Toros | Vígésima segunda corrida del abono en la Maestranza

Crónica de la segunda corrida de la Feria de San Miguel: La tarde fue para el toricantano

Calerito, con la oreja cortada al primero de la tarde.

Calerito, con la oreja cortada al primero de la tarde. / Juan Carlos Vázquez

Llegábamos a la Maestranza como inmersos en una nube que apenas nos dejaba darnos de cara con la realidad. La tormenta artística del día anterior apenas nos daba opción a ver las cosas como eran y es que la sinfonía que un torero de la margen derecha había ejecutado en la del amarillo albero tenía efectos de resaca. Y resulta que íbamos a la función que más expectación había despertado en las taquillas, pues en el cartel se anunciaba Andrés Roca Rey, ese ciclón peruano que anda poniendo el toreo bocabajo. Junto a él, un consentido de Sevilla como Josemari Manzanares que iba a investir como doctor en Tauromaquia a Juan Pedro García, ese Calerito que es modelo de afición con hambre por abrirse camino.

En chiqueros seis toros de Victoriano del Río, ganadería principalísima, y que enviaba un lote de toros armónicos, con tres toros muy bonitos y más serios los tres últimos. Y como si la Providencia hubiera querido ayudar al más necesitado, el lote más potable iba a corresponderle al toricantano. Y el neófito pisó a fondo el acelerador desde el inicio con una serie de verónicas llenas de entusiasmo y de buenas maneras para ir a por todas en el último tercio.

Calerito entra a matar en el primero. Calerito entra a matar en el primero.

Calerito entra a matar en el primero. / Juan Carlos Vázquez

Calerito mostró una sobredosis de entusiasmo que iba a servirle para triunfar en el primero tras brindárselo a su padre. Orador se llamaba el toro de la alternativa y ese toro iba a hacernos concebir unas esperanzas que luego no tuvieron confirmación. Un toro encastado que repetía queriéndose comer la muleta y con el que Juan Pedro se puso de verdad y dispuesto a asegurarse el porvenir. Se fue a los medios tras el brindis y allí fue entendiéndose con para un diálogo entusiasta y lleno de esa hermosas imperfecciones que ofrece el inicio de cualquier profesión. Calerito aprovechó las vibrantes y repetidas embestidas de Orador aprovechándolo en redondos y al natural para matarlo formidablemente de una estocada hasta los gavilanes. La oreja en el toro de la alternativa bien debería ser el primer peldaño para una escalera de éxitos. ¿Será así?

Roca Rey, durante su faena al quinto. Roca Rey, durante su faena al quinto.

Roca Rey, durante su faena al quinto. / Juan Carlos Vázquez

En el sexto salió igual de animoso y tras brindarle a su madre (qué lejos aquellas imágenes de madres y esposas rezando en la intimidad del dormitorio) citó con el cartucho de pescado para una serie de naturales en la que el toro iba a su aire, pero Calerito hizo buen uso de la cabeza para ir sometiendo a Jinetero, un toro castaño con mucho cuerpo. Un par de series con bastante temple le hubiera proporcionado otro trofeo, pero se enredó con los aceros y hasta sonó un aviso para él por su uso desmañado del estoque de descabellar.

Manzanares, en el cuarto de la tarde. Manzanares, en el cuarto de la tarde.

Manzanares, en el cuarto de la tarde. / Juan Carlos Vázquez

Josemari Manzanares se estrelló con un lote vacío que iba a propiciar que viviese su tarde sevillana más opaca y, además, se atascó a la hora de matar a ambos. Andrés Roca Rey, la gran atracción de la tarde, hizo lo que pudo y quien da lo que tiene no está obligado a más, pero todos sus esfuerzos fueron baldíos. El primer toro era tardo de agarrado como estaba al albero y el segundo se lo brindó a la plaza y tras los estatuarios hieráticos se vislumbraba uno de esos huracanes que el limeño desata por todo el circuito. Pero el toro se refugió en tablas sin aceptar la pelea que le proponía su matador. La tarde fue para el neófito y en plena resaca del viernes vuelve Morante, ¿habrá revival?

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios