Crónica de la décima de abono de la Maestranza

El Juli y su idilio con Garcigrande

  • El madrileño logra su séptima Puerta del Príncipe tras dos lecciones magistrales

  • Manzanares también tocó pelo y Aguado peleó con un lote a contraestilo

El Juli sale por la Puerta del Príncipe / VÍDEO: A. OCHOA | FOTO: JUAN CARLOS MUÑOZ

Esto va viento en popa y a toda vela, ya que con el rotundo triunfo del Juli van a batirse todas las marcas en relación con el número de triunfos, sobre todo por la cantidad de salidas por la mayor puerta del toreo que está registrando esta Feria de pospandemia. Con sus toros favoritos, los de Garcigrande, Julián logró su séptima Puerta del Príncipe, superando de esa manera el número de salidas triunfales de sus colegas.

De nuevo se colgaba el ansiado cartel de no hay billetes y también de nuevo la lluvia aparecía cuando se estaba a punto de iniciar el festejo. Afortunadamente fue una breve irrupción, la tarde se encalmó y todo iba a transcurrir en do mayor con la salida de Ofiverde, un toro excepcional herrado con la marca de Domingo Hernández. Y desde que sale y se observa cómo El Juli lo cuida en un alarde de complicidad y se vaticina un lío gordo. Fue como la repetición de aquello que el madrileño protagonizó con Orgullito. Una conversación en la que no caben las disonancias, todo a favor del toro para que la recompensa sea para el torero. Cuidándolo en el primer tercio y sobándolo con mimo para abrirle las embestidas, la conjunción de torero y toro conducía al éxito. Redondos redondísimos, naturales naturalísimos, la tauromaquia del Juli se ha podido comprobar en esta Feria que ha tendido a una calidad indudable. Lección magistral en toda regla y aunque la estocada fue made in Juli, las dos orejas fueron el justo premio a su labor.

Un lío gordo le formó El Juli al toro que abría plaza, al que cuidó y mimó hasta dictar una lección tan magistral como este natural. Un lío gordo le formó El Juli al toro que abría plaza, al que cuidó y mimó hasta dictar una lección tan magistral como este natural.

Un lío gordo le formó El Juli al toro que abría plaza, al que cuidó y mimó hasta dictar una lección tan magistral como este natural. / Juan Carlos Muñoz

Y ya con dos orejas en el esportón, a Julián no se le escapaba la Puerta del Príncipe, una más en su carrera. De nuevo, mucho temple con el capote, nada de capotazos inútiles por parte de la cuadrilla y cuando brinda a la plaza nadie duda de que el séptimo portazo está al caer. Y cae a pesar del pinchazo que precede a la estocada. La petición es muy fuerte y José Teruel, el usía, no tiene otra salida que facilitarle al madrileño el salvoconducto con el que se permite franquear la Puerta del Príncipe.

El idilio de Manzanares con Sevilla continúa sin flaquear, pero el alicantino no encontró en su lote las posibilidades que le hubieran hecho alcanzar un nuevo triunfo. Pero aunque ese triunfo no fue tan rotundo como se deseaba, cortar una oreja fue el balance de este torero tan querido por la clientela de la Maestranza. Hay momentos en la faena del primero en que el triunfo revolotea sobre la vertical de Josemari, pero el toro va apagándose. No obstante, la faena remonta el vuelo y cuando el torero monta la espada y enmudece el Cielo andaluz que ya es pieza habitual que acompaña la obra de este torero nadie duda de que una oreja cae. Pero un matador tan rotundo como Manzanares se mete en un laberinto de pinchazos que impide todo atisbo de éxito.

Manzanares desplegando su muleta con el quinto de la tarde. Manzanares desplegando su muleta con el quinto de la tarde.

Manzanares desplegando su muleta con el quinto de la tarde. / Juan Carlos Muñoz

El quinto, que era el toro más serio del encierro va a ser entendido a la perfección por su matador. Desde la suavidad de los lances hasta de qué forma se dobla con él para someterlo, la faena va a más, pero el toro no ayuda lo suficiente. Mucho mejor el pitón derecho, el toreo en redondo de Josemari brilla y con el consabido cambio de mano antes del pase de pecho, la plaza entra en ebullición. Sigue siendo el toreo en redondo la cimentación de una faena que acaba con un estoconazo inapelable que pone una oreja en manos del alicantino.

No tuvo suerte Pablo Aguado en el sorteo, pero quizá no fuera toda la culpa de su lote. Por ejemplo, en el primero discurrió el primer tercio como a guisa de herradero. Demasiados capotazos que contribuirían a que el toro fuese a peor. En el sexto y tras mucho lucimiento con el capote, el toro se negó a acompañar los vuelos de la muleta y, por mucho que Aguado insistió, aquello no encontraba el camino adecuado. No encontró opciones y sale Pablo Aguado de esta Feria sin que le hubiera tocado un toro de esos que a él le sirven, conque a ver si cambia la suerte y nos reencontramos con su toreo.

Pablo Aguado, con un similar vestido al de Manzanares, fue el único en marcharse de vacío. Pablo Aguado, con un similar vestido al de Manzanares, fue el único en marcharse de vacío.

Pablo Aguado, con un similar vestido al de Manzanares, fue el único en marcharse de vacío. / Juan Carlos Muñoz

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