Toros

En el recuerdo de un genial PEPE PIRFO

  • Un banderillero de lujo para matadores de primera · La relación profesional con Antonio Borrero 'Chamaco' · Hoy se cumplen diez años de su muerte

Diez años se cumplen desde ese otro 7 de noviembre en el que José Leandro Pirfo colgara los trastos de la vida y se abonara al tendido eterno de los toreros entre piaras de estrellas y una luna hecha mayoral de plata.

Inevitablemente, el recuerdo llega a través de una llamada de su hijo Mario. "Paco, tengo unas líneas que le he escrito a mi padre, ojalá pudieran ver la luz".

Y aquí están. Al lado de este escrito que ando recomponiendo, letra a letra, para que la página tome cuerpo no sólo de recuerdo, sino también de homenaje al personaje que andaba en torero, pensaba en torero y perfumaba en torero ese sitio en el café, en ese andar por la Huelva que le prestaba el marco de una vida entre sus gentes.

Una vida empezada ese 21 de septiembre del año 1921, en la onubense calle de Miguel Redondo, y alargada en el tiempo en un vivir intenso como torero entre toreros.

Genialidad en el personaje, trascendiendo a la vivencia profesional en la que Pirfo encontró siempre la respuesta afirmativa de los grandes del escalafón.

Mano templada en el percal y acero en el carácter para enfrentarse al toro. Anecdotario intenso para vislumbrar en la conversación, el por qué aquel chiquillo lleno de sueños sólo podía ser torero en una época donde tantos aspiraron a serlo, y él lo consiguió.

Porque El Pirfo fue torero como los cantes de ida y vuelta, perenne siempre en la afición y en la certeza de sentir la admiración de quienes contaron con sus servicios y su sapiencia para el consejo, sin apenas dejarse notar en los entresijos de un callejón.

La genialidad junto al compañero ideal, para compartir sobre la arena un toro. El tiempo donde encontrar a ese ameno conversador lleno de anécdotas de trenes, maletillas y sueños mezclados entre las idas y vueltas de las Américas, cuando los toreros hacían de verdad las Américas.

A Pepe Pirfo le quería su ciudad. Esa misma que cada mañana cruzaba en el ritual exacto del café mañanero, embarcada la figura en un airoso caminar y la peculiar mascota, dejando intuir sus gafas de sol y esa vida que tanto marcó el toro.

Inevitablemente, unido a su paisano Chamaco, la figura de Pirfo trascendió en toda su dimensión a matadores de toros en figura con los que siempre se halló enrolado en los mares taurinos. José María Clavel, Diego Puerta, el peculiar Rafael de Paula y el ya citado Chamaco marcan currículum suficiente como para entender que la figura de Pirfo es uno de los más sólidos argumentos para presumir del toreo onubense.

Diez años ya. Tanto y tan poco, como para añorar al hombre que con ochenta años, casi, vestido de terno y corbata, una tarde de verano en el silencio recogido y ausente de La Merced, le enseñó a un imberbe aspirante a torero cómo se cogía un capote para frenar la bruta embestida de un toro.

Después, tres lances , flexionada la pierna, dejando volar el capote, y un consejo al más joven: "Niño, que nunca te lo arranque de las manos un toro". Después, atravesando de nuevo el túnel de la Puerta Grande hasta la calle, se perdió de nuevo, henchido de torería, en brazos de la ciudad.

Memorándum

... de ti también me acuerdo

Banderillero de verde y plata

del mundillo de los toreros.

Cuando te vas hacia el toro

yo siento por ti un respeto

a tus caireles gastados

y tu capote de años viejos.

El viento juega hoy al toro

como un mar de verde oliva

mientras enclava las estrellas,

ejecutadas banderillas.

Hacia el toro zahino negro

avanza Pepe Pirfo y ¡notas!...

Ilusiones que fueron

claveles de vida rota

Yo conozco la importancia

de tus pálpitos...

Yo te admiro en tu renuncia

y en la paz de tu silencio.

Soldado de buena planta

sin recompensa, ni premio.

Ayer, parte de ilusiones

entre barreras de ensueños.

Y, hoy, sólo con tu capote

al quite de los recuerdos;

un recuerdo entre miles

que guardas en tus adentros.

Desafía al enemigo

sin alterar la sonrisa.

Y en tus manos un poema,

de esencias, las banderillas.

Alegre, callado y valiente

donde quiera haya un ruedo.

Siempre tu incógnita cruz.

Muerto, vida, tierra o cielo.

De la tierra de las salinas,

del mar y los esteros.

Banderillero de verde y plata

del mundillo de los toreros.

.... tanto como de ellos.

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