Toros

La novena Puerta del Príncipe para Ventura

El rejoneador sevillano Diego Ventura se erigió en triunfador del primer festejo de rejoneo de la Feria de Abril, en una plaza con un público muy sensible a todo lo que acontecía en una Maestranza con más de media entrada, en tarde calurosa. Ventura, con oficio y una cuadra excelente, se impuso al manejable tercero en una faena en la que, tras un rejón de castigo, brilló sobremanera en el toreo por los adentros y en dos palos al quiebro de dentro afuera. Cerró con banderillas cortas y, pese a que tras el rejón de muerte precisó de un descabello, fue premiado con una oreja. Con el manso quinto, Ventura, que había prendido un rejón de salida, deleitó a lomos de Nazarí en una labor proverbial, llevando prendido al toro en el toreo de costado. Caballo muy valiente, que tras un leve percance volvió a por el toro con raza torera. Morante aumentó las ovaciones con sus bocaos al toro. Pero lo mejor fue la suerte suprema, la sangre fría que demostró, una vez más Remate en la suerte suprema. Tras resistirse, la presidencia concedió las dos orejas, solicitadas mayoritariamente.

El onubense Andrés Romero es alumno aventajado de Ventura. Con el apoyo de una legión de partidarios, dio la talla en su alternativa. Efeméride extraña, porque ya había toreado en Fallas con los mismos compañeros. Lo de las alternativas de los rejoneadores debe aclararse ya de una vez por parte del reglamento. Con el astado que abrió plaza, de la ceremonia, de nombre Opositor, negro de 539 kilos, apostó fuerte en una faena intensa, en la que fue herido el caballo Perseo, con una cornada de veinte centímetros en el anca izquierda. Falló con los aceros, por lo que no le solicitaron trofeo. El público se volcó con Romero en el sexto, un toro manso con el que anduvo voluntarioso en una labor que brindó a su gente y a Diego Ventura. Se llevó dos trofeos.

Andy Cartagena, con el peor lote, sin estridencias, estuvo seguro en la lidia, aunque no acertó en la suerte suprema. Meritoria labor al apagado segundo en la que extrajo todo lo bueno que llevaba dentro el toro. Templado en el recibo, jugó bien en los terrenos y destacó en un par al dos manos, con el epílogo de unas cortas al violín. Falló a la hora de la verdad y se quedó sin premio.

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