Sexta de la Feria de Pamplona

De la expectación al petardo

  • Morante, El Juli y Talavante, de vacío tras lidiar una mala corrida de Victoriano del Río

La corrida con mayor expectación de estos Sanfermines, con el lleno de No hay billetes, ganadería de lujo y tres figuras, resultó un petardo.

El encierro de Victoriano del Río (el sexto con el hierro Toros de Cortés, de la misma casa ganadera), bien presentado, dio mal juego. Una materia prima que marcó un espectáculo anodino y que determinó, en buena medida, que José Antonio Morante de la Puebla, Julián López El Juli y Alejandro Talavante se marcharan de vacío y dejaran una pobre impresión, especialmente en la suerte suprema.

Morante, que hizo su último paseíllo en Pamplona en 2009, fue abroncado en su primero, un toro bien hecho que resultó complicado, reservón y con peligro sordo, con el que se inhibió en la muleta y pasó las de Caín con los aceros.

El cuarto, musculado, embistió de manera descoordinada tras los lances de recibo. Morante esbozó un trasteo imposible, con un toro que perdía las manos reiteradamente y al que finiquitó nuevamente con problemas.

El Juli acarició el triunfo en su primero, pero el vareado y largo animal, manejable, le duró un suspiro en la muleta. El madrileño ganó terreno con verónicas mandonas y se marcó un buen quite por chicuelinas, rematadas con una airosa tejadilla. Tras brindar al doctor Carlos Val-Carreres, quien le atendió tras el percance de Sevilla, comenzó de manera prometedora con una gran serie diestra. Pero el animal se rajó de inmediato y frustró el lucimiento.

Con el quinto, bajo y bien hecho, la labor también fue a menos, tras obligarlo. El Juli elaboró un trasteo a fuego lento, únicamente con buenos matices técnicos. Falló con la espada.

Alejandro Talavante, con el lote menos malo, arrancó la única ovación de la tarde. Sucedió con el tercero, único ejemplar con motor. Aunque no llegó a humillar tras las telas, sí permitió, por su movilidad, una faena completa. El extremeño impresionó, en los medios, con un par de estatuarios, un pase por la espalda, uno del desprecio y el de pecho, que despertaron al público. Pero todo fue un espejismo. El pacense toreó de manera bullidora, con muletazos entonados, pero muy rápidos. Falló con los aceros.

El sexto, fino, también bien armado como toda la corrida, resultó noblón y deslucido. Talavante se mostró algo espeso y desceñido en una labor que tampoco remató bien con los aceros.

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