Videojuegos

Análisis 'Diablo III'

  • Tras reclutar una legión de seguidores en su formato original, la franquicia de Blizzard da el salto. Y no hay dudas: estamos ante una de las mejores adaptaciones de un videojuego de ordenador a las videoconsolas de sobremesa.

Que Blizzard Entertainment es un estudio encargado en llevar la diversión de los videojuegos a los usuarios de ordenador no es ninguna novedad. Títulos como Starcraft, World of Warcraft o el mismo Diablo son claros ejemplos de que esta compañía estadounidense sabe cómo contentar a los adeptos al teclado y el ratón, aumentando con cada proyecto el número de feligreses que esperan como agua de mayo nuevos anuncios de sus oficinas. El año pasado se estrenó con muy buena recepción Diablo III, la esperadísima tercera parte de la serie de acción y rol para ordenador que llegó rodeada de polémica por la necesidad de conectar el videojuego a Internet pese a que a la posibilidad de jugar en solitario seguía patente en la obra.

Después de su salida en compatibles, el estudio anunció una versión para videoconsolas de la obra, algo que chocó violentamente con lo esperado, ya que la franquicia nunca ha salido de las entrañas del ordenador debido a su complejidad jugable. Anunciado para Xbox 360, PlayStation 3 y PlayStation 4, Blizzard declaró que no se trataba de una mera adaptación para expandir la marca al mercado de la sobremesa, sino que tenía la intención de poner toda la carne en el asador para realizar una conversión como es debido, sin faltas de ningún tipo y con todos los extras que han llegado en la versión original. El resultado ha sido mejor de lo esperado, con una adaptación muy fiel al original que, sin llegar a la complejidad del tándem periférico que propone el PC, mantiene el ritmo en todo momento. Diablo III se estrena en videoconsolas por la puerta grande, ofreciendo una aventura que disfrutarán tanto los seguidores de la serie como los bienaventurados que se atrevan.

Oscuridad, fuerza y maná

Diablo III nos sitúa décadas después de los acontecimientos ocurridos en los títulos predecesores en un mundo oscuro donde el mal acecha de nuevo. Los héroes de Diablo y Diablo II han perdido su luz, y ahora le toca a un nuevo grupo de aventureros de diferentes clases hacer frente a la amenaza que asedia el mundo, pues Diablo, Mefisto y Baal, los señores infernales, volverán a despertar.

 

El guión firmado para la ocasión es el mismo que pudimos disfrutar en ordenador, y la historia va desentrañándose a medida que vamos superando misiones. En éstas, nuestra misión no será otra que acabar con un número determinado de enemigos, recoger objetos protegidos por numerosas hordas enemigas, descubrir nuevos secretos procedentes de las ruinas más oscuras y, cómo no, deshacernos del mal que promete destruir el planeta. Diablo nunca se ha caracterizado por ofrecer una historia directa, sino que gran parte de los diálogos y situaciones las iremos activando a medida que vayamos completando misiones, lo que evita esperas innecesarias al jugador y lo pone a luchar desde los primeros compases de la aventura.

Nada más comenzar el videojuego tendremos acceso a la pantalla de selección de héroe, donde tendremos a nuestra disposición cinco clases de personaje: el bárbaro, centrado en la fuerza física; el médico brujo, que traerá de nuevo a la vida a sus enemigos para utilizarlos a su antojo; el mago, expertos en maná; el monje, especializado en combate cuerpo a cuerpo y, por último, el cazador de demonios, experto en combate a distancia.

La selección de personaje supondrá la primera decisión del jugador, ya que cada clase cuenta con una serie de habilidades activas y pasivas que marcarán la pauta de juego desde el principio, así que habrá que probar las diferentes mecánicas para ver qué héroe encaja mejor con nuestro ritmo de juego. Por suerte, la obra es lo suficientemente divertida como para engancharnos independientemente de nuestra selección, y no será raro ver cómo una parte de los jugadores cuenta con personajes de diferentes clases a un nivel alto, puesto que las posibilidades son más que contundentes.

Sin duda, esta selección de personajes está prevista para que la vertiente multijugador del videojuego se complete formando grupos equilibrados para hacer frente a las sombras desconocidas. Algunas clases han sido modificadas tomando como base las anteriores disponibles en Diablo y Diablo II, por lo que los seguidores de la serie no partirán de cero. Y es que el pilar básico de la diversión en Diablo III es su componente multijugador, ya sea por Internet -como viene siendo habitual en la franquicia- o en modo local, un nuevo modo que se estrena en videoconsolas y que permite jugar en partidas de hasta cuatro jugadores -sin partir la pantalla- en una misma plataforma. La única pega que le encontramos a este modo es que si algún jugador decide salir del mapa principal, obligará a sus compañeros a acompañarle, sea de su agrado o no.

Adaptación sobresaliente

El evidente temor que existía al imaginar Diablo -o cualquier videojuego creado especialmente para ordenador- en videoconsolas ha sido rápidamente despejado desde la primera toma de contacto con esta versión. Para evitar incoherencias en la velocidad y precisión, el estudio ha incluido un movimiento exclusivo de esquive utilizando el joystick de dirección derecho, un añadido que se agradece al comprobar que Diablo III sigue siendo igual de exigente que siempre.

La interfaz ha sido completamente rediseñada para adaptarse al mando de la mejor manera. La transición entre menús, selección de objetos y pestañas no puede ser más clara e intuitiva, y en pocos minutos estaremos realizando gestiones rápidamente sin necesidad de periféricos adicionales. Está claro que el mando cuenta con una serie de limitaciones en comparación con el tándem ratón-teclado, pero la adaptación cumple de manera notable.

Por otra parte, Blizzard es consciente de que el jugador de Diablo pasará gran parte de las horas de juego actualizando y mejorando el equipo de su personaje, por lo que no ha escatimado en recursos para permitir el cambio de accesorios en tiempo real, sin tener que pausar el ritmo por cada objeto recogido. Eso sí, la casa de subastas ha sido eliminada en esta versión, por lo que no podremos tasar y traficar con dinero real los alijos que recuperemos de las mazmorras.

Así pues, controlaremos a nuestro personaje desde el inicio abordando únicamente dos botones, ataque simple y ataque defensivo, que irán aumentando en número en función de nuestro nivel hasta llegar a exigir todos los botones del mando. Artes ofensivas, defensivas, ataques rápidos y un sinfín de habilidades irán desbloqueándose, permitiendo al jugador configurar su selección óptima adaptada a su juego o a una misión determinada.

Y es que Diablo III requiere un nivel de exigencia pocas veces visto en videoconsola. Si bien es cierto que el título puede completarse en solitario, en los niveles más altos de dificultad necesitaremos un nivel de coordinación máximo para evitar ser derrotados en pocos segundos, así como contar con varios amigos que hagan las funciones características de su clase para debilitar a los demonios y muertos de manera más eficaz. No llegaremos muy lejos si optamos por los niveles de dificultad elevada y decidimos adentrarnos en la oscuridad sin compañeros, todo sea dicho.

 

Casi sin fallos técnicos

En el plano gráfico, Diablo III luce exactamente igual que en su versión original, mostrando a la perfección sus excelentes cinemáticas que vienen acompañando todos los títulos de la desarrolladora. Los personajes y escenarios están caracterizados con la delicadeza que transmite el arte detrás de las cámaras, aunque hay un par de detalles que se han visto mermados en esta versión. En primer lugar la resolución del título, que se ha visto reducida debido a limitaciones técnicas, por lo que no será posible ajustarla como sí pueden hacer los jugadores de ordenador. La tasa de imágenes por segundo también se ha visto reducida, aunque se mantienen estables durante los encuentros con decenas de enemigos sin resistirse ni crear ningún momento de ralentización que afecte a la jugabilidad. Pese a todo, el juego luce estupendamente y podremos continuar de cacería sin ningún tipo de problema disfrutando de la esotérica historia y sus oscuras entrañas.

La banda sonora se ajusta al ritmo de la aventura: composiciones bonitas, fúnebres en algunos casos, que ambientan un mundo sórdido y tenebroso dando paso a un ápice de esperanza cuando recordamos a los amigos caídos. Los diálogos, por su parte, han llegado en un admirable doblaje al castellano, algo que se agradece para evitar perder el ritmo durante nuestra travesía en las mazmorras y escenarios del título.

En definitiva, Diablo III se alza como una de las mejores adaptaciones de un videojuego de ordenador a las videoconsolas de sobremesa. Sus cuatro actos de historia nos auguran más de 12 horas de juego, eso sin contar que una vez finiquitada la campaña principal tendremos acceso a nuevos niveles de dificultad que nos recompensarán con un mejor arsenal de armas y protecciones para nuestro personaje, lo que sin duda atraerá a los jugadores más exigentes. La gran cantidad de retos a cumplir, misiones y posibilidades -gracias a las diferentes clases- aumentan las posibilidades de la obra, alzándola como una de las más divertidas del momento.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios