Punto crítico

Setefilla r. madrigal

Día internacional de los abuelos

El otro día pensé en ella. Esa forma en la que las medias, subidas hasta la mitad de la pierna se le quedaban clavadas a la piel. Cuando estaba cansada, que era muy pocas veces, se las bajaba hasta el tobillo como diciendo "ya basta, me lo merezco". Yo aprovechaba ese remanso para tocar la señal que se le hacía en la piel. Me gustaba hacerle cosquillas y pasarle el dedo una y otra vez por esa línea rosa que anunciaba que había pasado el día. Ella roncaba y supongo que de alguna forma le relajaba aquel curioso ritual. Aunque siempre tuve la sensación de que era una extraña, por lo poco que contaba de su vida, a veces dejaba salir a borbotones los datos sobre su infancia. Daba la sensación de que a ella y a toda su generación se les había prohibido recordar. Supongo que era el precio a pagar después de haber crecido en la represión. Debías olvidarte del pasado, por lo que te pudiera pasar. Hasta hace poco no supe ni siquiera cómo se llamaba mi abuelo. Se había convertido en una especie de sombra gris de la que nadie hablaba en mi casa. No crean que solo entonces, tampoco lo hacemos ahora. Al tiempo supe que se había dedicado al estraperlo y que estuvo durante mucho tiempo perseguido por el Franquismo. También averigüé su nombre: Fernando. De él no supe nada, pero de ella, de ella lo sabía casi todo. Que fue una rebelde que se escapó de la escuela porque la maestra solamente la mandaba a hacer recados y ella lo que quería era aprender a leer y a escribir. Que le gustaba reírse a carcajadas cuando alguno de sus yernos se metía con ella, sabiéndose la reina y señora de las dos casas. Que rezaba cada noche. Una oración súper rara que hablaba de un peral y que yo en su día llegué a recitar de corrido. "Hay que rezar cada día", me decía. Le gustaba el café , migar magdalenas y Felipe González, al que llamaba tiernamente Felipito.

El pasado 26 de julio se celebraba el Día Internacional de los Abuelos, un día con el que se intenta resaltar la importancia de esta figura dentro de las familias. Solamente quien ha compartido todo el tiempo del mundo con ellos es consciente de lo eternos que éstos llegan a ser y lo presentes que están en tu día a día, aunque a veces, como es el caso, ya no estén.

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