo a las carretas.

Te llamas Antonio, Rocío, Juan, Manuel, Carlos, Fernando, Cinta, Rafa, Lola, José, Elio y eres rociero. La Virgen te encontró y te cautivó, eres rociero y estás orgulloso de serlo, orgulloso de tu hermandad, de tu pueblo y de tu devoción.

Cuando saliste de tu pueblo te llevaste parte de nuestros corazones, de los que no podemos ir este año, hay quien no es consciente de eso, pero tú, sí. Sabes que la Virgen del Rocío habita en la marisma, pero está en corazón de todos los rocieros, en una plegaria, un recuerdo, en una letrilla de sevillanas, en una estampa en la cabecera de una cama donde yace el dolor, la soledad o el olvido. La Virgen no es nuestra y lo sabemos, ella es Rocío y pescadora de almas y habita en el corazón de todos los rocieros buenos.

El Rocío es una forma de vivir, es un sentimiento, y es, además, un estado del alma que se vive durante una semana, pero que se siente toda la vida. Trabajaste, te entregaste, sufriste en los caminos, rezaste cantando, viniste a pie, a caballo o en carro todo para postrarte a sus plantas y proclamar a los cuatro vientos tu fe rociera, tú y tantos como tú. Tu corazón está tranquilo y tu alma serena, ya no te duele nada, ya no hay cansancio solo hay Rocío y, como dice la copla, volverás lleno de gracia que la Virgen te ha derramado mientras que el solano de la marisma alisará las arenas y así por los siglos de los siglos.

Sirvan estas palabras de homenaje al hermano mayor Manolo Castilla, por ser como es, a su presidente Juan Ferrer y a todos los que han pertenecido a la junta de gobierno a lo largo de estos ocho años, que se despiden en este su último Rocío representando a nuestra Hermandad y por ende a todos los que con entusiasmo y desinteresadamente han colaborado con ellos, que la Santísima Virgen del Rocío os ayude, os bendiga y os proteja siempre.

¡Viva la Virgen del Rocío y viva la Hermandad de Huelva!

rocío 2016

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