Análisis

Turismo en Cádiz: No saturados, pero sí mosqueados

Un grupo de turistas en la concurrida calle de la Palma, del barrio de la Viña de Cádiz. Un grupo de turistas en la concurrida calle de la Palma, del barrio de la Viña de Cádiz.

Un grupo de turistas en la concurrida calle de la Palma, del barrio de la Viña de Cádiz. / Julio González

Está el dato, y está la carne. Está el medio millón de usuarios de hoteles, apartamentos y viviendas turísticas (número lejano al de otras capitales andaluzas); y está la imposibilidad de improvisar una cena en la calle un fin de semana. Está la estacionalidad que deja durante meses a la ciudad a solas con su pirámide demográfica invertida; y están los alquileres imposibles, los precios al alza, la desaparición de los vecinos de toda la vida. Está la necesidad de buscar un futuro para una ciudad con mucho paro y poca industria, está el atractivo para locales y visitantes de una buena terraza, de una foto instagrameable; y están el cierre del comercio local ante la falta de ciudadanos, la homogeneización en sus propuestas y cartas de restaurantes que cada vez se parecen más unas a otras. Sí, está el dato –los del INE, los de Estadística de la Junta, los del último informe de la Consejería de Turismo–; y sí, está la carne –la que habita, sobre todo, en un casco histórico que todavía no es un lienzo, que aún no es un decorado, un casco histórico vivido y poblado, núcleo de administraciones públicas, y que, por ahora, no se parece a ningún otro...–

No, parece que no estamos saturados, pero sí mosqueados en nuestra relación con el turismo o, al menos, con un modelo actual que genera desconfianza en ciertos barrios señeros y de identidad como la Viña o El Pópulo y que ha comenzado a extenderse de forma generalizada a buena parte de la ciudad.

Pero es cierto, la reunión de los datos nos dice que Cádiz capital no sufre una irreversible turistificación, que, todavía, la afluencia se circunscribe a épocas muy concretas del año, y que son zonas muy localizadas de la ciudad las que aguantan el peso de las no pocas molestias del turismo estival y de cruceristas.

Si embargo, y sin salirnos de la entidad que otorga la toga y birrete de la cifra y el informe, resulta curioso que en el reciente estudio sobre la Percepción del turismo en Andalucía, realizado por la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte, Cádiz aparezca junto a Granada, Sevilla y Málaga como las capitales de provincia con un nivel de “alta saturación turística”. Es más Cádiz, junto a otros municipios gaditanos como Tarifa, Chipiona, Vejer y Grazalema, ha sido escogida por su incidencia turística entre los 32 municipios que han formado parte de este proyecto de investigación.

Cádiz, aún con una flota hotelera que sigue siendo una de las más pequeñas, en cuanto a camas, de las existentes en las principales ciudades turísticas de Andalucía, ha visto cómo este tipo de hospedaje ha aumentado un 25% en los últimos 5 años y cómo ha sumado una legión de viviendas turísticas (hemos despertado a mayo con 2.437 VFT registradas y 11.559 plazas) que se erige como una de las mayores ofertas de nuestra comunidad autónoma. Y eso que 222 solicitudes más han sido desechadas este año por la Junta de Andalucía...

Cifras en un contexto (y también desencadenantes) en el que el precio de alquiler y compra de vivienda no para de subir, con nuevas promociones de lujo sólo al alcance de unos cuantos privilegiados y de ciudadanos pertenecientes a otras comunidades autónomas con mayor poder adquisitivo. Y mientras la ciudad pierde habitantes, cada vez más, cada vez más rápido. El drama no es el turismo, el drama es la pobreza.

Colas a las puertas de la Catedral de Cádiz. Colas a las puertas de la Catedral de Cádiz.

Colas a las puertas de la Catedral de Cádiz. / Julio González

Cádiz, también, ve en peligro su identidad gastronómica ante el continuo incremento de turistas. Lo dice otra investigación, Abrir las Neveras, cocina de Autoras, que la asociación Masterñam Alumni de la Universidad de Cádiz realizó en colaboración de la Asociación de Mujeres de Acero del gaditano barrio de la Viña, y lo vino a insinuar la historiadora catalana de la gastronomía Inés Butrón cuando en su última visita a Cádiz pronunció aquella sentencia de que “el atún ya no se come ‘encebollao’, sólo se come en tataki”.

Es decir, la foodificación, prima hermana de la turistificación, también está enseñando la patita en la ciudad aunque –en esta auténtica esquizofrénica relación que tenemos con este sector productivo– hay que reconocerle al impulso turístico que haya sido el principal acicate para animar a la modernización e incluso apertura de nuevos bares y restaurantes en Cádiz.

Pero aquí se abre otro debate, otra polémica de posiciones enfrentadas, que también tiene un dato sobre papel y carne sufrida en la realidad. Las condiciones de trabajo y los sueldos en los sectores de la hotelería y la hostelería, defendidos por la patronal, puestos en entredicho por los trabajadores, y realidad más que conocida para todo aquel que haya tenido un mínimo contacto con el gremio. En este sentido, resulta revelador que en el reciente estudio de Percepción del Turismo de la Consejería, un 82% de andaluces, puestos a elegir, prefieren que se invierta en otros sectores económicos diferentes al turismo en sus municipios. Sí, el turismo crea riqueza, innegable, pero la pregunta es ¿a quién llega?

En este mismo informe, un 65% de los encuestados recomendaban distribuir a los turistas entre todos los barrios de su ciudad. Si cristalizamos la idea en nuestra tierra, no sólo se trataría de un mejor reparto de la ubicación de los alojamientos, sino de ir más allá creando focos de interés por toda una ciudad, que 3.000 años bien merecen la pena, para desatascar la sobreexposición de áreas concretas.

Portal de una vivienda turística en el barrio de Santa María de Cádiz. Portal de una vivienda turística en el barrio de Santa María de Cádiz.

Portal de una vivienda turística en el barrio de Santa María de Cádiz. / Julio González

Así, hasta nos jugaríamos el carné de gaditanía a que una decidida puesta en valor del abandonadísimo paseo de San Carlos, el paseo de la Bahía, el balcón de Bahía Blanca hacia Astilleros o las propias murallas de Cortadura no dejarían indiferente al visitante que, a buen seguro, ni se ha enterado que en Varela existen unos restos arqueológicos de primer nivel, o que la iglesia de San José es un templo neoclásico de finales del siglo XVIII con no pocas peculiaridades.

Un adecentamiento del Campo del Sur, un mejor partido a la plaza de España, incluso, hacer escudo y bandera del origen fenicio de la ciudad con el yacimiento Gadir y los sarcófagos como punta de lanza podrían servir para encauzar en el espacio a un turismo cuya existencia es tan lógica, como lógica es su participación en el mantenimiento de la ciudad con el pago de una tasa. Propuesta que en el informe de la Consejería de la Junta se valora como necesaria por el grupo de calidad participante en el estudio, aunque sólo se muestre a favor el 16% de los intervinientes en el apartado de encuestas, que es el porcentaje que ha trascendido.

No. Con los datos en la mano, en Cádiz no hay saturación turística pero sí demasiados farolillos rojos que encienden un incipiente mosqueo que, todavía, se puede atajar.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios