El nivel de pestilencia al que ha llegado la clase política es difícilmente comprensible para cualquier mente sana. Cristina Pardo lo clavó en un tuit de hace unos días: "Se está produciendo un registro. No importa cuándo leas esto". Lo que nos queda ahora es poner en marcha nuestra propia Tangentópolis, aquella que se llevó por delante a una manera de entender la política en Italia que, al menos por lo que se ha visto en los últimos días, hasta parecía más sana que la que tenemos a nuestra disposición.
Porque tal es nuestra desidia que todavía no hemos llegado a asimilar una de nuestras principales responsabilidades como ciudadanos, como individuos medianamente sanos y mentalmente activos. Tenemos delante de nuestros ojos a los responsables de haber convertido la política en una verdadera letrina; me tiene completamente sin cuidado que sean azules en Madrid y Valencia, o rojos -rosa clarito, más bien- en Andalucía. Lo que nos queda como sociedad es tener el coraje de barrerlos por completo de la vida pública. Los mismos que repudian hoy a Esperanza hace unos días la aplaudieron más de 5 minutos; un secretario de Estado se reúne con alguien que fue a la cárcel dos semanas después y sigue en su puesto; un fiscal Anticorrupción protege a corruptos; un ministro pega el chivatazo para que se destruyan documentos y la ministra de Defensa y secretaria general del partido dice sin que se le caiga la cara a trozos que son quienes denuncian la corrupción.
Entre las imágenes que hemos podido ver estos últimos días, hay una que me sobrecoge. En Navalcarnero, unos vecinos llegaron a pagar casi medio millón del ala por unas casas que compraron con la promesa de que el tendido del ferrocarril iba a aliviar la distancia que les separa del centro de la ciudad. Hoy tienen una zanja inútil y alguien con los bolsillos más que llenos. De nada servirá todo esto, si en las próximas elecciones alguien convoca un mitin en la ciudad y no salen de allí a escobazo limpio. En medio de esto, el presidente del Gobierno más parado de la historia nos asegura que irá "encantado" a declarar ante un tribunal que investiga la financiación irregular de su partido. ¿Saben por qué? Porque está convencido de que no va a pasar nada. Y tiene razón. Nuestra tarea pendiente es no consentir semejantes comportamientos, no tolerar que alguien ampare, proteja, impulse u oculte una inmundica insportable. De continuar con semejante anuencia cívica, toda esa porquería en que han convertido la política tendrá unos únicos responsables y somos todos nosotros. Por más que nos huela mal.
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