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helena arriaza

Salvados por los valores

Que Operación Triunfo coseche el mismo éxito que el año pasado es imposible. Eso ya se sabía antes de que comenzara esta edición. Pero hay varios aspectos que no están permitiendo que el talent musical logre transmitir sensaciones parecidas a las que hace unos meses hicieron grande el regreso de uno de los formatos más importantes de la televisión de nuestro país. Por un lado es inevitable que esta vez los concursantes estén más pendientes de las cámaras y que pretendan ser perfectos. La diferencia con los del año pasado (la comparación es inevitable) es que Amaia, Aitana y compañía vivían en una burbuja, sin ser conscientes de lo que estaba ocurriendo fuera, de los trending topics que generaban cada día, ni del número de visualizaciones que tenía el canal 24 horas en Youtube o la cantidad de descargas que tenían sus canciones. Esto provocaba una naturalidad que encandilaba y que ahora se echa de menos.

Otro aspecto sobre el que hay que reflexionar para entender que no esté despegando como debería es que quizá el regreso haya sido precipitado. Es lógico que RTVE y Gestmusic aprovechen el momento. Pero no han dejado pasar ni un año entre el comienzo de una edición y la siguiente, y las prisas no son buenas. Los fans del concurso todavía no nos hemos desprendido de los anteriores protagonistas. A esto hay que sumar el nuevo plató. Demasiado grande, demasiados aspectos técnicos que controlar en directo, los consecuentes fallos de sonido que desde casa no se perdonan y demasiado público. Hasta el bueno de Roberto Leal (que menos mal que continúa salvando las situaciones) se desespera con tanto grito y tanto ruido cuando no corresponde. Hay que saber elegir entre un gran show para el público de plató o un gran show para los espectadores de casa, porque visto lo visto unir ambas opciones es incompatible. Y esto está haciendo que Operación Triunfo pierda parte de su magia. Otro error es que no han sabido aprovechar el hueco que dejó Mónica Naranjo en el jurado. No han acertado con la elección de Ana Torroja. Ni el público y parece que tampoco los concursantes empatizan con la cantante.

Pese a todo esto no hay que olvidar que OT continúa siendo uno de los temas más comentados cada día en Twitter, que las galas logran buenos datos de audiencia y que en Youtube siguen batiendo récords de visualizaciones. En gran medida esto ocurre por los pensamientos, los valores y las relaciones de estos jóvenes, aspectos que han eclipsado a lo musical por mucha calidad vocal que tengan. Pero esto es algo positivo. El ejemplo de estos chicos salva el formato y es bueno para los que los vemos, ya seamos adultos, adolescentes o niños. Porque querer cambiar mariconez por estupidez, cagarse en la Falange, utilizar el lenguaje inclusivo y hablar abiertamente de feminismo y de homosexualidad, entre otras cosas, es algo muy necesario que no se ve todos los días en televisión. Y menos aún en la televisión pública. Quedémonos con esto. Con esto y con Noemí y Roberto. Sin ellos el fracaso estaría asegurado.

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