Crónica de la Feria de San Miguel

Un capote para soñar despierto

Cogido el capote con las yemas de los dedos, las manos muy bajas y el toro embebido en los vuelos del capote ex celso del un trianero llamado Juan Ortega.

Cogido el capote con las yemas de los dedos, las manos muy bajas y el toro embebido en los vuelos del capote ex celso del un trianero llamado Juan Ortega. / Juan Carlos Muñoz

Cuando el tiempo se encargue de ir borrando huellas siempre nos quedará en el recuerdo cómo un torero de Triana echó las manos abajo y embebió la embestida de un toro para que la música atronase los aires del Baratillo. Se llama Juan y es de Triana podríamos decir parafraseando a Corrochano cuando vio por vez primera al Niño de la Palma. Fueron lances que ni soñados, un gozo de los sentidos gracias a lo que le fluyó a Juan Ortega por las muñecas directamente desde el corazón.

Segundo día para la ilusión con otro cartel de tronío aunque abierto por David Fandila, un torero que asegura la emoción de un tercio de banderillas como no hay otro, pero que no entra en las devociones de la afición de Sevilla. Y eso es algo que sí logra Josemari Manzanares, un alicantino que, como su padre, sí gozó siempre de la predilección de esta plaza. Especialista en abrir la puerta soñada, esta tarde volvía a su tierra de adopción con la consabida carga sentimental

Cerraba el cartel Juan Ortega, el torero que mejor ha aprovechado la clausura de la pandemia para hacerse un sitio en el ático del escalafón. Pero se dan tantas rarezas en el mundo del toro que el trianero hizo el paseo destocado porque, increíblemente, era su primera vez en la plaza de su ciudad. Parece mentira, pero Juan no había pisado el amarillo albero tras haber tomado la alternativa hace la friolera de siete años. Y en el ambiente que antecede al festejo se percibe la expectación por ver a un torero de Triana. Claro que para carga sentimental la ausencia en el callejón de Borja Domecq, señor de Jandilla, que nos dejó por culpa del bichito cabrón.

Y será la corrida del añorado Borja la que se erija en nula colaboradora para el éxito. Una corrida de mucha presencia, pero con abundancia de embestidas ásperas y de cara alta, de tornillazos y de poca profundidad en cada embestida. Y puede decirse con rotundidad que la terna estuvo por encima del juego de los toros, siendo el lote de Ortega el menos colaborador de la tarde.

Buena actuación de Fandila en su primero al que recibe con dos largas de rodillas. Variado con el capote y poderoso y atlético en banderillas, se entiende con el toro, al que hasta logra bajarle la mano. Pero el toro no da más de sí y el granadino lo pasaporta de estocada en el rincón. En el cuarto banderillea a los sones de Dávila Miura y está técnicamente perfecto con la muleta ante un toro que exige mucho y da poco. Lo mata a la primera y es aplaudido.

Manzanares logra con Entusiasta la faena de la tarde. Atraviesa un momento de plenitud Josemari y su relación con Sevilla sigue siendo casi tórrida, sobre todo en esos cambios de mano que le salen tan mayestáticos y que tanto lucen bajo Cielo andaluz, que adoba la faena hasta que la banda decide parar. Manzanares no se viene abajo ante ese capricho, remata con un buen epílogo y con la espada no hay quien le iguale. Una oreja y lección de poderío y profesionalidad en el quinto ante otro toro imposible.

Empezamos la crónica con la ensoñación del toreo de capa de Juan Ortega y la vamos a rematar resaltando las ganas que tiene Sevilla de verlo cuajar un toro. Su tardía tarjeta de visita ha sido con el capote y hasta podría decirse que para qué más. La forma de mecer las telas para que sus vuelos embeban al toro es para que Sevilla tenga todos los argumentos en sus manos de cara a seguir a este torero. Lástima de un lote tan imposible como el que ayer le salió para presentarse ante su gente, pero ese capote permite soñar tanto...

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